Ciudad del Vaticano. - Al final de la audiencia general, el Papa volvió a pedir rezar por la paz en los países afectados por conflictos. «La guerra es una derrota humana», afirmó, recordando la iniciativa del episcopado polaco de la Jornada de Oración y Ayuda Material por la Iglesia del Este: gracias por las ofrendas en esos territorios, especialmente en Ucrania.

La guerra es una derrota humana... La guerra no resuelve los problemas, la guerra es mala, la guerra destruye.

Casi una letanía contra el horror de los conflictos que, entre Europa del Este, Oriente Medio, el sudeste asiático y África, afligen a pueblos y naciones, fue la que recitó Francisco desde de la plaza de San Pedro. Al final de la Audiencia General de hoy, 4 de diciembre, el Papa, terminados sus saludos en las distintas lenguas, volvió a pedir el cese de una violencia que parece multiplicarse en lugar de disminuir.

Pensamientos para los niños, víctimas de las guerras

Como cada miércoles y cada domingo en el Ángelus, el Pontífice citó los territorios atormentados, empezando por Ucrania, luego Palestina, Israel, Myanmar. Su pensamiento fue a las víctimas, en particular, los niños: «Tantos muertos inocentes». Según Unicef, el número constatado de menores muertos por los ataques rusos en Ucrania aumentó este año a casi el 40% respecto al año pasado; el mismo organismo de la ONU dio la voz de alarma hace unos meses sobre el aumento de víctimas civiles, incluidos niños, debido al uso de minas y otros artefactos explosivos utilizados por las distintas partes en la escalada en Myanmar. En cambio, se habla de más de 3.000 niños, incluso menores de cinco años, muertos en la Franja de Gaza.

Tantos niños muertos, tantos inocentes muertos. Recemos para que el Señor nos traiga la paz. Recemos siempre por la paz.

Jornada de oración y ayuda material para la Iglesia de Oriente

Un pensamiento para Ucrania expresó el Papa poco antes, durante su saludo a los fieles polacos, en el que recordó la celebración el próximo domingo, 8 de diciembre, de la XXV Jornada de oración y ayuda material para la Iglesia de Oriente. Se trata de una iniciativa del episcopado polaco, activa desde hace nada menos que 24 años, que, en colaboración con organizaciones, parroquias, congregaciones, comunidades o donantes particulares, organiza y envía numerosas ayudas humanitarias para apoyar tanto a los refugiados de guerra que viven en Polonia como a las personas que viven en territorios afectados por los efectos de las guerras.

Agradezco a todos los que apoyan con la oración y las ofrendas a la Iglesia en esos territorios, especialmente en Ucrania, devastada por la guerra. ¡Los bendigo de corazón!

Saludo del Papa a los fieles chinos en la audiencia general

El Papa Francisco también envió una bendición especial al pueblo chino con ocasión de la primera lectura en ese idioma del resumen de la catequesis de los miércoles. Al final de la lectura de la traductora, colaboradora de la agencia Fides, y mirando al grupo de chicos y chicas chinos, en primera fila en la Plaza de San Pedro, el Pontífice envió su saludo al gran país oriental hacia el que siempre ha reiterado su estima y afecto.

Deseo dirigir mi cordial saludo a los chinos aquí presentes y a los que están conectados a través de los medios de comunicación. Sobre todos ustedes y sus familias invoco la alegría y la paz. Que Dios los bendiga.

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CIUDAD DEL VATICANO. - En el Ángelus, Francisco insta a afrontar las dificultades, las angustias y las falsas convicciones «levantando la cabeza», confiando en el amor de Jesús que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia y nos ayuda a reencontrar la esperanza.

Las angustias, los miedos y las ansiedades por la vida personal o por lo que ocurre en el mundo de hoy pesan «como piedras» y llevan al desánimo; las preocupaciones «agobian el corazón» y llevan a encerrarse en uno mismo. Pero haciendo espacio a Jesús es posible «redescubrir la esperanza», especialmente en el tiempo que nos prepara a la Navidad. Con este mensaje se dirigió el Papa Francisco a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro esta mañana, 1 de diciembre, para el Ángelus del primer domingo de Adviento.

