Iniciaba una mañana fresca, la gente a esa hora aprovecha para proveerse del mandado del día y de la semana, ahora han cambiado muchas cosas, las nuevas generaciones se mueven en vehículos a realizar sus compras, y todas las calles del pueblo son testigos de una cotidianidad que rompe con el silencio del amanecer; el caminar, la charla acompañada, pasos que llevan prisa de llegar a su destino; la cocina de cada hogar como un arcoíris de primavera se llenará de colores y de sabores de una rica gastronomía que solo la mixteca ha creado, que se desprenden de unas manos que han heredado ese arte que pervive de generación en generación y no ha perdido su esencia y que es un rico patrimonio resguardado y reconocido por los visitantes.

En pleno centro de la población ahí en una silla del zócalo ese hombre misterioso, pero ahora ya reconocido como El Hombre Barbado, como lo identifica la población, en una silla que parece se la ha apropiado, observa todo ese trajín de la gente; siempre pensativo con una mirada al oriente, concentrado en ver salir del follaje de los árboles aquellas aves que, no sin antes crear una serie de ruidos al trinar, quizá manifiestan su alegría por la llegada de un nuevo día, para partir hacia un destino cualquiera y más adelante regresar. En esos momentos el extraño personaje no se percata de la presencia de una persona de aspecto campesino que se le acerca con mucha familiaridad, una persona también ya en años ya a cuestas, muy afines a él, no se inmuta cuando se lo tiene a lado. ¡tú eres chivete, verdad vale! ¡no te acuerdas cuando estudiamos juntos la primaria, en la Fili!, años que no te veo, ¡soy Pedro Morales! ¿ya no te acuerdas? – claro que sí me acuerdo, pero creo que ya en la secundaria te perdí, ¿siéntate por favor? - bueno un ratito porque me tengo que ir al campo, te platico que después de estudiar la primaria me dediqué a ayudar a mi papá al campo, - y luego exclamó - ah, pero a mis dos hijos les di estudio, me salieron inteligentes ¡los dos, vale! – Oye me da mucho gusto, por ti - ¡bueno compa, ya me voy, porque el campo me está esperando – se levantó como resorte para despedirse - ¿vas andar por aquí o te vas a ir? – espero quedarme un tiempo- ah bueno, ¡otro día te veo, adiós!, - está bien Pedro-.

Con este encuentro con Pedro un condiscípulo de su niñez, por fin sintió un gran alivio una extraña sensación de confort que no había sentido desde su llegada y con ello, esperar ese momento de poder externar tantas cosas que sentía como una carga pesada que tenía que desprenderse de ella, siempre esperó ese momento que ya sentía cerca; era un rico legado de la historia, de los hombres y las costumbres de ese pueblo, y de él mismo, que por encontrarse por muchos años alejado, no quería que toda esa información no conocida, tan desconocida que la propia historia mantenía en el olvido. Y este primer contacto con la gente a través de Pedro, un compañero de la infancia, dio pie para que entablara charlas con más personas y conocieran a este personaje que mantenía un gran cariño a este suelo, a su gente, su historia y sus tradiciones; también habría oportunidad que conocieran su pasado fuera de Villagrande, esto se tornaba interesante por los muchos años que pasó en la ciudad y que sólo en ciertos años de su vida visitaba el pueblo. Más adelante se le presentaría la oportunidad de entablar diálogos nada menos que con ciertos jóvenes, las nuevas generaciones, ni más ni menos.

