Columna | P U L S O    P O L I T I C O

          En conferencia de prensa efectuada ayer en Casa Aguayo, el gobernador Miguel Barbosa Huerta, anunció las medidas tomadas por su gobierno, para proteger a los empleados estatales de 60 años o más, como manera de contribuir  a las personas mayores de un posible contagio de coronavirus y también para facilitar a las  que son madres de familia, la atención a sus hijos.

          Los empleados, hombres y mujeres, mayores de 60 años, que estén incapacitados o embarazadas, en el caso de las mujeres, tendrán cuatro semanas de inactividad con pago de sueldo completo.

          Durante las vacaciones de Semana Santa y los días que se le agregan a las vacaciones escolares por la emergencia sanitaria que estamos viviendo, las madres que laboren en alguna dependencia del gobierno del Estado, tendrán un horario de entrada que se iniciará a las 11 horas, para que tengan oportunidad de convivir y atender a sus menores hijos. Esto a partir del 23 de este mes y hasta el 17 de abril.

           Se suspenderán los martes ciudadanos, durante los cuales el jefe del Ejecutivo Poblano atiende a agrupaciones y personas en los particular, sobre diversos asuntos. El gobernador brindará atención diariamente a un mínimo de 20 personas o comisiones que deseen tratarle algún asunto.

           Ya se sabe que la Feria de Puebla, que se lleva a cabo en el mes de mayo, fue pospuesta para noviembre, pero hasta el momento no se conoce la decisión que se haya tomado en relación al desfile del 5 de mayo.

           Esto del coronavirus, ha venido a trastocar la vida en casi todos los países del mundo. Estados Unidos cerró todos los aeropuertos a los vuelos procedentes de Europa, “menos a Inglaterra”.

           Europa ya cerró sus fronteras aéreas y terrestres para protegerse del condenado virus.

           América Latina, está procediendo en igual forma. Todos quieren evitar en contagio.

            No hay preocupación, hay pánico mundial. Todo mundo se siente amenazado y quien sabe porqué, para protegerse, todos corren a los supermercados a comprar papel higiénico hasta agotarlo en algunos casos.

             Hace como un año, cuando empezó a agravarse el problema político de Venezuela, la gente empezó a vaciar los supermercados y lo primero que agotó, fue precisamente el papel higiénico.

            Por fortuna en nuestro país, la irracionalidad no ha llegado a tanto y solo en algunas ciudades del norte y en algunos rumbos de la capital del país, ha ocurrido esto.

          Platicando con un médico amigo nuestro, nos dijo que es normal este tipo de actitudes en casos de epidemias o pandemias, como es el caso del coronavirus. La gente cree que corre peligro y aun cuando la información que produce el gobierno, en este caso, es seria y correcta, no se atiende o piensa que se le engaña para no causar pánico y se hacen correr rumores y se inventan chismes y el resultado podría ser catastrófico.

           Por fortuna para México, se ha formulado un plan que es técnicamente correcto, según afirma nuestro amigo y el pánico no ha sido generalizado.

           Mucha gente quisiera que el presidente y su gabinete, fueran los primeros apanicados, como ocurrió hace algunos años en el gobierno panista de Felipe Calderón, con motivo de la influenza, pero ni el presidente, ni su gobierno, han caído en eso pese a las presiones de sus opositores.

           Esto de la pandemia está originando graves problemas económicos en todo el mundo: el desplome de las bolsas de valores es solo comparable, dicen al crac de 1987 y las grandes empresas transnacionales, han perdido miles de millones de dólares.

          Si el mal avanza, hay el peligro de que tengan que cerrar, como ya está ocurriendo en algunos países de Europa, pequeñas y medianas empresas y que las grandes, entren en recesión por algún tiempo con pérdidas económicas que repercutirán en todos los sectores.

          Aquí en Puebla, el prolongado cierre de los centros educativos, de kinder hasta universitarios, pone fuera de combate a cientos de vendedores de frutas, aguas frescas o referescos y de chucherías en general, que no tendrán forma de reponer sus pérdidas en el corto plazo.

          Ya se vio el pasado fin de semana, que fue de “puente” por el natalicio de don Benito Juárez. Poco turismo, la ciudad semi desierta y para colmo, una atípica lluvia que en algunos casos, fue con granizo.

          Los 30 días que suspenderán las clases en todo el sistema educativo estatal, desde jardín de niños a universidades, provocará trastornos económicos en empresas micro, pequeñas, medianas y grandes. Las que mas sufrirán, serán las micro y pequeñas, pero todas en su conjunto, tendrán una repercusión negativa en toda la economía estatal.

          Por eso cada familia debe adoptar las medidas necesarias para superar cuanto antes esta emergencia. Esto no solo es asunto de las autoridades de todos los niveles, es asunto de todos los ciudadanos, es un asunto que debe preocuparnos a todos y en cuya solución debemos participar con responsabilidad absolutamente todos.

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¡No más nudos entre nosotros!

