CIUDAD DEL VATICANO. - Este III Domingo de Pascua, antes de rezar el Regina Caeli, el Pontífice ha reflexionado sobre la importancia de compartir los momentos fuertes de nuestra vida de fe y no únicamente mensajes que han tocado, en lo bueno o en lo malo, nuestra vida.

“Hay algo de lo que a menudo nos cuesta hablar, de lo más hermoso que tenemos que contar: nuestro encuentro con Jesús”. Este mediodía el Papa Francisco ha reflexionado sobre la importancia de compartir la fe y los encuentros con Jesús, al igual que hicieron los dos discípulos aquella noche de Pascua cuando volvieron al cenáculo y expresaron a los apóstoles la alegría de su experiencia.

El Papa explica antes los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro que cada día nos bombardean con mil mensajes: “Muchos son superficiales e inútiles, otros revelan una curiosidad indiscreta o, peor aún, nacen de cotilleos y malicia. Son noticias que no sirven para nada, es más, hacen daño”. Pero también hay noticias hermosas, positivas y constructivas – explica el Papa, recordando que: “es hermoso también compartir las realidades que, en lo bueno y en lo malo, han tocado nuestra vida, de modo que podamos ayudar a los demás”.

La importancia de hablar de nuestros momentos decisivos de fe

Pero lo más importante es compartir nuestro encuentro con Jesús: “Es importante compartir esto en familia, en la comunidad, con los amigos. De igual modo que sienta bien hablar de las inspiraciones buenas que nos han orientado en la vida, de los pensamientos y de los sentimientos buenos que nos ayudan a ir hacia delante, también de los esfuerzos y de las fatigas que hacemos para entender y para progresar en la vida, tal vez también para arrepentirnos y volver sobre nuestros pasos”. Si lo hacemos – puntualiza el Papa – “Jesús, precisamente como sucedió a los discípulos la noche de Pascua, nos sorprenderá”.

Por último, el Santo Padre pide que en silencio pensemos en un momento fuerte de nuestra vida, un encuentro decisivo con Jesús: “Todos lo hemos tenido, todos hemos tenido un encuentro con el Señor. Hagamos un poco de silencio y pensemos: ¿cuándo encontré al Señor? ¿Cuándo el Señor se hizo cercano a mí? Pensemos en silencio” ha pedido el Papa a los fieles este mediodía. Una vez que hemos pensado en este momento, es el turno de otras dos preguntas con las que el Papa nos hace reflexionar: “Y este encuentro con el Señor, ¿lo he compartido para dar gloria al Señor? Y también, ¿he escuchado a los demás cuando nos cuentan este encuentro con Jesús?”.

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Domingo, 07 Abril 2024 11:54

El Papa pide seguir trabajando por la paz

CIUDAD DEL VATICANO. - Después de pronunciar la oración mariana del Regina Caeli el Santo Padre dirigió un nuevo llamamiento a los líderes de las naciones para alentar gestos que hagan posible la negociación. También recordó a las víctimas del accidente de autobús en Sudáfrica, el jueves 28 de marzo, en el que fallecieron unas 45 personas.

El Papa Francisco invita a "que nuestra oración por la paz, una paz justa y duradera, no decline, especialmente por la martirizada Ucrania y por Palestina e Israel". Al concluir la oración mariana del Regina Caeli este segundo Domingo de Pascua, 7 de abril, el Santo Padre augura "que el Espíritu del Señor Resucitado ilumine y sostenga a quienes trabajan para disminuir la tensión y alentar gestos que hagan posible la negociación". También pide "que el Señor conceda a los líderes la capacidad de detenerse un poco para pactar, para negociar".

El Papa recordó también a las 45 víctimas del accidente de carretera que tuvo lugar el jueves 28 de marzo en Sudáfrica. Cuando un autobús que transportaba peregrinos cristianos, procedentes de Botsuana y que se dirigían a la ciudad sudafricana de Moria para celebrar la Pascua, se salió de la carretera y se precipitó por un barranco en la provincia septentrional de Limpopo, a unos 400 km de Johannesburgo. Todos los pasajeros murieron, salvo una niña de ocho años que se salvó y está fuera de peligro. "Rezamos por ellos y por sus familias", dijo el Pontífice.