Se dispuso a dejar esa silla metálica, dio un sorbo al contenido de ese frasco que siempre lo acompañaba, se levantó y al mismo tiempo se acomodaba su sombrero y antes de abandonar el zócalo hace un alto y ve el frente, el centro de la ciudad, y le vienen los recuerdos de aquellos viejos comerciantes que, sin ellos no se entiende el progreso de este lugar y su importancia, los dueños de las tiendas como don Amado Carrasco, don Amando Amigón, don Pedro Sosa, don Manuel Cañongo. Se dirige a la calle Reforma y sorteando los vehículos dueños de las calles a esa hora, continua recordando esos viejos comerciantes, don Cuco Ríos, don Domingo Cañongo, Trinidad Aragón y la maestra Catalina Vergara y siguió  caminando recordando personas  de esta calle  que hace muchos años se denominaba, La Calle Real, donde habitaban don Primo Tapia, Lupita Domínguez, Cesáreo Cañongo, don Modesto Tapia y Angelita Medina, don Rubén  Barrera y Ernesto Amigón; y solo se detuvo un momento cuando iniciaba el puente, en la parte sur le pareció ver ahí sentado en una desgastada silla a don Quico Flores, un hombre de entrado en edad, de pelo entrecano con una mirada perdida, pero con una faz que inspiraba nobleza, siempre en una posición con sus piernas entrecruzadas, con su ropa limpia, tenía una cualidad reconocida por las señoras que acudían en una buena demanda para ser atendidas en sus partos, poseía unas manos hábiles para ayudar a recibir a los nuevos ciudadanos del pueblo, siempre con el agradecimiento de los señores y afortunados padres, don Quico era invidente, recordó que ahí muy cerca estaba doña María Domínguez, con igual demanda.

Y antes de atravesar el puente, se detuvo para asomarse a contemplar los estanques que almacenaban agua, donde un par de niños que la disfrutaban alégreme y su mente retrocedió a su infancia, porque precisamente en esta calle y en esos tanques de agua fue donde aprendió a nadar, con aquellos niños de esta calle histórica, la Calle Real, fiel testiga de la construcción de ese puente de estilo romano de cerca de siglo y medio de existencia, que cobijó en un amanecer a jóvenes revolucionarios al iniciar el siglo XX y luego, años más tarde pasaron las tropas zapatistas ya para tomar el pueblo o para tratar asuntos de guerra. El Hombre Barbado, se alejó del puente y continuo su camino cabizbajo hasta la calle 9 norte para dar vuelta y perderse.

Cholula de Rivadavia, Puebla, 13 de abril de 2024

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Así es muchachos – de su morral sacó su frasco y le dio unos sorbos, para continuar-, los viejos contaban del general, Porfirio Díaz Mori, de la mixteca  que luchó contra invasores y defendía al país y, dentro de sus fuerzas militares  existió un batallón compuesto de gente de Villagrande y que eran comandados por un tal Mucio Martínez y que parece que él, es la misma persona que después gobernaría el estado, si era él, no estaban seguros, pero de lo que sí era afirmativo fue, que hubo hombres valientes que defendieron al país en esas guerras y otro que estaba cercano al general fue don Zeferino Zaldivar, nativo de nuestro pueblo. Y que todos ellos estuvieron presentes en batallas históricas como las que se escenificaron en La Carbonera, La Toma de Puebla el día 2 de abril de 1876, la batalla de Tecomac del 16 de noviembre del mismo año y cuentan que después de todas estas victorias llegó al poder y se convirtió nada menos que en el presidente del país. Los que contaron esto ya murieron, pero de los lugares y
fechas de las que platicaron es verídico, siempre lo repitieron y lo contaban con un enorme orgullo y querían que la gente lo supiera por que algún día, sí algún día, las cosas cambiarían para los pobres y, ese pensamiento se lo llevaron a la tumba.

Y por qué les cuento esto me preguntaran, déjenme continuar. Un día al pueblo llegó la noticia de lo sucedido en el desfile celebrado el día 16 de septiembre de 1897 con motivo del aniversario de la independencia, para recordar al cura Miguel Hidalgo y Costilla el padre de la patria; este evento tuvo lugar en la ciudad capital del país, y fue el mismo periódico oficial del gobierno, “El imparcial”, que destacó   otra nota al día siguiente. Sucedió que durante el recorrido del desfile que presidia el presidente de la república, Porfirio Díaz Mori, se relata que cuando pasaba por la avenida Reforma a la altura de la Alameda, un joven irrumpe la seguridad y se le abalanza al presidente y dicen, que le propinó una cachetada y pronto su seguridad reaccionó, y el joven fue fuertemente sometido y llevado fuera de las vallas y trasladado a las oficinas de la policía. Cuenta también la prensa que, el señor presidente cuando aparecieron los hombres de su seguridad para detener al joven, identificado después como Arnulfo Arroyo, les indicó que no le hicieran ningún daño, esa fue la orden presidencial. Pero al otro día en la noche el joven fue asesinado por una muchedumbre que la misma policía no pudo explicar. A partir de lo sucedido la prensa dio seguimiento al caso y, fue tanto buscar la explicación de lo sucedido que cuentan que el jefe de la policía no aguanto la presión y que terminó por suicidarse.