Siempre hay una palabra de esperanza

Comentando el Evangelio de hoy, un relato dominado por trastornos cósmicos y angustia, el Papa subraya cómo ni siquiera en este contexto falta «una palabra de esperanza» de Jesús para sus discípulos: «Levántense y alcen la cabeza, porque se acerca su liberación», dice.

La preocupación del Maestro es que sus corazones no se agobien y que esperen con vigilancia la venida del Hijo del hombre. La invitación de Jesús es ésta: levantar la cabeza y mantener el corazón ligero y despierto.

Mirar al cielo para comprender las cosas de la tierra

De hecho, prosigue Francisco, muchos de los contemporáneos de Jesús, ante los «acontecimientos catastróficos que ven suceder a su alrededor -persecuciones, conflictos, catástrofes naturales- se sienten embargados por la angustia y piensan que se acerca el fin del mundo» y «sus corazones están agobiados por el miedo».

Jesús, sin embargo, pretende «liberarlos de las angustias actuales y de las falsas convicciones», indicándoles cómo estar «despiertos en el corazón», cómo leer los acontecimientos a partir del plan de Dios, que «obra la salvación» incluso dentro de «los acontecimientos más dramáticos de la historia». Por eso, explica, les sugiere «dirigirla mirada al Cielo para comprender las cosas de la tierra».

El amor de Dios que salva en todo momento

De ahí la invitación del Pontífice a hacer nuestra la recomendación de Jesús, para que «no se agobien los corazones»:

Todos nosotros, en tantos momentos de la vida, nos preguntamos: cómo hacer para tener un corazón “ligero”, despierto y libre. Un corazón que no se deja aplastar por la tristeza.

Aligerar el corazón

Francisco recuerda que Jesús nos invita “a confiar en su amor que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia, a hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza” y añade:

Preguntémonos, pues: ¿está mi corazón agobiado por el miedo, las preocupaciones, las angustias por el futuro? ¿Sé mirar los acontecimientos cotidianos y las vicisitudes de la historia con los ojos de Dios, en la oración, con un horizonte más amplio? ¿O me dejo vencer por el abatimiento?

Que este tiempo de Adviento sea una ocasión preciosa para levantar la mirada hacia Él, que aligera el corazón y nos sostiene en el camino.

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Ciudad del Vaticano. - En la Solemnidad de Cristo Rey, Francisco reflexiona sobre dos palabras, rey y mundo, para recordar que el reino de Jesús no es de este mundo, no está hecho de poder o de violencia, es el reino de los cielos, que Cristo trae a la tierra derramando gracia y verdad.

La conversación entre Pilatos y Jesús antes de su condena a muerte que presenta el Evangelio de hoy sirve de punto de partida para la reflexión del Santo Padre que, ante una plaza de San Pedro, soleada y repleta de fieles y peregrinos en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, recuerda que el reino de Jesús no es de este mundo, redime del mal con el poder del amor, libera y perdona, da paz y justicia.

La Palabra que transforma el mundo

Tras la celebración de la Santa Misa en la solemnidad de Cristo Rey y Jornada Mundial de la Juventud, en la Basílica de San Pedro, Francisco en el Ángelus puso de relieve dos palabras: rey y mundo. Y es que, respondiendo a Poncio Pilato, “Jesús afirma ser rey” pero diferente, es “Aquel que dice la verdad” y su poder “el Verbo Encarnado reside en su palabra verdadera y eficaz, que transforma el mundo”.

Un mundo, muy diferente al de Pilato, recuerda el Papa, en el que los fuertes ganan a los débiles, los ricos a los pobres, los violentos a los mansos. “Un mundo -afirmó - que desgraciadamente conocemos bien”.

“Jesús es Rey, pero su reino no es de este mundo. El mundo de Jesús, de hecho, es el nuevo, el eterno, que Dios prepara para todos dando su vida por nuestra salvación. Es el reino de los cielos, que Cristo trae a la tierra derramando gracia y verdad. El mundo, del cual Jesús es Rey, redime la creación arruinada por el mal con el poder del amor divino que libera y perdona, que da paz y justicia”.