    Vivimos tiempos propicios para la reflexión calmada, ya que desde la aurora de la Pascua una nueva primavera de luz nos anima, y en verdad que necesitamos, (creyentes y no creyentes), de este sosiego meditativo, al menos para desenredar los diversos nudos que nos hacemos unos a otros durante el camino existencial. El acontecimiento está ahí, no es un sueño, ni una visión utópica, renace en nosotros cada año como algo único e irrepetible, continúa siendo la gran noticia para toda la humanidad: Jesús de Nazaret, hijo de María, que en el crepúsculo del viernes fue bajado de la cruz y sepultado, ha salido vencedor de la tumba. En efecto, el anuncio de la resurrección no es un invento, sino una realidad histórica que nos acrecienta de luz y esperanza. Ojalá, pues, los moradores del planeta en su conjunto se reconcilien entre sí, y ayuden a consolidar un futuro de seguridad común, a través de una pacífica convivencia, sin otras armas que las de la justicia y la verdad, la clemencia y el entendimiento, el compromiso y el deseo del bien.

    Desanudémonos y confluyamos  en un lenguaje en el que nos veamos de modo transparente, con los ojos de la autenticidad y la mirada redentora de quien es poesía sobre todo lo demás, y que espera junto a nuestra palabra, también nuestra acción. El mundo será lo que nosotros queramos que sea. No lo olvidemos. Ya está bien de torturarnos mutuamente, de maltratarnos como salvajes, de violentar nuestros propios derechos humanos. Por si fueran pocas estas hazañas de odio y venganza, también somos una sociedad contaminante, destructiva a más no poder, a la que le falta voluntad y coraje, para hacer de sus buenos propósitos otros caminos más armónicos, de modo que lleguemos a ser realmente consanguíneos de Jesús de Nazaret, colmados de su paz y, así, de igual modo hermanados en esa diversidad que nos enriquece y esperanza por las vías del mundo como linaje.

    De una vez por todas, por tanto, no más nudos entre nosotros. Pensemos que Cristo murió en la cruz por amor. Y bajo estos níveos sentimientos, la misma noche oscura, comienza a esclarecer y a renovarse. Es tiempo de rescate, de encuentros con la vida y con nuestros equivalentes, de despojarnos de nuestras miserias y tomar otras inquietudes más trascendentes. Docto símbolo de esta verdad es la saeta entonada desde el manantial poético del alma, siempre dispuesta a destruir el mal y a calmar los corazones afligidos, para acabar floreciendo con otros andares más del corazón que del cuerpo. La mano del Redentor nos sustenta, y así podemos versar el canto de los redimidos, el tierno y el eterno ¡aleluya! del amor pleno. En consecuencia, hay que volver al verso más profundo para sentirse un melódico universo en el pulso materno de la auténtica vida, donde las ayudas humanitarias no escasean, porque el amor verdadero lo auxilia todo y lo compadece por siempre.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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 Ciudad del Vaticano.- Fue la afirmación del Papa Francisco a la hora del Ángelus, explicando que el mundo necesita “personas que siguen el empuje del Espíritu Santo que los envía a anunciar esperanza y salvación a los pobres y excluidos; que siguen la lógica de la fe y no del milagro; dedicadas al servicio de todos, sin privilegios ni exclusiones”

En el domingo 3 de febrero, el IV del tiempo ordinario, el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para rezar el Ángelus junto a los fieles presentes en la Plaza de san Pedro, exactamente una hora antes de partir hacia su 27º Viaje Apostólico Internacional, esta vez con destino a los Emiratos Árabes Unidos.

Antes de reflexionar sobre el Evangelio del día, Lucas 4, 21-30, que presenta el relato de Jesús en la Sinagoga, recordó a los presentes que este episodio es la continuación del Evangelio del domingo pasado, en el que Jesús lee el pasaje del profeta Isaías revelando que sus palabras se cumplen en Él, y presentándose como Aquel en quien se ha depositado el Espíritu del Señor.

«El Evangelio de hoy – dijo el Papa - es la continuación de este relato y nos muestra el asombro de sus conciudadanos al ver que uno de sus compatriotas, “el hijo de José” pretende ser el Cristo, el enviado del Padre».

La lógica de Jesús es la lógica de Dios

El Pontífice explicó que Jesús, con su capacidad de penetrar en las mentes y los corazones, comprendió “inmediatamente” lo que pensaban sus conciudadanos. A saber, que “siendo uno de ellos”, debía “demostrar” esta extraña “pretensión” haciendo milagros en Nazaret, como lo hizo en Cafarnaún:

«Pero Jesús no quiere y no puede aceptar esta lógica, porque no corresponde al plan de Dios: Dios quiere la fe, ellos quieren los milagros, las señales; Dios quiere salvar a todos, y ellos quieren un Mesías para su propia ventaja. Y para explicar la lógica de Dios, Jesús trae el ejemplo de dos grandes profetas antiguos: Elías y Eliseo, a quienes Dios había enviado para sanar y salvar a personas no judías, de otros pueblos, pero que habían confiado en su palabra».
El ministerio de Jesús comienza con un rechazo

Crisis humanitaria en Yemen: apremiante llamamiento del Papa

El Papa siguió narrando que ante la invitación de Cristo a abrir sus corazones “a la gratuidad y universalidad de la salvación” los ciudadanos de Nazaret se rebelaron, y asumieron inclusive una actitud agresiva, hasta el punto de que empujarlo fuera de la ciudad hasta un lugar escarpado, “con intención de despeñarlo”.  "La admiración del primer instante se transformó en una agresión, una rebelión en contra de Él", dijo. Y así subrayó que este Evangelio nos muestra que el ministerio público de Jesús comienza con un rechazo y una amenaza de muerte, paradójicamente precisamente por parte de sus conciudadanos. Pero Jesús, que “sabe bien que debe afrontar el cansancio, el rechazo, la persecución y la derrota”, no se desanimó,  ni detuvo el camino y la fecundidad de su acción profética:

«Él continuó su camino, confiando en el amor del Padre».