Asimismo, un día después de la celebración de la Jornada Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, precisó que "todos sabemos cuánto puede educar la práctica de un deporte a una socialidad abierta, solidaria, sin prejuicios". "Pero para ello -acotó- necesitamos dirigentes y entrenadores que no tengan como único objetivo ganar o ganar dinero". En este sentido, llamó a promover un deporte que fomente la amistad social y la fraternidad.

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ROMA, Italia. - Ante una asamblea formada por reclusas y personal penitenciario, el Santo Padre, en su homilía en la Misa de Cena del Señor en la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma, recordó que, con el gesto del lavatorio de los pies, Jesús nos hace comprender la vocación de servicio y ante la traición de Judas nos recuerda que Dios perdona todo, siempre.

“Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”. Esta es la invitación del Papa Francisco en la breve homilía de la Misa “in Coena Domini” de este Jueves Santo, celebrada, como ya es tradición en la sede de un penitenciario romano. En la sección femenina de la cárcel de Rebibbia, bajo una gran carpa en el patio de la prisión, el Santo Padre presidió la misa de la Cena del Señor en presencia de unas 200 personas, entre las que se encontraban reclusas, ex reclusas, personal penitenciario y algunas familias. La cárcel de mujeres de Rebibia cuenta con 370 reclusas, y es uno de los dos centros más importantes del este de la capital italiana.

Jesús vino para servir

El Papa llegó a la cárcel por la tarde y saludó a las mujeres de la asamblea, antes de colocarse junto al altar dispuesto para la ocasión. Tras leer el Evangelio de la Última Cena de Cristo, tomado del relato de San Juan, Francisco quiso llamar la atención sobre dos momentos particulares. En primer lugar, el lavatorio de los pies que Jesús hace a los discípulos antes de la última cena:

 “Jesús se humilla, Jesús con este gesto nos hace comprender lo que había dicho: "No he venido a ser servido, sino a servir". Nos enseña el camino del servicio”.

Luego, Francisco menciona como segundo “triste” episodio, la traición de Judas.

“Judas que no es capaz de amar, y luego el dinero, el egoísmo le llevan a esta cosa fea. Pero Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”.

Fue un gesto que permitió a Cristo mostrar su amor absoluto. "Jesús perdona todo, perdona siempre", insistió el Papa, "a nosotros nos toca pedir perdón". En las palabras improvisadas de su homilía, Francisco recordó la anécdota de una mujer anciana que le había dicho: "Jesús no se cansa nunca de perdonar, pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón". El Papa reiteró, entonces, su invitación:

“Pidamos hoy al Señor la gracia de no cansarnos. Siempre, todos tenemos pequeños fracasos, grandes fracasos - cada uno tiene su propia historia. Pero el Señor siempre nos espera, con los brazos abiertos, y nunca se cansa de perdonar”.

Al concluir el Papa retomó el tema de la vocación de servicio, justo antes, como anunció él mismo, del rito del lavatorio de los pies que hizo Jesús a sus discípulos:

“Es un gesto que llama la atención sobre la vocación de servicio. Pidamos al Señor que nos haga crecer, a todos, en la vocación de servicio”.

Lavatorio de los pies

Inmediatamente después de la homilía, el Papa procedió a lavar los pies de doce reclusas, de entre 40 y 50 años, de varias nacionalidades diferentes: Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia. La emoción era evidente en los rostros de las mujeres. A continuación, monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, ofició la misa.

La celebración terminó con unas palabras de agradecimiento de Nadia Fontane, directora del centro. A continuación, se hizo entrega al Papa de una cesta con alimentos elaborados por las mujeres de la cárcel, un rosario con los colores del arco iris y dos estolas confeccionadas por las internas. El Santo Padre regaló también un cuadro de la Virgen María a la cárcel de Rebibbia.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa preside en la Plaza de San Pedro la celebración de este domingo, el últimos antes de Pascua. La conmemoración de la entrada festiva del Señor en Jerusalén precede a la misa cuyo pasaje evangélico narra la historia de su Pasión. Al final de la liturgia, permaneciendo en el parvis, Francisco recitó el Ángelus

En una abarrotada Plaza de San Pedro, unos 60.000 fieles, bajo un cielo en el que los rayos del sol se alternaban con las nubes, se abrió la celebración del Domingo de Ramos presidida por el Papa Francisco. Es la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén, de la que se lee el relato del evangelista Marcos, y que precede a la celebración de la Misa. El Papa bendice y asperge con agua bendita los ramos de olivo, símbolo de hoy, que los presentes sostienen en sus manos.A continuación, más de 400 portadores de palmas se dirigen en procesión desde el centro de la plaza hasta el vestíbulo. Los cardenales, obispos y sacerdotes concelebrantes ocupan sus puestos junto al altar.

“¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!”

El cambio de escena es radical: la liturgia de la Palabra de la celebración eucarística incluye la lectura cantada de la Pasión de Jesús tomada de nuevo del Evangelio según San Marcos. A través de las palabras del evangelista, los pasajes del sufrimiento de Cristo se reviven en toda su crudeza. La representación de la Pasión va seguida de un momento de silencio. Es un sufrimiento, el de Cristo, que contiene los dolores de todos los tiempos y de toda la humanidad, y la humanidad, con sus fragilidades, es presentada al Señor en la oración universal o de los fieles que concluye la Liturgia de la Palabra. Se reza por la Iglesia, para que "busque siempre la unidad, la reconciliación y la comunión"; por los gobernantes "llamados a cultivar la paz y el bien de los pueblos"; por todos los hombres y mujeres que sufren; por los cristianos perseguidos; por cada comunidad cristiana, para que "sea testigo de su propia fe, en la oración y en la caridad".

Al final de la celebración, directamente desde el parvis de la Basílica, Francisco pronunció el Ángelus, antes de impartir su bendición y hacer un amplio recorrido en su Papamóvil para saludar a los fieles y peregrinos que le aclamaban en la plaza.

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Ciudad del Vaticano. - "En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada". Lo dijo el Papa en su catequesis durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro reflexionando sobre la prudencia y continuando la serie de catequesis dedicadas a las virtudes

La prudencia, junto con la justicia, la fortaleza y la templanza, constituyen las virtudes que se definen "cardinales". Y a esta virtud ha estado dedicada la catequesis de la audiencia general de hoy en la Plaza de San Pedro. El Papa saludó a los fieles y peregrinos y dijo que también esta vez, debido a su dificultad con la voz, será el padre rosminiano Pierluigi Giroli, de la Secretaría de Estado, quien dé lectura al texto preparado.

Las virtudes cardinales, explicó el Papa, no son "prerrogativa exclusiva" de los cristianos, porque ya eran patrimonio de la sabiduría de los antiguos, en particular de los filósofos griegos. Jesús en los Evangelios habla de prudencia y exhorta repetidamente a sus seguidores a ser prudentes. "En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal -observó Francisco-, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada".

Ser prudente no significa ser temeroso

Es importante, sin embargo, aclarar el significado de la prudencia, afirmó el Papa. Sería un error, por ejemplo, creer que es la característica "de una persona temerosa", siempre titubeante ante la acción que debe emprender. “No es tampoco solamente la cautela". Y continuó:

Conceder la primacía a la prudencia significa que la acción del ser humano está en manos de su inteligencia y de su libertad. La persona prudente es creativa: razona, evalúa, trata de comprender la complejidad de la realidad. Y no se deja llevar por las emociones, la pereza, las presiones, las ilusiones.

Prudente es quien sabe elegir

Para Santo Tomás, la prudencia es "la capacidad de gobernar las acciones para dirigirlas hacia el bien", recordó Francisco, y subrayó que "prudente es quien sabe elegir" y que en la vida concreta esto no siempre es fácil, a menudo de hecho "nos sentimos inseguros y no sabemos hacia dónde ir".

Quien es prudente no elige al azar: ante todo, sabe lo que quiere, luego pondera las situaciones, se deja aconsejar y, con amplitud de miras y libertad interior, elige qué camino tomar.
 
Gobernar con prudencia es armonizar las diferencias

Siempre es posible que cometamos errores, pero con prudencia podemos evitar "grandes bandazos", precisó el Papa, señalando que, “desafortunadamente, en todos los ambientes hay quien tiende a liquidar los problemas con bromas superficiales o a suscitar siempre polémicas”.

La prudencia, en cambio, es la cualidad de quienes están llamados a gobernar: saben que administrar es difícil, que hay muchos puntos de vista y que es preciso tratar de armonizarlos, que no se debe hacer el bien de algunos, sino el de todos.