Al ver el presidente los alcances del hecho y la demanda de la ciudadanía de que fueran castigados los culpables, a los pocos días, las noticias daban fe de los responsables de la muerte del joven que realizó la agresión al señor presidente, ya iban a ser castigados y fue Miguel Cabrera con mando importante y parte de su gente a su cargo que confesaron  de dicho crimen, Pasaron solo seis años purgando la condena pero, una vez que la sociedad había olvidado éste acontecimiento que dicen que “hirió de muerte a la pax porfiriana” que tanto exaltaba el gobierno, pero no solo eso, se había roto toda la cortesía hacia la embestidura del sr. Presidente.  Y para que el caso fuera cerrado totalmente, el presidente decidió darle al autor intelectual que era de todas sus confianzas, lo designó como jefe político de Villagrande. Pronto se conocería cual fue el motivo por el cual este personaje llegaría al pueblo de gente rebelde, que ya había asaltado el cuartel de policía rural, desgraciadamente sin éxito, se falló en el intento de acertarle un fuerte golpe a la dictadura, para alzar la voz por las precarias condiciones de vida que se estaban padeciendo, especialmente la gente que vivía en los caseríos del pueblo. Pero algo había quedado claro, los jóvenes de esta parte sur del estado ya le habían perdido miedo al tirano.

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Y sin que nadie lo notara el hombre barbado se confundió como un paisano más, en realidad vestía igual, lo único que lo distinguía era su pronunciada barba blanca, que eran como largos hilos brillantes hechos de plata; dicen que caminó y caminó, parecía no cansarse, era muy temprano, los rayos del sol aun no aparecían, era una mañana donde aún se sentía cierta frescura que iba desapareciendo conforme avanzaba el día. Cada calle, callejón, subidas empedradas, calles de tepetate, parece que todo lo conocía; las casas, los extensos patios con trancas como entrada; los inmuebles con fachadas que no ocultaban el paso del tiempo; caminar lento ya lerdo, por los años a cuestas; siempre pensativo con una mirada profunda que mostraba mucha nostalgia y con paso distraído que no reparaba en nada que lo distrajera, ni cuando la gente que bajando la cabeza como muestra de saludo la dirigían a tan extraño personaje que no conocían, pero que su presencia iba a resultar más cotidiana y su acercamiento con pobladores se daría más tarde que temprano, y parece  que llegaba para quedarse.

Es un día cualquiera de una semana cualquiera, un verano que nunca tarda en llegar con sus mañanas frescas que se transforman en días candentes, que su gente ha sabido sortear y que hace de este lugar el mejor hogar para vivir y convivir; por generaciones así ha sido y son esas familias que se han negado a abandonar este suigéneris y paradisiaco lugar enclavado en lo más recóndito del estado.

Este lugar lo distingue un singular quiosco que se construyó inicialmente con piedra de la región, está rodeado de árboles y bajo su sombra unas bancas de cemento; este espacio conocido como zócalo, que lo presume su gente y en especial aparte de su quiosco, son las sillas de metal que asemejan una silla normal, como las silletas construidas  de solerillo, que su gente aprovechó de este singular árbol sus ramas  derechas  y duraderas  para su base y respaldo, de uso por muchos de los hogares de aquellos caseríos de Villagrande; fueron utensilios  propios para el clima de la región; y las que rodean al zócalo su base esta entretejida toda de metal, se cuenta que estas piezas fueran instaladas a principios del siglo XX.