Quien no se abre a la verdad…

El Santo Padre resalta esa actitud de Pilato que, no obstante, el diálogo cercano con Jesús “permanece lejos de él”- Vive en un “mundo diferente” – dice el Pontífice, por lo que “su diálogo no se convierte en entendimiento, Pilato no se abre a la verdad, aunque la tenga delante”. Condenó a muerte a Jesús sin haber entendido sus palabras.

“Y, sin embargo, Cristo vino al mundo, a este mundo nuestro: el que es de verdad oye su voz. Es la voz del Rey del universo, que se convirtió en el sirviente de todos”.

¿Jesús es mi "rey"?

“Escuchar al Señor ilumina nuestro corazón y nuestra vida”. Esta afirmación del Papa fue seguida con sus usuales preguntas que invitan a la reflexión y que ponemos en manos de la Vírgen María Madre Nuestra, con esperanza en el Reino de Dios

“¿Puedo decir que Jesús es mi "rey"? ¿En qué sentido? ¿Es su Palabra mi guía, mi certeza? ¿Veo en él el rostro misericordioso de Dios hacia mí y hacia cada hermano y hermana?”

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Ciudad del Vaticano. - Esta mañana, antes de la audiencia general, Francisco se reunió con los participantes en el XII Coloquio del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso con el «Centro para el Diálogo Interreligioso e Intercultural» de Teherán, sobre el tema «La educación de los jóvenes en particular en la familia: un desafío para cristianos y musulmanes» y subrayó que el compromiso por la paz de quienes creen en el «Dios del amor omnipotente», nos hace «creíbles a los ojos del mundo y de las nuevas generaciones».

El compromiso que juntos, «los creyentes en el Dios de la paz», «el Dios del amor omnipotente», podemos «demostrar por la paz nos hace creíbles a los ojos del mundo y en particular de las nuevas generaciones». Y la actualidad de un mundo «dividido y desgarrado por el odio, las tensiones, las guerras y las amenazas de conflicto nuclear» nos impulsa a «rezar y trabajar por el diálogo, la reconciliación, la paz, la seguridad y el desarrollo integral de toda la humanidad». Así lo subrayó el Papa Francisco en el encuentro de esta mañana, antes de la audiencia general en el aula del Aula Pablo VI, con los participantes en el XII Coloquio del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso con el «Centro para el Diálogo Interreligioso e Intercultural» de Teherán, que se celebra en el Vaticano.

La contribución educativa de los abuelos, un elemento común

Tras alegrarse de la larga colaboración entre los dos organismos, «a favor de la cultura del diálogo, un tema fundamental y muy querido para mí», el Papa felicitó a los presentes por la elección del tema «muy bello» del Coloquio: «La educación de los jóvenes en particular en la familia: un desafío para cristianos y musulmanes». Reiteró que la familia, «cuna de la vida, es el lugar primordial de la educación», es en ella «donde se dan los primeros pasos y se aprende a escuchar, a reconocer al otro, a respetarlo, a ayudarlo y a vivir con él».

Un elemento común de nuestras diferentes tradiciones religiosas se encuentra en la contribución educativa que los ancianos aportan a los jóvenes. Los abuelos, con su sabiduría, imparten educación religiosa a sus nietos, actuando como un vínculo decisivo en la relación familiar entre generaciones.

El diálogo entre creyentes abre al encuentro en la familia humana

Una religiosidad que, transmitida sin formalismos y con el testimonio de la vida, debe considerarse, para Francisco, «de gran valor para el crecimiento de los jóvenes». Y es también «un desafío educativo común» para cristianos y musulmanes, en las nuevas situaciones complejas de los matrimonios «mixtos», en los que, como escribió en la Exhortación postsinodal Amoris laetitia, «se puede reconocer un lugar privilegiado para el diálogo interreligioso». La familia, afectada por el debilitamiento «de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades», está llamada hoy a afrontar muchos desafíos, y para cumplir mejor su misión educativa, según el Pontífice, «necesita el apoyo de todos, incluidos el Estado, la escuela, la propia comunidad religiosa y otras instituciones».

Entre las diversas tareas de la familia está la de educar a «habitar» más allá de los confines de la propia casa. El diálogo entre creyentes de diversas religiones hace precisamente eso, permite salir de los esquemas estructurados para abrirse al encuentro en la gran familia humana universal.