La prudencia es saber conservar la memoria del pasado

El Papa observó luego que la prudencia enseña muchas cosas: que "lo perfecto es enemigo de lo bueno", que un exceso de celo, en algunas situaciones “puede generar conflictos e incomprensiones", que es necesario ser previsor y tener en cuenta el pasado:

La persona prudente sabe custodiar la memoria del pasado, no porque tenga miedo al futuro, sino porque sabe que la tradición es un patrimonio de sabiduría. La vida está hecha de una continua superposición de cosas antiguas y cosas nuevas, y no es bueno pensar siempre que el mundo empieza con nosotros, que tenemos que afrontar los problemas desde cero.

La virtud de la prudencia en el Evangelio

Jesús, afirmó el Papa Francisco, muestra su aprecio por la prudencia: dice que "es prudente quien construye su casa sobre la roca", elogia a las vírgenes prudentes que no se dejan encontrar sin aceite para sus lámparas porque "la vida cristiana es una combinación de sencillez y astucia". Y concluyó:

Al preparar a sus discípulos para la misión, Jesús les recomienda: «Yo los envío como ovejas entre lobos; sean entonces prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas». (Mt 10,16). Es como si dijera que Dios no sólo quiere que seamos santos, sino que quiere que seamos santos inteligentes, porque sin prudencia ¡equivocarse de camino es cuestión de un momento!

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Ciudad del Vaticano. - En el V Domingo de Cuaresma, el Santo Padre explica cuál es la verdadera gloria: “no es una manifestación grandiosa de potencia a la que siguen los aplausos del público; la gloria verdadera, la que nunca se desvanece y hace feliz, está hecha de entrega y perdón”.

Este mediodía el Papa Francisco se ha asomado ante una abarrotada Plaza de San Pedro en el Vaticano para asegurar que, por sorprendente que nos parezca, es en la Cruz, y no en la Resurrección, donde vemos la gloria de Jesús.  

La gloria no corresponde a la fama, para Dios la gloria es amar hasta dar la vida

“La gloria, para Dios, no corresponde al éxito humano, a la fama o a la popularidad: no tiene nada de autorreferencial, no es una manifestación grandiosa de potencia a la que siguen los aplausos del público. Para Dios la gloria es amar hasta dar la vida”. Con estas claras palabras el Papa Francisco ha explicado ante los fieles presentes en la plaza vaticana el significado de “glorificarse”. Y es que no es nada más y nada menos que “entregarse”, “hacerse accesible” y “ofrecer amor”. Y precisamente esto sucedió de manera culminante en la Cruz – ha explicado el Papa – “donde Jesús desplegó al máximo el amor de Dios, revelando plenamente su rostro de misericordia, entregándonos la vida y perdonando a quienes lo crucificaron”.

La gloria verdadera está hecha de entrega y perdón

Francisco también explica que, desde la Cruz, “cátedra de Dios”, el Señor nos enseña que la gloria verdadera, la que nunca se desvanece y hace feliz, “está hecha de entrega y perdón”: “Entrega y perdón son la esencia de la gloria de Dios. Y son para nosotros el camino de la vida”.

De hecho, advierte que muchos de nosotros piensan que la gloria es “algo que hay que recibir más que dar” o “algo que hay que poseer en vez de ofrecer”. Esto no es gloria verdadera sino gloria mundana – dice el Papa – : “La gloria mundana pasa y no deja alegría en el corazón; ni siquiera lleva al bien de todos, sino a la división, a la discordia, a la envidia”.

Al final de su alocución, Francisco ha planteado una pregunta para que cada uno de nosotros la medite en silencio: “¿Cuál es la gloria que deseo para mí, para mi vida, la que sueño para mi futuro? ¿La de impresionar a los demás por mi maestría, por mis capacidades o por las cosas que poseo? ¿O la vía de la entrega y del perdón, la de Jesús Crucificado, la vía de quien no se cansa de amar, convencido de que eso da testimonio de Dios en el mundo y hace resplandecer la belleza de la vida?”.

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Ciudad del Vaticano. - "Cristo no vino a condenar, sino a salvar". Él abraza nuestra vida y no está interesado en "procesarnos y someternos a juicio ". Así habló el Papa Francisco en el Ángelus del cuarto domingo de Cuaresma comentando el Evangelio del día. También nosotros, por tanto, no debemos usar juzgar y condenar a los demás.