Se trata de un precio que, según Francisco, “ayer como hoy, la auténtica profecía está llamada a pagar”.

Mundo necesita personas que siguen empuje del Espíritu

La conclusión del Papa fue la afirmación de que también hoy “el mundo necesita ver en los discípulos del Señor, profetas”, es decir, “personas valientes y perseverantes en la respuesta a la vocación cristiana”:

«Personas que siguen el empuje del Espíritu Santo, que los envía a anunciar esperanza y salvación a los pobres y excluidos; personas que siguen la lógica de la fe y no del milagro; personas dedicadas al servicio de todos, sin privilegios ni exclusiones. En pocas palabras: personas que se abren a acoger en sí mismas la voluntad del Padre y se comprometen a testimoniarla fielmente a los demás».

«Oremos a María Santísima, - finalizó Francisco - para que podamos crecer y caminar en el mismo celo apostólico por el Reino de Dios que animó la misión de Jesús. Ángelus domini…»

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Domingo, 19 Agosto 2018 21:04

El mundo se acrecienta de víctimas

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“Solidaricémonos al menos con su poética mirada”
  
    En este mundo cruel, en el que cada día nos reinventamos nuevos tormentos, la sociedad debe ocupar el lugar de las víctimas y dar respuestas a sus voces. No pueden sentirse abandonados a su suerte, hay que atender a sus necesidades, escucharles siempre, que no se sientan olvidados, sin apoyo, solidarizarse con su martirio, adherirse a su tristeza, hasta el punto de que hallen en nosotros una mirada de consuelo, un abecedario de alivio, ya no solo de las instituciones, sino también el abrazo de sus mismos análogos en el camino. Tenemos que recuperar esas vidas ahogadas, perdidas y sin ganas de levantarse, pues sus traumas suelen ser verdaderamente difíciles de sanación. Sin duda, todos estamos llamados a garantizar el respeto universal de los derechos humanos y del estado de derecho como pilar fundamental de la lucha contra cualquier tipo de abuso. Ha llegado el momento, por tanto, de hacer frente a las condiciones que propician la propagación de estos calvarios. Activemos redes de sustento para esas gentes que han sido asoladas por la fuerza del maltrato, por el atropello de los sembradores del terror, o por la violencia de la dominación. Deberíamos aprender de nuestro pasado y debería haber elevación de responsabilidad, tanto de los agentes abusadores o sembradores del terror, como por parte de aquellos que miraron hacia otro lado y permitieron que se produjera la salvaje acción.

    El salvajismo nos ha vuelto seres sin escrúpulo alguno, de una frialdad superior a la de las bestias más bárbaras, lo que nos exige a todos, cuando menos un mayor interés colectivo. Tenemos que volver a esas sociedades más armónicas, y convertirnos como ese orgulloso hijo del continente africano, Kofi Annan, recientemente fallecido, en todo un guía del diálogo, en un inventor de la palabra justa para la resolución de problemas, no en vano dirigió a la Organización de las Naciones Unidas hacia el nuevo milenio con una dignidad y determinación inigualables, tal y como hoy reconocen multitud de dirigentes que trabajaron junto a él, con la persistente ilusión de caminar hacia un mundo más humano y solidario. He aquí, una de sus célebres citas, que escribió para la UNESCO, el año 2011: “Debemos actuar a un nivel más elevado para prevenir los conflictos violentos antes de que ocurran. Necesitamos desarrollar una cultura de paz. El principio fundamental de esa cultura debe ser la tolerancia. Es decir, la capacidad de apreciar y celebrar las diferencias que conforman la variedad y riqueza de nuestro planeta”. Ciertamente, bajo este lenguaje de la consideración al semejante, descenderían el número de víctimas, y por ende, esa naturaleza maligna naciente del odio y despreciativa de toda existencia.

    Por desgracia, debido en parte a esa falta social de deberes éticos y morales, se han disparado los seres vivientes sacrificados o destinados al sacrificio. Esto es lo grave, lo gravísimo del momento presente, las inútiles contiendas que nos producimos a diario entre nosotros mismos, muchas veces avalados por una legión de cómplices. No importa la multitud de agraviados, con tal de imponer el miedo y el dolor. Esta no es la atmósfera que nos merecemos. Necesitamos caminar juntos. No hay que tener miedo a las diferencias. Estamos llamados a entendernos. Lo fundamental es ponerse en el lugar del otro. Nos hace falta otro espíritu más auténtico que impregne nuestras jornadas en expresiones de servicio, en un ejercicio responsable y generoso de la propia misión humanitaria. Quizás exista una sola tristeza, la de no ser buenos acompañantes, buenos auxiliadores, más vivos y más humanos en definitiva. Indudablemente, no es sencillo transformar este hábitat de habladurías fáciles por otro de honduras del alma, que es como en realidad se construye la paz y se hace amigos. Sea como fuere, no puedo dejar de recordar aquella pregunta que se hacía santo Tomás de Aquino cuando se planteaba cuáles son nuestras acciones más grandes, cuáles son las obras externas que mejor manifiestan nuestro amor a Dios. Sin dudar, él respondió que son las obras de misericordia con el prójimo. En efecto, son esos actos de donación verdadera los que acrecientan en nosotros un sentimiento de humanidad que nos engrandece. Ayudémonos en este intento de esperanzarnos como familia. Al fin y al cabo, todos somos víctimas de algo o de alguien. A renacer se aprende llorando conjuntamente. Así compartiremos, luego, una placidez que nadie nos podrá quitar.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Hay una realidad que no podemos omitir, y es la de sentirnos acompañados en todo momento. De ahí la importancia de avanzar en el conocimiento mutuo, de conocer y reconocer las diversas culturas, ofreciendo al mundo un testimonio de los valores de la justicia, la paz y la defensa de la dignidad humana. Levantemos, pues, todos los muros y hagamos piña por lo armónico, con espíritu generoso y entrega incondicional a los que piden nuestro auxilio. Socorrer no sólo es parte del deber humano, sino también parte de la placidez nuestra.