Cooperazione fraterna e dignità di ogni persona

Un diálogo que, para ser fructífero, «debe ser abierto, debe ser sincero, debe ser respetuoso, debe ser amistoso, debe ser concreto», de modo que «sea creíble a los ojos de la propia comunidad, así como ante los interlocutores y sus comunidades, sin olvidar nunca que a Dios daremos cuenta de todo lo que pensamos, decimos o hacemos». Por último, para el Papa, la educación de los jóvenes «se realiza mediante la cooperación fraterna en la búsqueda de Dios.

En esta búsqueda, no debemos cansarnos nunca de hablar y trabajar por la dignidad y los derechos de cada persona, de cada comunidad y de cada pueblo. La libertad de conciencia y la libertad religiosa son, de hecho, la piedra angular del edificio de los derechos humanos.

Porque la libertad religiosa, y aquí Francisco cita al Concilio Vaticano II, «no se limita al ejercicio del propio culto, sino que permite ser totalmente libres para decidir en el ámbito de la propia creencia y práctica religiosa».

Cerca del pequeño rebaño de católicos en Irán

Al comienzo de su discurso, el Pontífice recordó que en el consistorio del 7 de diciembre creará cardenal al arzobispo de Teherán-Ispahan, Dominique Joseph Mathieu.

Esta elección, que expresa cercanía y solicitud por la Iglesia en Irán, se refleja también en todo el país. Es un honor para todo el país.

Y al saludar cordialmente al arzobispo caldeo de Teherán, monseñor Imad Khoshaba Gargees, presente en la audiencia, subrayó que la suerte del «pequeño rebaño» de la Iglesia católica en Irán «está muy cerca de su corazón». A continuación, confirmó que era consciente de «su situación y de los retos que está llamada a afrontar» para dar testimonio de Cristo y «aportar su discreta pero significativa contribución al bien de la sociedad en su conjunto, libre de discriminaciones religiosas, étnicas o políticas».

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Miércoles, 20 Noviembre 2024 09:02

Anuncia Papa Francisco canonización de Carlo Acutis

Ciudad del Vaticano. - El Papa Francisco anuncia la canonización de los dos jóvenes laicos el próximo año: Carlo Acutis será canonizado durante el Jubileo de los Adolescentes (previsto 25 - 27 abril) y #PierGiorgioFrassati Frassati durante el Jubileo de la Juventud (previsto 28 de julio a 3 de agosto)

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Ciudad del Vaticano. - El Papa Francisco invita a dar a las cosas “su justo peso” y a reflexionar sobre “lo que pasa y lo que permanece en nuestras vidas”, recordando que no tenemos que estar apegados a las cosas de la tierra sino a las palabras de Jesús que nos guían hacia la vida eterna.

Este mediodía el Papa Francisco se ha asomado desde el balcón pontificio para presidir la oración mariana del Ángelus y comentar el Evangelio de la liturgia de hoy, en el que el evangelista Marcos describe un escenario que parece apocalíptico, pero en realidad está impregnado de esperanza: “muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente” dice el Papa y se detiene en dos conceptos: “lo que pasa y lo que permanece”.

Las crisis y los fracasos nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso

El Pontífice invita a tomar una perspectiva profunda sobre las crisis y los fracasos que experimentarnos y a no dejar que las dificultades nos desborden: “En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan”.

Sin embargo, el Papa recuerda que el sufrimiento y las pruebas son parte de la experiencia humana y nos enseñan a no aferrarnos excesivamente a lo material ni a lo transitorio: “Las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar”.

Moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado

Aunque en la vida todo pasa, hay algo que permanecerá eterno: las palabras de Jesús; “éstas – dice el Papa – permanecerán por siempre”.

“En Él volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida”.

¿Estás apegado a las cosas de la tierra o a las palabras del Señor?

Por último, el Papa invita a reflexionar sobre la “esperanza cristiana” y recuerda que, incluso en las tribulaciones, en las crisis y en los fracasos “el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda” pues Dios “nos prepara un futuro de vida y alegría”.

Y antes de concluir, el Papa ha lanzado una pregunta crucial: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad?