Todas las tardes de verano, las sillas del quiosco parecen estar sobre brasas que desprenden las altas temperaturas; un sol radiante que a esa hora se impacta y, por supuesto en esas condiciones pocos se atrevían a usarlas; ese sol candente también es recibido a plenitud  en los basamentos que sostienen a los personajes de la historia que tuvieron destacada participación en las gestas revolucionarias de 1810, 1857 y 1910 .Son fieles vigilantes de la vida diaria de los habitantes de este pueblo, encierran no solo la historia de una nación, también la de un pueblo que mantuvo vivo el anhelo de alcanzar el  disfrute de los valores más elementales de los que debe gozar todo ciudadano, su independencia y la libertad; sin duda este pueblo se encuentra incluido.

En este lugar, en este espacio en una hora inadecuada, sólo, cabizbajo, vestido de paisano y bajo los candentes rayos del sol, en una de las viejas sillas al poniente del pequeño zócalo, un hombre entrado ya a la tercera edad, permanece pensativo, parece que espera siempre a alguien, nada lo perturba, parece una persona que asiste puntual a una cita ¿quién es ese hombre? ¿Será de aquí? Y son muchas las conjeturas de la gente que ya había notado la presencia de este personaje, y llamaba la atención, porque no se le veía acompañado y también por la hora que se presentaba a ocupar siempre la misma silla y mismo lugar, su faz serena, su porte, todo él controvertido y luego un cuerpo erguido, su cabeza cubierta por un sombrero que poco le protegía de la calidez del clima de esa hora que, a él poco parecía interesarle y todo esto hizo pensar a la gente que tal persona era de esos rumbos de la mixteca, porque en realidad lo que menos intuían era, que hubiera nacido en este lugar. Y si esto resultaba cierto, por qué a ninguno le parecía conocido o poderlo relacionar con algunas de las familias del pueblo, encerraba todo un misterio su personalidad.

Cholula de Rivadavia 17 de marzo de 2024

¨*Texto de Novela en proceso

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Lic. Pedro Sosa: Villagrande te llora

¿Entonces usted no es maestro?, no, Luisa -llegó sola al zócalo y así sorprendió al hombre barbado con esa pregunta-, es que aquí en Villagrande todos son maestros, es cierto – contestó el barbado-, y yo le tengo mucho cariño a tu institución porque la gran mayoría de mis compañeros de la escuela secundaria pasaron a la Normal por Cooperación “Luis Casarrubias Ibarra”, que así inició y el director, el que fundó ésta escuela, el profesor Manuel González Romero había sido nuestro director. Yo le tengo mucho cariño a esa escuela, marcó los cambios, no solo de Villagrande, cambió la vida de municipios de la mixteca. Y quiero contarte que en esa época en que fue fundada en nuestro pueblo, estudiar no era bien visto, las actividades en la que se ocupaban los jóvenes eran el comercio, campo y la ganadería, así que estudiar, con la escuela primaria era suficiente. No obstante el pueblo tenía gente progresista que fueron los que impulsaron su desarrollo, -Luisa  permanecía muy atenta , de pronto exclamó-, allá vienen
Gabina, Sebastián y Martín -y él contestó-, que bueno, para que les comente de la escuela Normal, que mucho tiene que ver con el desarrollo de Villagrande

¡Hola muchachos! Por favor tomen asiento – ya les hablaba con familiaridad -, permítanme un momento – de su morral de ixtle saco su frasco de plástico que con tenía un preparado de aguardiente con refresco de cola- me tomo un traguito de mi refresco-, disculpen la confianza, para luego, qué bueno que estén aquí. Le comentaba a su compañera Luisa que yo no estudie para profesor, como la inmensa mayoría de los de nuestro pueblo, pero quien si lo fue es mi esposa Dolores, así se llama, ella nació aquí en Villagrande, la conocen como la maestra Lolita y, ella siempre estudio aquí  y realizó sus estudios para ser profesora de primaria en esta noble institución, nuestra escuela Normal. Fue una estudiante entusiasta y su gusto fue por el baile, por el folclor regional mexicano y el flamenco español y el de algunas regiones de Sudamérica, lo explotó como estudiante al conformar un grupo de ballet y, quiero decir que su iniciativa tuvo éxito  con la buena participación de sus compañeros. Aún recuerdo que en esa época  la vi participar y ejecutar bailes tradicionales, eran jóvenes estudiantes que desbordaban mucha alegría; queda en la memoria la participación de ese ballet en la cancha de basquetbol  donde hoy se encuentra el mercado municipal, fueron eventos escolares que se recuerdan a todos esos futuros profesores. Es cierto señor asintió Luisa-, nuestra escuela Normal tiene mucho prestigio, y además no solo en el estado, es conocida por sus maestros diríamos que en casi todo el país – apunto el barbado-.