Para desgracia de todos, son muchas las personas que huyen desesperadas de su entorno y nos necesitan. Seamos su aliento. El mundo ha de ser más corazón que poder, más poesía que pedestal, más abrazo que rechazo. Cualquiera nos podemos ver en situaciones de dificultad en algún momento de nuestra existencia. En estos momentos, pienso en esas gentes que desean tener la posibilidad de una vida libre de violencia y afrontan la escapada con la ilusión de encontrarse con un ambiente hospitalario. También reflexiono sobre esas valerosas mujeres en riesgo permanente, puesto que son más vulnerables a los abusos sexuales. Ojalá reforcemos nuestra presencia, nuestra mano tendida, hacia aquellos seres humanos en situación de abandono y necesidad. No olvidemos que uno se reconoce a sí mismo en relación con los demás, y que es obligación levantar al débil, pero al mismo tiempo sostenerlo y sustentarlo después, hasta que se reencuentre con fuerzas.

    Sentirse acompañado es la primera respuesta humanitaria, para luego focalizar nuestro soporte en los aspectos de integración, de reducción de la xenofobia y la discriminación, ofreciendo ese espíritu solidario que todos nos merecemos por el simple hecho de formar parte de la familia humana. Jamás desterremos los vínculos. Somos miembros de una estirpe común, que puede ser diversa, pero que ha de ser convergente en ese bien colectivo que a nadie le podemos negar. Por tanto, es hora de que la sociedad enhebre otras actitudes, de que sus moradores actúen de otro modo más auténtico y clemente, y por eso, es fundamental que la comunidad internacional reflexione sobre cómo puede cumplir con los compromisos de reducir la corrupción y el soborno, quizás haciendo de las instituciones una buena gobernanza, organismos más eficaces y tranparentes, para que podamos fortalecer la recuperación y devolución de activos robados.

Desde luego, este espíritu corrupto mundializado, con el consabido gran poder que le respalda, puede llegar a destruirnos como linaje. Es público y notorio que esa pequeña élite dominadora, que no ha sabido ganarse el pan con dignidad, estará siempre dispuesta a dificultar la rendición de cuentas, lo que no solo debilita la democracia con sus actuaciones, sino que también impide avanzar hacia ese orbe armónico, donde nadie ha de ser más que nadie. Sin duda, estamos llamados a ser ese equilibrio natural respetuoso con todo y por todos. Esto será la mayor riqueza de la familia humana. En consecuencia, no podemos continuar endiosados en esa atmósfera de injusticias permanentes, en ese andar egoísta, que solo entiende de negocios para sí y los suyos.

Seguramente nos vendría bien a todos, avivar una mayor entrega hacia ese pilar mundial de los derechos sociales, máxime cuando aumentan tanto las desigualdades por todo el planeta, cuando menos para poder sentirnos comunidad. Indudablemente, es la experiencia de sentirnos parte del mundo lo que nos pone en movimiento. Con la dignidad de sentirnos útiles y cooperantes es como se cimienta ese mundo más sensible a los problemas de nuestros análogos. Esto implica, activar las acciones conjuntas por muy diferentes que sean las políticas de los gobiernos, fomentando toda clase de intercambios entre culturas. Por otra parte, urge un cambio radical en el comportamiento de la humanidad. Para empezar, a mi juicio, hay que ser más consecuentes con nuestros estilos de vida, y no permitir degradarnos por estructuras económicas que nos manejan a su antojo. Ningún ciudadano se vale por sí mismo. Cierto. Forma parte de la naturaleza y hay que tomar conciencia de esa capacidad de compartir, de hacer familia, de sentirse tronco en suma. Es un modo de quererse y de amar, de donarse y de perdonarse, de embellecerse y engrandecerse, porque al fin, nada nos es ajeno a ese deterioro de la calidad de la vida humana y de degradación social que todos soportamos, unos de manera real y otros de manera tácita. Al fin y al cabo, lo armónico se conquista cada día y es para todos, como la muerte misma llega porque sí, y para todos de igual forma.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Artículo | Algo Más Que Palabras

Hubo un tiempo en el que todo era poesía,
a ella hemos de volver.
   