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Ciudad del Vaticano. - En la audiencia general de hoy, el Papa en su catequesis reflexionó sobre la piedad mariana y el vínculo "único y eternamente indestructible" entre la Virgen María y el Espíritu Santo. El Pontífice hizo un llamado a imitar el "sí" de María cada vez que nos encontremos ante una obediencia que cumplir o una prueba que superar.

En todos los tiempos, y particularmente ahora, la Iglesia se encuentra como «en las secuelas de la Ascensión de Jesús al cielo» y «debe predicar el Evangelio a todas las naciones, pero espera el “poder de lo alto” para poder hacerlo. Y no olvidemos que en ese momento, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, los discípulos estaban reunidos en torno a 'María, la madre de Jesús'».

Continuando el ciclo de catequesis sobre el Espíritu Santo, el Papa Francisco introdujo así su reflexión sobre la relación entre la Virgen y el Espíritu Santo esta mañana en la audiencia general en la Plaza de San Pedro.
Un vínculo único e indestructible

Es verdad, prosigue refiriéndose al episodio de la Ascensión, «que había también otras mujeres con Ella en el cenáculo, pero su presencia es distinta y única entre todas», porque «entre Ella y el Espíritu Santo existe un vínculo único y eternamente indestructible que es la persona misma de Cristo».

Después de haber explorado cómo el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia a través de la Palabra de Dios, los sacramentos y la oración, Francisco explora en la catequesis de hoy cómo esto sucede a través de la piedad mariana.

En la tradición católica existe este lema, este dicho: «Ad Iesum per Mariam», es decir, «a Jesús por María». La Virgen nos hace ver a Jesús. Ella nos abre las puertas, ¡siempre! La Virgen es la madre que nos lleva de la mano a Jesús. La Virgen nunca se señala a sí misma, la Virgen señala a Jesús. Y ésta es la piedad mariana: a Jesús a través de las manos de la Virgen.

Una carta escrita con el Espíritu de Dios vivo

Si san Pablo define la comunidad cristiana como «una carta de Cristo compuesta por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones humanos», entonces María, como primera discípula y figura de la Iglesia, -explica el Papa- es también una carta escrita con el Espíritu de Dios vivo.

Precisamente por esto, puede ser «conocida y leída por todos los hombres», incluso por aquellos que no saben leer libros de teología, por aquellos «pequeños» a los que Jesús dice que se revelan los misterios del Reino, ocultos a los sabios.

María, esposa y discípula del Espíritu Santo

A continuación, el Pontífice repite una oración que San Francisco dedicó a la Virgen y subraya los apelativos presentes: «¡Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo! No se podría ilustrar con palabras más sencillas la relación única de María con la Trinidad».

Una expresión, «esposa del Espíritu Santo», que, según el Papa, «no debe absolutizarse, sino tomarse por la cantidad de verdad que contiene, y es una verdad muy hermosa.

Ella es la esposa, pero es, antes que eso, la discípula del Espíritu Santo. Esposa y discípula... Aprendemos de ella a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu, sobre todo cuando Él nos sugiere que «nos levantemos pronto» y vayamos a ayudar a alguien necesitado, como hizo ella inmediatamente después de que el ángel la dejara.

Como una página en blanco

Cuando María acepta y dice al ángel: 'sí, hágase la voluntad del Señor' y acepta ser la madre de Jesús, es como, subraya el Papa, 'si María dijera a Dios: 'Aquí estoy, soy una tabla de escribir: que el Escritor escriba lo que quiera, que el Señor de todas las cosas haga conmigo'».

Hoy, actualiza Francisco, «diríamos que María se ofrece como una página en blanco en la que el Señor puede escribir lo que quiera». Y así «la Madre de Dios es instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación»: en medio de la «interminable profusión» de palabras dichas y escritas sobre Dios, la Iglesia y la santidad «ella sugiere dos únicas palabras que todos, incluso los más sencillos, pueden pronunciar en cualquier ocasión: “Aquí estoy” y “fiat”.

María es la que dijo «sí» al Señor y, con su ejemplo y su intercesión, nos exhorta a decir también nosotros nuestro «sí» a Él, cada vez que nos encontremos ante una obediencia que cumplir o una prueba que superar.

