Domingo, 09 Septiembre 2018 12:25

Corregirse y enmendarse

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Amar es vivir fuera de sí, a corazón abierto, sin temor a mirarse y a verse en camino”
   
    Nuestra propia historia nos pone en camino, nunca como nómadas solitarios, sino como andarines poblados de abecedarios para entendernos y hacer familia, a través de la memoria y la esperanza. Con los recuerdos podemos evitar los errores del pasado y confluir hacia horizontes más claros. Por otra parte, está bien reanimarse sabiendo que una ilusión aviva nuevas ilusiones, y esto por sí mismo, ya es un gran paso adelante. A veces, nos ahogamos en historias inútiles que no valen la pena ni dedicarles un minuto de nuestro tiempo, pues lo verdaderamente interesante es acogerse y respetarse unos a otros, corregirse y enmendarse colectivamente, con lo que esto supone de enriquecimiento y evolución.

El tiempo y la naturaleza tienen la capacidad de rectificar nuestros propios defectos. Personalmente, hace unos días me puse a imaginar ese mundo trazado por Valérie Schmitt (Directora Adjunta del  Departamento de Protección Social de la OIT), “donde ningún niño necesite trabajar para ayudar a sus padres, donde ninguna madre tenga que regresar al trabajo el día después de dar a luz, donde ninguna persona mayor se vea obligada a trabajar hasta la muerte, donde ninguna persona con discapacidad tenga que mendigar en las calles…”. Yo mismo, tras despertar del relato, me di cuenta que el camino es hacia uno mismo, hacia su propio corazón; empedrado, en ocasiones, por odios y venganzas absurdas.

En efecto, para muchos de nosotros este cosmos sigue siendo una quimera. A los hechos me remito, el 55% de la población mundial vive sin protección social, o sea, sin amparo alguno. Quizás, por ello, tengamos que pensar en otras sendas más solidarias y no egoístas, cuando menos para permanecer unidos. En este sentido, nos alegra que después de sus cien años de sueños, la Organización Internacional del Trabajo, se disponga a trabajar duro en la creación de una cultura auxiliadora socialmente, generando de este modo el impulso que se requiere para hacer realidad la protección social universal.

Sin duda, tenemos que poner más alma en nuestro quehacer diario, si en verdad queremos dejar a nuestros descendientes un mundo menos fracturado y violento, al que hoy le devora el egoísmo y la falta de auténtico amor entre análogos. Ojalá aprendamos a enmendarnos, a sentir nuestra pequeñez de no ser nadie sin los demás, a tomar la inquietud de reencontrarnos como propósito diario, desafiando la adormecida conciencia de la mundanidad que todo lo somete al interés del poderío. Desde luego, ha llegado el momento de derrumbarnos y recapacitar, de ver otras salidas más humanas, de que los moradores de todas las culturas practiquen más que nunca la sintonía de la escucha, para entrar en consideración con toda vida humana, por minúscula que nos parezca.

Realmente cuesta entender que, en medio de los desafíos que presenta el orbe actual, no se reconsidere que lo armónico llega de la mano de lo justo, y que teniendo voluntad de dejarnos acompañar por lo auténtico y por la equidad, por muy amargos que sean los días, mejoraremos nuestras atmósferas al menos con más sosiego, y por ende, renacerá una nueva época, en la que esta diversidad ya reconciliada, hará florecer nuevos espacios, donde caminar juntos, donde trabajar unidos,  porque el tiempo no se detiene, continua sin cesar y hemos de ponernos de acuerdo. Pero, ciertamente, hasta que los que ocupan puestos de responsabilidad no acepten con valentía su modo de ejercer el poder, sirviendo a todos y sin oprimir a nadie, va a ser difícil sentir ese mundo unido que todos decimos anhelar. Lo decía la inolvidable Misionera de origen Albanés naturalizada India, Madre Teresa de Calcuta (1910-1997): “El que no vive para servir, no sirve para vivir”; y, cuánta razón tiene su célebre frase, porque vivir es legarse más allá de las meras palabras, no enriquecerse de nuestros semejantes, jamás robarles como suelen hacer esa legión de corruptos que ocupan algunos pedestales con poder en plaza. ¡Qué degeneración más tremenda el espíritu de la corrupción!