    Tenemos que aprender a crear imágenes esperanzadoras a nuestro alrededor. El mundo necesita embellecerse y retornar a lo auténtico, que es donde en verdad radica la bondad. Hay muchos parlanchines, demasiados diría yo, dispuestos a dejarnos sin corazón, a imbuirnos por los sufrimientos, puesto que cada vez se recolectan más necedades en procesos democráticos. Deberíamos, pues, retornar más a nuestro interior para poder discernir lo engañoso de lo verdaderamente verídico. Los sueños de muchas vidas humanas no se los llevan las bombas, sino el pulso del alma, siempre dispuesto a renacer aunque sea de las cenizas del odio sembradas. Por desgracia, nos falta amor para no dejarnos absorber por esta espiral de violencias y de abuso sistemático de los derechos humanos. Es hora, por tanto, de repensar ante los ojos del mundo, sobre la necesidad de levantar cabeza y no caer en el vértigo de una globalización ciega, adoctrinada por los poderosos, a los que les importa nada este mundo crecido de injusticias y desigualdades. De hecho, en vez de derribar muros y distancias, lo que se activa es un espíritu de egoísmo sin precedentes, que impide compartir nada. A veces, hemos de reconocer que somos la más pura contradicción en camino, siempre poniéndonos barreras unos contra otros.

    Ante este panorama desolador, muchos desfallecen en el camino. Es una lástima. Ojalá aprendamos a sintonizar con las diversas cuerdas del corazón, que realmente son las que nos armonizan la vida. Por eso, es fundamental activar nuevas vías de expresión que permitan, aparte de reafirmar identidades, transmitir valores con originales lenguajes verdaderamente ciertos. La persistente contaminación a través de un lenguaje engañoso nos está dejando sin tiempo para pensar, y esto es grave, máxime en este momento en que vamos de falsedad en falsedad, que es justo lo que desean los que codician insaciables el poder, a través de la tenencia del dinero, para poder robarnos hasta la libertad de ser uno mismo. Dostoyevski, precisamente, dejo escrito algo memorable al respecto, que no me resisto a transcribir: “Quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás. Luego, como ya no estima a nadie, deja también de amar, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos; y por culpa de sus vicios, se hace como una bestia. Y todo esto deriva del continuo mentir a los demás y a sí mismo”. Esto nos exige, sin duda, volver a nuestras habitaciones interiores para dejarnos alentar por el propio pulso, que todos llevamos consigo, puesto que somos ese purificador verso interminable, desde el momento mismo de nacer. 

Es cuestión de dejarnos interpelar por esa voz íntima, que nos insta a vernos a la luz de las níveas metáforas, sumando miradas en la misma dirección, y viéndose uno mismo entre ellas. ¿Qué es el camino, sino una manera de sentirse? Sin los sentimientos nada sería lo que es, hasta el punto de que –como dijo el escritor español Francisco de Quevedo (1580-1645), “los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”. Y así es, el manantial existencial nuestro no es otro más que nuestro específico pulso de vida. Cada cual tiene la edad de sus emociones. De ahí la importancia de cuidar nuestros entornos. No vayamos a perder la capacidad de asombro ante tanta pérdida de masa forestal, o el propio sentido humano, ante la avalancha de crueldades que nos circundan. Sea como fuere, es tiempo de mejores gobernanzas,  pero también de escucharnos mar adentro. A un gran corazón nada se le resiste, ninguna ingratitud lo cansa, nadie lo detiene. Tratemos de ver con el frenesí de nuestras propias entretelas. Seguramente, entonces, nos atreveremos a compartir el sufrimiento de nuestros análogos, reconociendo de este modo que con nuestra contribución es como el mundo puede cambiar. Sinceramente, todos podemos aportar algo en ese cambio, concertando y conviniendo, que la realidad no puede estar sumisa a don dinero, sino al celeste verso y al verbo humano para recuperar su innata armonía, a la que hemos de regresar por siempre.
 
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Domingo, 25 Febrero 2018 20:51

Otro talante y otros talentos

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    El mundo necesita reducir tensiones, sobre todo entre las diferentes fuerzas políticas internas de los países y sus sectores sociales, y para ello, la única salida es propiciar diálogos sinceros, encuentros sensatos más allá del populismo, así como una conciencia de respeto a los derechos humanos y al estado de Derecho. Nos hace falta llenar los caminos humanos de un nuevo esplendor vital, que mana de nuestra dedicación a los demás y de la alegría compartida. Por eso, me emocionan aquellos caminantes siempre dispuestos a ser creativos para mejorar la vida de los otros y no tanto la suya, con  genio e ingenio permanente para realzar las atmósferas con la proximidad de una mirada que acaricia. Por tanto, cada cual tenemos una misión reconstructora, que hemos de llevarla a cabo de modo ejemplarizante, dando forma estética a todas aquellas ideas de fondo, concebidas con la mente, y que han de estar al servicio de la colectividad. En consecuencia, es tiempo de tomar otro talante, al menos más auténtico, para imprimir otro entusiasmo, adyacente a otros talentos, que nos hagan disfrutar de la vida y soñar con un futuro más en familia, más en coherencia de donantes con nuestros principios innatos, sabiendo que la unidad prevalece sobre el conflicto siempre. ¡Qué se acabe el lenguaje de la muerte! Son, precisamente, esa suma de corazones latiendo unidos lo que da sentido a nuestra existencia.