Y fueron esos años de los finales de los 1970, cuando ella aún era estudiante fue que la conocí, recuerdo que fue en una fiesta de quince años en el barrio de San Miguel, donde por cierto iniciaba el grupo musical que después fue conocido como King Caley que amenizó la fiesta, todos ellos amigos míos y en ese barrio siempre llegué, entable ahí amistades. Con mi noviazgo ahí comenzaba una nueva etapa en mi vida, pero todos éramos todavía jóvenes y por supuesto el consumo de cerveza no disminuía ante cualquier pretexto, pero dejaba esa vida nocturna y de fines de semana en el Distrito Federal. El por qué cambia mi vida, lo fue porque una vez que nos hicimos novios entre otras cosas me empecé a olvidar del ambiente del boxeo y del gimnasio y amistades de farra, para esperar  cada fin de semana y reunirme con mi novia.

Aquí en Villagrande todavía corría mis parrandas con mis amigos ya por el hecho de estar reunidos o asistiendo a fiestas en el pueblo y, recuerdo que en una ocasión en el mes de septiembre  que con motivo de las fiestas patrias y luego por la conmemoración de San Miguel, se levantaba un corral de toros en la plazuela del Palacio viejo, frente a la Normal, donde ahora se encuentran esas palmeras y árboles que rodean el auditorio al aire libre –hizo un paréntesis-, no sé si ustedes sepan pero donde hoy se encuentra este espacio de cultura, fue muy complicado desaparecer  un tianguis que se instaló por años y que dañó la imagen de nuestra Normal, los puestos ya les faltaba poco para instalarse dentro de las aulas y, todo esto distraía las labores de enseñanza. Ahí donde está su institución ese inmueble correspondió al primer consistorio –ayuntamiento- de nuestra mixteca, con una traza de modelo español que incluía una enorme plaza y rodeada de espacios en los puntos cardinales para edificar inmuebles para la gente con poder económico. Pero por circunstancias desconocidas está traza se cambió de lugar. Precisamente  en aquellos tiempos en dicha plaza, ahí se celebraban corridas de toros para conmemorar dichas  fiestas y en una tarde, le ofrecí a mi novia que le dedicaría una canción, la del El Sinaloense con la banda de viento que amenizaba la corrida de toros, se lo prometí, porque conocía a integrantes, esta banda de música que se le conocía como “la de cancanas”, estando la plaza llena en una tarde que amenazaba con las últimas lluvias, antes muchachos – hizo pausa el barbado-, quiero decirles que en estos días las lluvias eran intensas ; bueno entonces con mis amigos, cargando un cartón  de cervezas nos cruzamos el corral y nos fuimos donde estaban los músicos, ahí les ofrecimos las botellas de cerveza y me puse a tocar con ellos y la pieza prometida la entonamos cuando mi novia se encontraba en clases, se lo prometí y se lo cumplí, claro esa tarde ya no me encontré con  ella, con mis amigos una vez terminada la corrida de toros, continuábamos la parranda acompañados de la Banda de viento. Ya una vez concluida ésta a altas horas de la noche, me despedía de mis amigos y caminaba de regreso a casa de la ocho poniente, cruzaba la plazuela y llegaba a la  cruz, para tomar mi calle toda ella de tepetate la que sorteaba y pasaba la barranca del Tecomaxuchitl que, a esas horas de la madrugada se sentía un aire fresco, un aire musical proveniente del canto de los grillos, que  anunciaban la  llegada de un nuevo día y luego un silencio que cubría mi calle, para encumbrarme ahora así, al lugar donde siempre me esperaba mi madre, doña Gabi; metía la llave a la cerradura de la puerta que da a la calle con mucho cuidado y trataba de no hacer ruido para no despertarla , sin embargo, ella siempre atenta me sorprendía con su voz llena de ternura : ¡ ya llegaste hijo, acuéstate!, palaras que nunca olvide…. Continuará