Por cierto, la reciente llamada del presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el eslovaco Miroslav Lajčák, de que “las Naciones Unidas se necesitan más que nunca y, sin embargo, hay gobiernos que no parecen entender eso”, debiera de hacernos repensar la idea, de que hemos de ponernos todos a servir más y mejor, sí quieren bajo el estético intelecto de que amar es vivir fuera de sí, a corazón abierto, sin temor a mirarse y a verse en camino. Porque la concordia llega con el perdón siempre a punto, después de fusionarse a la cátedra del donarse; que, en el fondo, es desprenderse de uno mismo, llorando con el que llora y riendo con el que ríe.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Domingo, 14 Enero 2018 15:18

El mundo ha de enmendarse cada día

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Desde la diversidad hay que reconstruir el mundo. La tarea no es fácil. Andamos demasiado tensos. Así no se puede conversar para converger posturas. Tampoco es cuestión de desistir por muy problemáticas que sean las situaciones. Se trata de no renunciar al encuentro de nadie y de poner en valor la dignidad, la igualdad y los derechos humanos, sin exclusión alguna. En efecto, algunas culturas son muy cerradas y comprender sus ideas, pensamientos y vivencias, nos puede resultar bastante complicado, pero hay que perder el miedo y tender la mano siempre. Estamos predestinados a entendernos, a formar sociedad trabajando juntos, bajo las verdaderas columnas del respeto y la comprensión, de la verdad y la libertad; lo que nos exige a todos un compromiso de generosidad, fruto del amor hacia nuestros análogos. Llegado a este punto, pienso, que las organizaciones internacionales tienen que ser más eficientes, más enfocadas a la gente y menos burócratas, más transparentes y más humanas. Ellas, indudablemente, han de ser el referente del cambio.

    Dicho lo cual, hemos de reconocer que las influencias actuales son más bien desastrosas ante la pérdida de toda moral. La acción de los poderosos constantemente es interesada, cuando debiera ser de servicio. De ahí lo importante que es reorganizarse socialmente, con renovadas acciones, más éticas y menos especulativas, sin la terrible carga de odio y rencor que mucha humanidad acumula, a causa de tanta injusticia sufrida a pie de obra. Para desgracia nuestra, también  nos acecha una potente tendencia ideológica que nos divide en lugar de unirnos. En ocasiones, olvidamos que las ideologías cierran el corazón a la sensatez, lo confunden todo y lo embadurnan de desconfianza. La consecuencia de esta maldad nos la encontramos en cualquier esquina, sólo hay que mirar y ver, como del fanatismo a la barbarie media un paso y poco más. Es importante, pues, ocuparse y preocuparse conjuntamente los unos de los otros. Sólo así podremos vivir armónicamente y con idénticas posibilidades. Ahora bien, conseguir ese pensamiento libre en el momento presente puede resultarnos dificultoso, pero no es imposible, porque aunque el espíritu democrático muchas veces está corrupto y secuestrado, nuestra conciencia al fin  nos delata y nos despierta.

    El mundo que no ha nacido, ni acabará con nosotros, merece organizarse para todos, no únicamente para un sector de moradores privilegiados, los que perennemente suelen llevarse las glorias, mientras los débiles el fracaso. Por eso, es una noticia esperanzadora, que modifica actitudes pasivas de otro tiempo, que el Pacto Mundial para la Migración sea la prioridad de la Asamblea General de Naciones Unidas para 2018. “La gestión de la migración es uno de los factores que, en el momento actual, ponen a prueba con mayor urgencia y repercusión la cooperación internacional,” dice António Guterres en el informe “Conseguir que la migración funcione para todos”.  Por cierto, ese documento es la contribución del Secretario General de la ONU al proceso, ofreciendo su visión para una cooperación internacional constructiva.

En la actualidad, tenemos 258 millones de migrantes en todo el mundo: un 48% más que en el año 2000. El cambio climático, el crecimiento de población y las crisis económicas probablemente harán aumentar estos niveles, con un mayor riesgo de movimientos masivos de personas en situación vulnerable. Ante esta realidad, no sólo hemos de renacer hacia otras atmósferas más humanistas, también tenemos que rehacer ese mundo perdido, esclavizado como jamás, que debe salir a reencontrarse con lo auténtico.

Nos alegra, por ende, que en algunos países, y después de vivir fuertes contiendas, se dispongan a enmendarse como sociedades democráticas inspiradas en la justicia social. Ciertamente, este es el camino para poder hermanarse. De lo contrario, una sociedad que se asienta en bases falsas, difícilmente va a poder sobrevivir en el tiempo. Tal vez sea el momento de experimentar la cercanía entre sentimientos y culturas. Es la mejor manera de crecer como especie pensante. Lo importante es no dejar de auxiliarse. Pensemos que somos parte de un todo, y al igual que un poema es la unión de palabras que uno no pudo imaginar juntarlas, pero que una vez acompasadas y acompañadas forman algo así como un misterio que nos emociona, también nosotros en genuina comunión somos esa mística imperecedera que nos inquieta y fraterniza.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Publicado en COLUMNAS