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CIUDAD DEL VATICANO. - En su reflexión previa al Ángelus, Francisco destacó la actitud hipócrita, denunciada por Cristo, de algunos escribas, que «tras una fachada de pretendida respetabilidad y legalismo» se arrogaban privilegios y se comportaban «como corruptos», aprovechándose a espaldas de los demás, «cometiendo injusticias y garantizando la impunidad». Desempeñar papeles de poder, en cambio, significa sacrificarse, indicó el Pontífice, ayudar a las personas a levantarse, especialmente a las más necesitadas.

La autoridad es abnegación, servicio humilde, ternura maternal y paternal hacia las personas, especialmente aquellas más necesitadas. Nos lo enseña Jesús «con su palabra y su ejemplo» invitando «a quienes están investidos de ella a mirar a los demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos, dándoles esperanza y ayuda».

En el Ángelus del segundo domingo de noviembre, Francisco exhortó a reflexionar sobre el modo de ejercer un cargo importante, deteniéndose en la página dominical del Evangelio, en la que Jesús, «en el templo de Jerusalén, denuncia ante el pueblo la actitud hipócrita de algunos escribas. En la comunidad de Israel, ellos se encargaban de leer, transcribir e interpretar las Escrituras, y por ello «eran tenidos en gran estima y el pueblo les rendía reverencia», explica el Papa, pero «su comportamiento a menudo no se correspondía con lo que enseñaban».

Los escribas hipócritas

Algunos de estos doctos, «con el prestigio y el poder de que gozaban, menospreciaban a los demás, se daban aires de superioridad y, ocultándose tras una fachada de pretendida respetabilidad y legalismo, se arrogaban privilegios e incluso llegaban a cometer auténticos robos contra los más débiles, como las viudas». En la práctica, «en lugar de utilizar el papel del que estaban investidos para servir a los demás, lo convirtieron en un instrumento de arrogancia y manipulación», aclaró el Papa, añadiendo que «incluso la oración, para ellos, corría el riesgo de dejar de ser un momento de encuentro con el Señor y convertirse en una ocasión de ostentación de respetabilidad y piedad fingida, útil para atraer la atención de la gente y obtener su aprobación».

Ellos - no todos - se comportaban como corruptos, alimentando un sistema social y religioso en el que era normal aprovecharse a espaldas de los demás, especialmente de los más indefensos, cometiendo injusticias y garantizando la impunidad. De esas personas Jesús recomienda alejarse, «tener cuidado» (cf. v. 38), no imitarlas.

Hacer el bien sin apariencias

Francisco propuso a los fieles que mirando su propia vida cotidiana, examinen sus actitudes y las evalúen a la luz de las enseñanzas de Cristo, interrogándose:

¿Cómo me comporto en mis ámbitos de responsabilidad? ¿Actúo con humildad, o me enorgullezco de mi posición? ¿Soy generoso y respetuoso con las personas, o las trato con rudeza y autoridad? Y con los más frágiles, ¿estoy cerca de ellos, puedo agacharme para ayudarles a levantarse?

Y finalmente invocó a María para que nos ayude a «combatir en nosotros la tentación de la hipocresía» y a «hacer el bien sin apariencias y con sencillez».

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Domingo, 03 Noviembre 2024 13:13

La fuente de todo es el amor: Papa Francisco

Ciudad del Vaticano. - El Santo Padre reza la oración mariana junto a la multitud de fieles congregados en la Plaza de San Pedro este domingo 3 de noviembre y subraya que no importan las prácticas exteriores, sino cómo nos amamos unos a otros.

“Amarás al Señor tu Dios” y “amarás a tu prójimo” es el “corazón de nuestra fe”, lo planteó el Santo Padre en su alocución precedente al rezo mariano del Ángelus este XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, 3 de noviembre de 2024.

Dirigiéndose a la multitud de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro y comentando el Evangelio del día, el Papa Francisco retomó un pensamiento expresado en su reciente encíclica Dilexit Nos: el corazón es “la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones”. Y Jesús, observó el Sucesor de Pedro, nos dice que la fuente de todo es el amor, que no debemos nunca separar a Dios del hombre.