Jesús conoce nuestras debilidades y nuestros pecados, pero no utiliza este conocimiento "para señalarnos con el dedo, sino para abrazar nuestra vida, liberarnos de nuestros pecados y salvarnos". En sus palabras en el Ángelus de este IV Domingo de Cuaresma, el Papa Francisco invitó a los fieles a considerar que Jesús no vino al mundo para condenar, sino para salvar. El pasaje litúrgico del Evangelio narra el encuentro y la conversación del Maestro con Nicodemo, fariseo y uno de los jefes de los judíos. Es a él a quien Jesús explica su misión.

Jesús nos conoce en profundidad

El Papa observó que Cristo muestra a menudo que es capaz de ver en profundidad el corazón y el pensamiento de las personas a las que se acerca, cuyas intenciones y contradicciones desvela.

Ante Jesús no hay secretos: Él lee en el corazón de cada uno de nosotros. Y esta capacidad podría ser perturbadora porque, si se mal utilizada, hace daño a las personas, exponiéndolas a juicios faltos de misericordia.

Dios no nos señala con el dedo

Todos nos equivocamos, continuó diciendo el Papa, y, si el Señor usara el conocimiento de nuestras debilidades para condenarnos, nadie podría salvarse. Pero Él no lo utiliza para señalarnos con el dedo, sino que abraza nuestras vidas para liberarnos de los pecados y salvarnos. No le interesa procesarnos y someternos a una sentencia.

Él quiere que ninguno entre nosotros se pierda. La mirada del Señor sobre nosotros no es un faro cegador que deslumbra y pone en dificultad, sino el suave resplandor de una lámpara amiga, que nos ayuda a ver en nosotros el bien y a darnos cuenta del mal, para convertirnos y sanarnos con el apoyo de su gracia.

No nos corresponde condenar

Siguiendo el ejemplo de Jesús, "los cristianos estamos llamados a hacer lo mismo", afirmó el Papa, señalando lo fácil que nos resulta juzgar a los demás.  Y concluyó improvisando:

Pensemos en nosotros, que tantas veces condenamos a los demás; que tantas veces nos gusta cotillear, buscar chismes contra los demás. Pidamos al Señor que nos dé a todos esta mirada de misericordia, que miremos a los demás como Él nos mira a todos. Que María nos ayude a desear el bien de los demás.

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Ciudad del Vaticano. - En el primer domingo de Cuaresma, Francisco invita a “entrar en el desierto” como Jesús, para reconocer las pasiones desordenadas, vicios, ansias de poder, vanidad y codicia que se posesionan del alma y vencerlas con el silencio, la oración y la escucha de la Palabra de Dios.

Fieras y ángeles los podemos encontrar cuando entramos en nuestro desierto interior, en silencio y a la escucha del corazón, así nos percatamos de su presencia y enfrentamos las tentaciones que nos desgarran, con las buenas inspiraciones divinas que devuelven al alma el orden y la paz. Es precisamente de la lucha de Jesús en el desierto, tentado por Satanás, que nos presenta el Evangelio de hoy, de donde parte la reflexión del Papa en este primer domingo de Cuaresma.

Las bestias selváticas

A mediodía, ante una Plaza de San Pedro soleada y repleta de fieles y peregrinos del mundo, Francisco, horas antes de su retiro para los Ejercicios Espirituales de esta Cuaresma, habla de las pasiones desordenadas que habitan en nuestro mundo interior, las “fieras” que dividen y tratan de poseer el corazón, que cautivan seducen y que pueden destrozarnos.

“Podemos dar nombres a estas "fieras" del alma: los diversos vicios, el ansia de riqueza, que aprisiona en el cálculo y la insatisfacción, la vanidad del placer, que condena a la inquietud y la soledad, y de nuevo la codicia de la fama, que genera inseguridad y una necesidad constante de confirmación y protagonismo, y así siguiendo. Son bestias “selváticas” y como tales, hay que domarlas y combatirlas: de lo contrario, devorarán nuestra libertad”

El sabor del Cielo

El Santo Padre insiste en la necesidad de “entrar en el desierto” para reconocer y combatir estas presencias, pero teniendo como aliados a los “ángeles”, mensajeros de Dios, que nos ayudan, nos hacen el bien, porque su característica es el servicio y no la posesión del alma.

“Los espíritus angélicos, en cambio, recuerdan los buenos pensamientos y sentimientos sugeridos por el Espíritu Santo. Mientras las tentaciones nos desgarran, las buenas inspiraciones divinas nos unifican en armonía: apagan el corazón, infunden el sabor de Cristo, “el sabor del Cielo”. Así vuelven al alma el orden y la paz, más allá de las circunstancias de la vida, sean favorables o desfavorables”.

