Columna | P u l s o P o l i t i c o
 
En varias ocasiones el Frente Nacional de Productores de Leche, ha lanzado un grito de auxilio a las autoridades, para no desaparecer, pues el peligro de extinción de esa actividad es real.

Son decenas de miles de pequeños y medianos productores los que están en peligro de quedar sin sustento, por la desaparición de la que en otros tiempos fue la floreciente ganadería lechera.

Ya desesperados, amenazan con realizar manifestaciones y plantones en los 19 estados que todavía tienen empresas pequeñas y medianas, productoras del lácteo alimento, a ver si así les hacen caso, como a los empresarios de la Coparmex, que solo se pararon unos momentos en el monumento a la Independencia, todos trajeados eso sí, hubo un solo orador y en menos de 48 horas, el cambio al proyecto de ley 3de3 que solicitaban, estaba hecho.

Ahora los lecheros, dice su presidente nacional Alvaro González Muñoz, demandan al gobierno federal, que Liconsa, la empresa que procesa la leche que se vende a bajo precio a las personas de escasos recursos, sea sectorizada a Sagarpa y no a la Sedesol, pues esta dependencia no entiende a los productores, sus problemas, sus necesidades, porque es una empresa estatal comercializadora. La Sagarpa es la encargada de atender a los productores agropecuarios y los lecheros son productores pecuarios.

Dice el dirigente del FNPL, González Muñoz, que parece que el gobierno quiere acabar con ellos, pues por un lado Hacienda reduce el presupuesto federal, afectando gravemente a la partida que se dedica al campo; la Secretaría de Economía, se encarga de importar leche en polvo, no solo para cubrir el faltante en la producción nacional, sino mucho más, y para acabar de amolarla, la Sedesol reduce la compra de leche fluida.

Además, los lecheros tienen la competencia desleal de empresas nacionales y transnacionales que llenan los estantes de los supermercados con mezclas industrializadas de leche, que es la que se consume en las grandes y medianas ciudades.

En el caso de Puebla, las llamadas cuencas lecheras que había en Atlixco y en Chipilo, cerca de esta capital, han bajado a su mínima expresión. Hay muchas ciudades medianas donde los establos han desaparecido por incosteabilidad y van a seguir desapareciendo, si no se atienden los reclamos de los productores que ya no sienten lo duro, sino lo tupido.

La situación general del país, es sumamente crítica, tanto en lo económico, en lo político y no se diga en lo social. Estamos peor, dice un amigo economista, que en los tiempos de la post-revolución y si no se hace un esfuerzo para mejorar las cosas, esto va hacia un desastre total.

Hasta el momento ningún partido político, ni de derecha, PRI y PAN, ni de izquierda PRD, excepción de Morena, que esboza la posibilidad de un cambio, habla de la necesidad de un cambio del modelo económico neoliberal en el que estamos embarcados.

A nivel mundial, son cada día más las voces que hablan del fracaso del neoliberalismo en los países en desarrollo y en los países desarrollados, como los europeos, pues se ha incrementado el desempleo y el número de pobres en todas partes.

En México, según los datos del desprestigiado Inegi, cuando todavía tenía cierta credibilidad, hay 62 millones de pobres, es decir, tres veces más la población que México tenía al finalizar la Revolución de 1910.

De esos 62 millones, más de 24 millones están clasificados entre los muy pobres, es decir, son los que no saben si van a comer mañana.

La emigración hacia los Estados Unidos se incrementó enormemente a raíz de que México fue incluido en la onda neoliberal y a pesar de que ese sistema ha sido un rotundo fracaso, para la inmensa mayoría de la población, no se cambia, ni se habla de cambiarlo, pues la minoría que manda en este país, está ampliamente satisfecha con los resultados, que han propiciado su mayor enriquecimiento, que va aparejado con la mayor desigualdad social y eso es sumamente peligroso, como ya lo estamos viendo.

No es casual que el crimen organizado, la delincuencia común, la mendicidad, el comercio informal, la emigración hacia los Estados Unidos, la irritación social, las protestas constantes en todas las ciudades y hasta en los pueblos, se hayan incrementado hasta parecer incontrolables. Son consecuencia de lo mismo. Es culpa de un sistema económico injusto que propicia la concentración de la riqueza en unos cuantos y el empobrecimiento de grandes sectores de la población.

México ya no produce la leche que consume, ni el huevo, ni la carne de pollo, ni el maíz, ni el frijol, ni el arroz, de las oleaginosas necesarias para la producción de aceites comestibles. Somos un país dependiente alimentario, que constituye el mayor peligro para la pérdida de nuestra soberanía nacional. Así de simple.

Hace más de 50 años, John Kennedy dijo en un memorable discurso allá en su país: “O damos algo de lo que tenemos, o perderemos todo lo que tenemos” y hace diez años, el entonces presidente de Brasil, Lula da Silva, afirmó: “El 70 por ciento de los brasileños no puede dormir, porque no ha cenado, y el 30 por ciento restante, no puede dormir, porque está temeroso de lo que ese 70 por ciento que no ha comido, pueda hacer para satisfacer su hambre”

Ha pasado medio siglo de lo dicho por Kennedy y una década de lo dicho por Lula, y todo sigue peor. Como dirían las abuelitas: “Que el Señor, nos agarre confesados”.

Publicado en COLUMNAS

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