El Pontífice afirmó que no cuentan las prácticas exteriores, sino cómo nos amamos entre nosotros. Además, reconoció que podemos hacer muchas cosas, pero hacerlas solo para nosotros mismos y sin amor, con el corazón distraído o cerrado. “Y esto no va”, agregó el Pontífice de manera espontánea, acotando que hay que realizarlas “con amor”.

    “Cuando el Señor venga, en primer lugar, nos preguntará ante todo sobre el amor: '¿Has amado?'.”

Francisco insistió en la importancia de fijar en el corazón el mandamiento más relevante. “¿Cuál es?”, reiteró. “Ama al Señor tu Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo”, replicó.

A continuación, sugirió efectuar un examen de conciencia diario para preguntarnos si el amor a Dios y al prójimo es el centro de nuestra vida y si nuestra oración a Dios nos empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad. Asimismo, incentivó a interrogarnos: “¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?”.

El Sucesor de Pedro concluyó su intervención invocando a la Virgen María, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, para que “nos ayude a amar al Señor y a los hermanos”.

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Ciudad del Vaticano. - Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general al sacramento de la confirmación e invitó a redescubrir las primicias del Espíritu Santo. Con ocasión del Jubileo, exhortó a “quitarnos las cenizas del desentendimiento” y a ser portadores de la llama del Espíritu. En la preparación de los confirmandos es importante el testimonio de los fieles laicos que han tenido un encuentro personal con Cristo

Hay “un hermoso objetivo” para el Año Santo, que ahora se acerca, que el Papa propone a los creyentes: “Quitarnos las cenizas de la costumbre y del desentendimiento, para convertirse, como los portadores de la antorcha en las Olimpiadas, en portadores de la llama del Espíritu”. En la última audiencia general en la plaza de San Pedro, hoy 30 de octubre, continuando “la reflexión sobre la presencia y la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia a través de los sacramentos”, Francisco se detuvo en la confirmación, “por antonomasia, el sacramento del Espíritu Santo”, e invitó, con ocasión del Jubileo, a reavivar este don.

Que el sacramento de la confirmación no se reduzca, en la práctica, a una “extremaunción”, es decir, al sacramento de la “salida” de la Iglesia, sino que sea el sacramento del inicio de una participación activa en su vida.

Gastar el depósito del Espíritu

Todos hemos recibido, “junto con la confirmación y la unción”, lo que san Pablo denomina “la prenda del Espíritu” o “primicias del Espíritu”, que cada uno debe hacer fructificar, recomendó Francisco.

Debemos “gastar” esta garantía, disfrutar de estas primicias, no enterrar bajo tierra los carismas y talentos recibidos.

Consagración a la misión de la Iglesia

En su catequesis, el Papa explicó el origen del sacramento de la confirmación y señaló que “en el Nuevo Testamento, además del bautismo con agua”, se menciona el rito “de la imposición de las manos, que tiene como objetivo comunicar visiblemente y de manera carismática el Espíritu Santo, con efectos similares a los producidos en los Apóstoles en Pentecostés”. A continuación, recurrió a la definición del Catecismo para adultos de la Conferencia Episcopal Italiana para recordar que la confirmación “refuerza la incorporación bautismal a Cristo y a la Iglesia y la consagración a la misión profética, real y sacerdotal” y también “comunica la abundancia de los dones del Espíritu”.

El sacramento del testimonio

Basándose aún en el Catecismo de la CEI, el Pontífice precisó que si “el bautismo es el sacramento del nacimiento, la confirmación es el sacramento del crecimiento” y también “del testimonio”, que “está estrechamente ligado a la madurez de la existencia cristiana”. Francisco reconoció que es “un objetivo que puede parecernos imposible” en la Iglesia actual, donde niños y adultos después de la confirmación se distancian, pero instó a no dejar de perseguirla.

Se dice que es el sacramento de la despedida, porque una vez que los jóvenes la hacen se van y vuelven más tarde para casarse. Eso dice la gente... Pero hay que hacer de él el sacrificio de una participación, una participación activa en la vida de la Iglesia

Los laicos en la formación de los confirmandos

Por último, el Pontífice sugirió que “en la preparación al sacramento” los fieles laicos “que hayan tenido un encuentro personal con Cristo y hayan tenido una verdadera experiencia del Espíritu” ofrezcan su ayuda precisamente a través de la confirmación.

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