La voz de Dios

También para captar los pensamientos sanos y buenos inspirados por Dios, advierte Francisco, hay que entrar en el silencio y en la oración. Por ello, como siempre, antes de la oración mariana, el Papa invita a reflexionar partiendo de dos preguntas que pueden acompañar el camino cuaresmal:   

“Primera: ¿cuáles son las pasiones desordenadas, las "fieras" que se agitan en mi corazón? Es bueno reconocerlas, nombrarlas, comprender sus tácticas. Y un segundo interrogante: para dejar que la voz de Dios hable a mi corazón y lo custodie en el bien, ¿pienso retirarme un poco al "desierto", es decir, dedicar un espacio al silencio, a la oración, a la adoración, a la escucha de la Palabra de Dios?”.

Dos reflexiones que el Pontífice pone en manos de la Virgen Santa, que custodió la Palabra y no se dejó tocar por las tentaciones del maligno, para que nos ayude en el camino cuaresmal hacia la Resurrección de Jesucristo.

El retiro espiritual de Francisco

"Esta tarde, junto con los colaboradores de la Curia, comenzaremos los Ejercicios espirituales. Invito a las comunidades y a los fieles a dedicar momentos específicos durante este tiempo de Cuaresma y durante este año de preparación al Jubileo, que es el "Año de la oración", para recogerse en la presencia del Señor."

Lo anunció el Papa al final de la oración mariana. En efecto, esta tarde comienzan los ejercicios espirituales para la Curia romana. Francisco ha invitado a los Cardenales residentes en Roma, a los jefes de Dicasterio y a los Superiores de la Curia, a vivir este período de modo personal, "suspendiendo el trabajo y recogiéndose en oración hasta el viernes 23 de febrero de 2024". Durante esta semana se suspenderán todos los compromisos del Santo Padre, incluida la Audiencia General del miércoles 21 de febrero

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Miércoles, 14 Febrero 2024 10:00

La "paciencia de la fe" nos salva: Papa Francisco

CIUDAD DEL VATICANO. - Es la acedia el vicio sobre el que el Papa invita a reflexionar en la audiencia general en el Aula Pablo VI. "Una tentación muy peligrosa" que incita casi "a desear la muerte". Cuando asalta hay que contrarrestarla con "una medida de compromiso más pequeña", pero con perseverancia "apoyándose en Jesús"

Jesús "se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: '¿Así que no has podido velar conmigo ni una hora? Velad y orad, no sea que caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". Este es el pasaje del evangelista Mateo que introduce la reflexión del Papa Francisco en la audiencia general de este primer día de Cuaresma, dedicado al vicio de la acedia, término que a menudo se sustituye por otro: pereza.  
La acedia, una tentación muy peligrosa

Acedia del griego significa "falta de cuidado", explica el Papa, y es la causa de la pereza que hace a la persona "inoperante, indolente, apática". Y prosigue:

Esta es una tentación muy peligrosa; no bromees con ella. Quien cae víctima de ella está como aplastado por un deseo de muerte: siente asco por todo; su relación con Dios se le hace aburrida; e incluso los actos más santos, los que en el pasado le habían calentado el corazón, ahora le parecen completamente inútiles.
La pérdida del sentido

Para aclarar aún más el significado de la acedia, Francisco recuerda un escrito del monje Evagrio que describe el comportamiento de los perezosos: "... Cuando lee, el perezoso bosteza a menudo y se deja vencer fácilmente por el sueño, arruga los ojos, se frota las manos y, retirando los ojos del libro, mira fijamente a la pared; luego volviéndolos de nuevo al libro, lee un poco más (...); finalmente, inclinando la cabeza, pone el libro debajo y se duerme en un sueño ligero...". Se trata de una descripción en la que, según el Papa, es posible vislumbrar algo cercano a la depresión.

En efecto, para quien está atrapado en la acedia, la vida pierde su sentido, rezar es aburrido, cada batalla parece carente de significado. Si ya en la juventud alimentábamos pasiones, ahora parecen ilógicas, sueños que no nos hacían felices. Así que nos dejamos llevar y la distracción, el no pensar, aparecen como las únicas salidas.

Un remedio es "la paciencia de la fe"

Pero, ¿cuáles son los verdaderos remedios contra la acedia? Recurriendo a los maestros de la espiritualidad, el Papa indica el más eficaz y lo llama "la paciencia de la fe".