Cholula de Rivadavia, Puebla a 24 de agosto de 2023   

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A Valentina

En el año del Señor, 1954, la segunda mitad del siglo XX, terminaba el primer lustro, era una noche fresca del mes de diciembre; la gente que transitaba por la calle real, era escasa, se encontraban reunidas en casa ya la gran mayoría. Un día de fiesta que, durante el día y la tarde, habían acudido puntualmente al ex convento de San Agustín, el santo patrono del pueblo para llevar a cabo un ritual de todos los años en este día, hacer patente su agradecimiento, de acuerdo a su fe, el haber concluido un año más. La luz de la luna alumbraba las calles de tierra suelta, de tepetate y una que otra empedrada; y el silencio a esas horas las atrapaba; apenas se percibía la ansiada espera de escuchar las doce campanadas que marcarían el fin de una noche especial, y después, se dejaba venir el estruendo producido por una serie de cohetones que anunciaban el inició de un año.

En una casa de la calle céntrica, a escasos metros  de la barranca del Tecomaxuchil, ya se sentía un aire fresco que se filtraba por los espacios abiertos: casa grande, con paredes de adobe ancho y un techo compuesto de morillos y vigas de madera, donde descansa una cama compuesta de carrizos  y aclinas de la región, que son cubiertas  de capas de lodo y, encima un conjunto de teja roja rustica; construcción que aminora el candente clima  de la primavera. Ahí, en este lugar del centro del pueblo de villagrande , precisamente a pocos minutos  de que dieran la medianoche, en el hogar del matrimonio formado por Gabina y Victorino, ella acompañada de su cuñada Brígida  y de la matrona, realizando su trabajo de parto, en espera de la llegada del séptimo primogénito de la familia: ¡ Ya Gabinita,  ya mero sale tu bebe!., tranquila todo va a salir bien, ¡ ojala y nazca antes de que tiren los cohetones y den comienzo los balazos que avienta la gente y te asusten.¡ tranquilas mujeres, falta todavía media hora para las
doce! – dice Victorino.

Y antes de las doce, ¡ ya Gabi, haz fuerzas, otro poquito, así, así!. Y de pronto se deja venir un pequeño gemido. ¡Mira Gabi, es niño! ¡Dámelo, lo conoceré! ¡Se ve bien de peso, aunque está delgado!, pero está bien, no te preocupes – dijo Brígida-. ¡Ya Gabina, descansen, todo va estar bien! – Acertó a decir Victorino-, porque dicho esto toma su sombrero, se levanta y se asoma a la calle, respira profundamente, para después dirigirse a observar  a sus demás hijos que ya se encontraban cómodamente dormidos. Bueno las dejo voy a checar el horno, descanso un rato y luego, antes de que amanezca empiezo a hornear el pan, quiero iniciar  bien el año ¡descansen, hasta mañana!  

Ante el silencio que permeaba esa noche, bastaba solo asomarse  a la puerta que da a la calle para escuchar como el agua se deslizaba siguiendo su curso y que, con lo accidentado del tepetate, hacia que cada caída de agua produjera  un ruido sonoro, antes de que la corriente atravesara ese puente conocido como “ de las Flores”, construido a finales del siglo XIX, de estilo romano medieval. A esas horas el escurrimiento del agua era tal, que perturbaba cualquier pensamiento y abrazaba cada noche obsidiana traslucida de diciembre.

Y el tiempo también corría y el pueblo de Villagrande continuaba alejado, apartado rodeado de sus montañas y cerros;  lejos, muy lejos, sin olvidar la sentencia de “ ni agua, para Villagrande”, dictada por gobernantes, estaba vigente, seguía viva.

Cholula de Rivadavia, mayo de 2023

*Miembro Fundador de Alianza Ciudadana Mixteca de Chiautla de Tapia, A.C.

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