    Desde luego, merece la pena considerar la pieza de unión entre los diversos puntos de vista. El Acuerdo reciente entre treinta y seis entidades de la ONU para prestar apoyo a los Estados Miembros para que puedan combatir y prevenir actos de terrorismo y extremismo violento, es un claro ejemplo de que juntos cualquier discordia se debilita. De ahí la necesidad de acoger todas las culturas, talantes e iniciativas, con la única condición de que vayan dirigidas a la construcción de un mundo más habitable y, por ende, más conciliador. Pongamos todo el talento y la experiencia en ello, pues como decía en su época el militar y político de origen venezolano, Simón Bolívar (1783-1830), “la unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”.  En efecto, todo es en sí mismo una profunda unidad a pesar de la diversidad de lenguas y de pensamientos, lo que nos exige tomar ese innato espíritu de comunión, frente a este vivir tan fragmentado, empezando por nuestros propios hogares. Por cierto, España, es el segundo país en Europa con mayor tasa de divorcios. Con frecuencia, nos dejamos llevar de las modas, quedando atrapados por esta mentalidad de ruptura de una relación, sin apenas hacer nada, mientas que a lo mejor con una simple ayuda podrían superarse las dificultades. Sucede a menudo que los Estados, responsables de esa cohesión social, alientan y alimentan precisamente esta mentalidad divorcista, en beneficio de otros modelos en el que todo se confunde y se deshumaniza. ¡Qué se acabe el lenguaje de la mentira! Ya se dice que no hay mayor falsedad que la verdad mal entendida.  Cuidado, además, que cuánto más rueda el engaño, más grande se vuelve, es como una bola de nieve.

    Sea como fuere, de un tiempo a esta parte, todo lo enmarañamos hacia la triste situación del incumplimiento de palabras tan bellas como el amor, lo que genera un ambiente tan provocador, y de tantas incertidumbres, como peligroso. Realmente, con nuestra pasividad nos hemos  desplazado a un horizonte de barbaries que nos dejan sin palabras. Mal que nos pese, la solución natural a la crisis de cualquier relación no es la de poner tierra por medio, sino la de reflexionar en conjunto y ver la manera de volver a reintegrarse. Por otra parte, una sociedad que se goza dividiendo difícilmente va a proyectar comunidades acogedoras. A mi juicio, no hay situación complicada que no pueda afrontarse adecuadamente cuando se cultiva un clima coherente aglutinador, tanto de apertura como de reconciliación. Será cuestión de revalorizar el amor como abecedario de encuentro, como proyecto de camino, de andanza y convivencia. Claro, que en vista de esta alarmante situación de absurdos, requerimos de otros talentos menos rencorosos y de otros talantes más indulgentes. Sin duda, andamos hambrientos de nuevas quietudes. Orientémonos, pues, hacia la auténtica esencia que nos tranquiliza, que no está en la rivalidad ni en la desmembración, sino en el genuino constructor de vínculos, de aquellos que reconstruyen la armonía que se ha roto e instan a no separarnos de los deberes de la justicia, con la clemencia necesaria para comenzar un nuevo andar. ¡Qué se acabe el lenguaje de lo absurdo! Ya está bien de tantas necedades. Demasiado larga es la vida para el necio que no atina a reconocerse ni a situarse en su conciencia.

Víctor Corcoba Herrero /  Escritor
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Miércoles, 14 Febrero 2018 15:51

Tenemos que ser más cooperantes

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    El mundo necesita de gobernantes éticos que ofrezcan resultados concretos y tangibles para sus ciudadanos, especialmente para aquellos más vulnerables, con activos esperanzadores y sin recortes en gasto social. Ante esta realidad, y por principio, tenemos que ser más cooperantes unos con otros, sobre todo aquellos países más prósperos y avanzados. La cuestión no es disparar el gasto militar, ¡no!, sino priorizar en las necesidades básicas de todo ser humano, como la salud, el agua y la educación, poniendo todas nuestras fuerzas en ese marcado acento solidario. Por otra parte, hay que poner fin a la cultura del soborno y del privilegio, también a la cultura del derroche, que nos ha hecho insensibles al padecimiento de nuestros análogos. Por tanto, hemos de volver a impulsar ese patrimonio humanístico con los más necesitados y desamparados. Sin ir más lejos, las mujeres continúan estando por debajo de los hombres en todos los indicadores de desarrollo sostenible. Asimismo, los refugiados del país africano reciben solo el 21% de la ayuda que necesitan, lo que no alcanza unos estándares humanitarios aceptables. Y así podríamos continuar, mostrando esos espacios injustos que nos requieren a todos con manos laboriosas y en acción permanente; no para tener más, sino para dar mejor.

No cabe duda de que necesitamos seguir fortaleciendo ese espíritu de colaboración, tan necesario para hermanarnos, en un mundo tan dividido. En consecuencia, si en verdad queremos promover la cultura de lo armónico, la reconciliación y la justicia entre todos, hemos de movilizar los corazones. Dejemos que sean nuestros propios latidos quienes nos hablen e interroguen, y no las armas, lo que nos proporciona cierta decisión para superar la mucha violencia que a diario derramamos por el planeta. Precisamente, la Comisión Europea ha decidido recientemente registrar una Iniciativa Ciudadana Europea titulada: “Tenemos una Europa acogedora, ¡ayudemos!”, que dice: "Los gobiernos luchan por manejar la migración. La mayoría de nosotros queremos ayudar a las personas necesitadas porque nos importan. Millones de personas se han alzado para ayudar. Ahora queremos ser escuchados. ¡Reivindiquemos una Europa acogedora! Hacemos un llamamiento a la Comisión Europea actuar." Los organizadores piden a la Comisión que "apoye a los grupos locales que ayudan a los refugiados... eviten que los gobiernos castiguen a los voluntarios... defiendan a las víctimas de la explotación, el crimen y los abusos contra los derechos humanos". Sin duda, un buen propósito a ejercitar por todos los continentes. En efecto, es hora de pasar página, haciéndonos anunciadores y constructores de vida, dejando al lado cualquier resentimiento de rabia, violencia o venganza.

Como digo, y vocifero a plena alma, la cooperación es esencial ponerla en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestros trabajos, así como los medios concretos susceptibles de asegurar que el buen proyecto se pueda hacer realidad con la ayuda de todos los moradores del planeta. Hoy más que nunca necesitamos buscar los caminos de encuentro; a la vez que es menester reencontrarnos en ese patrimonio común de valores del que vive cada una de las culturas diversas, para poder reflexionar sobre los significativos caminos de un auténtico servicio y donación a los demás, desde una visión responsable, creativa y de pensamiento. Lo fundamental a veces es nuestra buena disposición a las reglas del consenso, cuando menos para llevar a buen término nuestros programas de trabajo. Desde luego, no tiene porque ser difícil cuando el deber de proceder es tenaz con el diálogo y la negociación. En cualquier caso, siempre será bueno pararse y recapacitar, jamás para resignarse, sino para tomar empuje moral. Está visto que el buen momento que está atravesando la economía mundial no es la nueva normalidad, sino una propuesta inclusiva de ese crecimiento para que nos sintamos todos acogidos, sin exclusión alguna, lo que nos exige un cambio en nuestras actitudes, no con palabras sino con hechos, sabiendo que mantenerse unidos es el avance, pues cooperando todos con todos, aparte de injertar sabiduría, ya no solo para el éxito, sino también para uno poder sentirse bien. 

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Domingo, 14 Enero 2018 15:18

El mundo ha de enmendarse cada día

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Desde la diversidad hay que reconstruir el mundo. La tarea no es fácil. Andamos demasiado tensos. Así no se puede conversar para converger posturas. Tampoco es cuestión de desistir por muy problemáticas que sean las situaciones. Se trata de no renunciar al encuentro de nadie y de poner en valor la dignidad, la igualdad y los derechos humanos, sin exclusión alguna. En efecto, algunas culturas son muy cerradas y comprender sus ideas, pensamientos y vivencias, nos puede resultar bastante complicado, pero hay que perder el miedo y tender la mano siempre. Estamos predestinados a entendernos, a formar sociedad trabajando juntos, bajo las verdaderas columnas del respeto y la comprensión, de la verdad y la libertad; lo que nos exige a todos un compromiso de generosidad, fruto del amor hacia nuestros análogos. Llegado a este punto, pienso, que las organizaciones internacionales tienen que ser más eficientes, más enfocadas a la gente y menos burócratas, más transparentes y más humanas. Ellas, indudablemente, han de ser el referente del cambio.

    Dicho lo cual, hemos de reconocer que las influencias actuales son más bien desastrosas ante la pérdida de toda moral. La acción de los poderosos constantemente es interesada, cuando debiera ser de servicio. De ahí lo importante que es reorganizarse socialmente, con renovadas acciones, más éticas y menos especulativas, sin la terrible carga de odio y rencor que mucha humanidad acumula, a causa de tanta injusticia sufrida a pie de obra. Para desgracia nuestra, también  nos acecha una potente tendencia ideológica que nos divide en lugar de unirnos. En ocasiones, olvidamos que las ideologías cierran el corazón a la sensatez, lo confunden todo y lo embadurnan de desconfianza. La consecuencia de esta maldad nos la encontramos en cualquier esquina, sólo hay que mirar y ver, como del fanatismo a la barbarie media un paso y poco más. Es importante, pues, ocuparse y preocuparse conjuntamente los unos de los otros. Sólo así podremos vivir armónicamente y con idénticas posibilidades. Ahora bien, conseguir ese pensamiento libre en el momento presente puede resultarnos dificultoso, pero no es imposible, porque aunque el espíritu democrático muchas veces está corrupto y secuestrado, nuestra conciencia al fin  nos delata y nos despierta.

    El mundo que no ha nacido, ni acabará con nosotros, merece organizarse para todos, no únicamente para un sector de moradores privilegiados, los que perennemente suelen llevarse las glorias, mientras los débiles el fracaso. Por eso, es una noticia esperanzadora, que modifica actitudes pasivas de otro tiempo, que el Pacto Mundial para la Migración sea la prioridad de la Asamblea General de Naciones Unidas para 2018. “La gestión de la migración es uno de los factores que, en el momento actual, ponen a prueba con mayor urgencia y repercusión la cooperación internacional,” dice António Guterres en el informe “Conseguir que la migración funcione para todos”.  Por cierto, ese documento es la contribución del Secretario General de la ONU al proceso, ofreciendo su visión para una cooperación internacional constructiva.

En la actualidad, tenemos 258 millones de migrantes en todo el mundo: un 48% más que en el año 2000. El cambio climático, el crecimiento de población y las crisis económicas probablemente harán aumentar estos niveles, con un mayor riesgo de movimientos masivos de personas en situación vulnerable. Ante esta realidad, no sólo hemos de renacer hacia otras atmósferas más humanistas, también tenemos que rehacer ese mundo perdido, esclavizado como jamás, que debe salir a reencontrarse con lo auténtico.

Nos alegra, por ende, que en algunos países, y después de vivir fuertes contiendas, se dispongan a enmendarse como sociedades democráticas inspiradas en la justicia social. Ciertamente, este es el camino para poder hermanarse. De lo contrario, una sociedad que se asienta en bases falsas, difícilmente va a poder sobrevivir en el tiempo. Tal vez sea el momento de experimentar la cercanía entre sentimientos y culturas. Es la mejor manera de crecer como especie pensante. Lo importante es no dejar de auxiliarse. Pensemos que somos parte de un todo, y al igual que un poema es la unión de palabras que uno no pudo imaginar juntarlas, pero que una vez acompasadas y acompañadas forman algo así como un misterio que nos emociona, también nosotros en genuina comunión somos esa mística imperecedera que nos inquieta y fraterniza.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Miércoles, 12 Julio 2017 21:10

El mundo brota en cada corazón humano

Artículo | Algo Más Que Palabras

    Nuestra gran asignatura pendiente como civilización radica en humanizarnos. Sólo así podremos llevar a buen término ese futuro esperanzador que nos aglutine a todos. Por desgracia, la situación se complica, puesto que los problemas del desempleo, la desigualdad, el trabajo en precario, la injusticia, en lugar de aminorarse y corregirse, se agravan y nos desbordan. Se da la circunstancia que una parte de la humanidad progresa, mientras otra retrocede, y lo que es peor, permanece hundida y sin esperanza alguna. Desde luego, requerimos de otras energías para salir de este bloqueo que nos impide soñar y buscar nuevos caminos. Quizás tengamos que ser más creativos y optar por una nueva manera de coexistir, escuchándonos todos mucho más y no encerrándonos, para poder realizar los caminos unidos, mediante otros abecedarios más de encuentro, sin tanta competitividad, que lo único que hace es favorecer la conflictividad entre unos y otros. No olvidemos que el mundo nace en el yo de cada uno, para conjugarse en todos los tiempos y edades, poniéndonos en disposición de servirlo en esa causa colectiva que es la vida.

    Es hora de salir de nuestras corazas, de borrar la palabra enemigo de nuestro diario de subsistencia, y de contribuir a un giro histórico en nuestra manera de movernos hasta el final. Cada cual en su posición existencial tiene una grave responsabilidad para resolver ese desplazamiento, hacia horizontes más armónicos y auténticos. Las heridas que viene provocando este volcán de intereses, creados y generados por el hombre, nos está dejando sin aliento a todos. Ya está bien de perpetuar el miedo y los enfrentamientos, en vez de prestar otra atención más compasiva a tantos análogos nuestros tirados en el camino. Deberíamos vivir más próximos con el prójimo, alentando menos odio y más amor, activando nuestra lucha por la justicia social y acompañando a los que piden nuestro auxilio, que cada día son más. Quiero recordar que, algo tan básico como el acceso a agua potable en el hogar, el saneamiento y la higiene en el hogar, continúa siendo un privilegio de los ricos o de quienes viven en centros urbanos. A propósito, un reciente informe conjunto de la Organización Mundial de Salud (OMS) y UNICEF, ratifican de que tres de cada diez personas en el mundo, o dos mil cien millones, carecen de dicha acogida en sus casas, además de que seis de cada diez, o cuatro mil quinientos millones, no poseen servicios de sanidad adecuados.

    Ante esta angustiosa realidad, quizás nos venga bien poner en práctica lo que San Francisco de Asís, apuntó en cierto momento: “allí donde haya odio, que yo ponga el amor, allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón; allí donde haya discordia, que yo ponga la unión; allí donde haya error, que yo ponga la verdad”. Indudablemente, para asegurarnos nuestra existencia como especie no podemos quedar con los brazos cruzados, es necesario requerir proyectos mundiales, establecer alianzas globales, injertar ilusiones y forjar objetivos, como puede ser un trabajo decente para todos, una pobreza cero y una realización plena de la persona. Desde luego, las transformaciones que observamos en la actualidad nos obligan a reflexionar sobre el futuro del trabajo a largo plazo a fin de encauzar esta evolución hacia la justicia social, pero también nuestro mundo de relaciones nos obliga a ser más comprensivos y a entendernos en un mundo globalizado en el cual todos somos dependientes de todos. Por tanto, hay que pasar de esa autosuficiencia, o endiosamiento absurdo, a otra atmósfera de más unión desde la diversidad, y así poder afrontar los problemas de nuestros días con un verdadero espíritu generoso, lo que nos llevará a comprender los signos y los símbolos del tiempo actual.

    Hoy todos los continentes se hallan en un mundo complejo y altamente móvil, cada vez más globalizado y, en consecuencia, también más cercano. A esta proximidad debemos ponerle calor humano, para superar los muchos conflictos abiertos o latentes. Nuestra historia es un encuentro permanente. El referente, en otro tiempo, de “Juntos por Europa” es un poder unificador con el claro objetivo de traducir los valores europeístas en respuestas concretas a los desafíos de un continente en crisis. Ahora, cuando tenemos una visión global del mundo, nos hace falta objetivos que den solución a un nuevo modo de vivir, sin tantas ataduras, con más desprendimiento, para pasar a ser unos moradores abiertos, acogedores, creando no sólo formas de cooperación económica, sino también humanas, donde el diálogo basado en sólidas leyes morales sea el único lenguaje común, y así poder organizar un mundo creado para ser vivido por todos. Ojalá podamos dejar este mundo para nuestros descendientes un poco mejor de cómo lo hemos hallado y no viceversa. Vale la pena esta apuesta y, personalmente, detesto a resignarme de que no lo sea así.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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