Aunque bajo el azote de la acedia el deseo del hombre es estar "en otra parte", escapar de la realidad, en cambio hay que tener el valor de permanecer y acoger en mi "aquí y ahora", en mi situación tal como es, la presencia de Dios.
Resistir y perseverar en la fe apoyándose en Jesús

La acedia quiere destruir la alegría sencilla del presente que se vive y quiere hacernos creer "que nada tiene sentido, que no vale la pena preocuparse por nada ni por nadie", dice el Papa. Así, por culpa de la acedia, muchos abandonan "la vida de bien" que habían emprendido. Es una tentación grave, por tanto, que incluso los santos han experimentado y que hay que vencer.

Estos santos nos enseñan a atravesar la noche de la paciencia aceptando la pobreza de la fe. Recomiendan, bajo la opresión de la acedia, mantener una medida menor de compromiso, fijarse metas más al alcance de la mano, pero al mismo tiempo resistir y perseverar apoyándose en Jesús, que nunca nos abandona en la tentación.

La fe que cree humildemente

La fe, vuelve a afirmar Francisco, no pierde su valor aunque sea tentada por la pereza, sino que demuestra su autenticidad resistiendo a pesar de todo, y concluye:

Es esa fe que permanece en el corazón, como quedan las brasas bajo las cenizas. Siempre permanece. Y si alguno de nosotros cae en este vicio o tentación de la pereza, que intente mirar en su interior y guardar las brasas de la fe. Y así seguimos.
Cuaresma: conversión y oración por la paz

Al final de la audiencia general, en su saludo a los fieles en italiano, el Papa Francisco se refiere, entre otras cosas, a la Cuaresma que comienza hoy, llamando la atención en particular sobre el sufrimiento causado por las guerras.

Hagamos de este tiempo una ocasión de conversión y de renovación interior en la escucha de la Palabra de Dios, en la atención a nuestros hermanos y hermanas que necesitan, necesitan tanto. Y aquí no olvidemos nunca a la atormentada Ucrania y a Palestina e Israel que tanto sufren. Recemos por estos hermanos y hermanas que sufren la guerra. Sigamos adelante en este proceso de conversión, en la escucha de la Palabra de Dios, en la atención a nuestros hermanos y hermanas necesitados, y sigamos adelante intensificando la oración, especialmente para pedir la paz en el mundo.

En su saludo a los fieles polacos, el Papa recordó cómo la Cuaresma es una ocasión privilegiada para la solidaridad: "Con motivo del inicio de la Cuaresma, hoy se celebra en todas las iglesias de vuestro país una colecta para ayudar a Ucrania. Ante tantas guerras, no cerremos nuestro corazón a los necesitados. Que la oración, el ayuno y la limosna sean el camino para construir la paz".

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Ciudad del Vaticano. - Este domingo 11 de febrero, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes y canonización de la beata Mama Antula, en su alocución previa a la oración mariana del ángelus, el Santo Padre comentando el Evangelio dominical dijo que ante un mundo de relaciones virtuales “el amor necesita concreción, presencia, encuentro, tiempo y espacio donados”.

“El amor necesita concreción, presencia, encuentro, tiempo y espacio donados: no puede reducirse a hermosas palabras, a imágenes en una pantalla, a selfies de un momento o a mensajes apresurados”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del ángelus de este domingo 11 de febrero, ante los miles de files y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro y después de haber celebrado por la mañana la Santa Misa con el rito de canonización de la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa.

El estilo de Jesús: pocas palabras y hechos concretos

Al comentar el Evangelio de este VI Domingo del Tiempo Ordinario, en el cual se narra la sanación de un leproso, el Santo Padre dijo que este pasaje bíblico nos muestra el estilo de Jesús con quien sufre, es decir, pocas palabras y hechos concretos.

“Al enfermo, que lo implora, Jesús le responde: «Quiero: queda limpio». Pronuncia una frase sencillísima, que pone inmediatamente en práctica. De hecho, «la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio»”.

No entretenernos en discursos o interrogatorios

Esta actitud de Jesús, señaló el Papa Francisco, se ve muchas veces en el Evangelio, lo vemos comportarse así con quien sufre: sordomudos, paralíticos y otros tantos necesitados. Siempre hace así: habla poco y a las palabras les siguen enseguida las acciones: se inclina, toma de la mano, cura.

“No se entretiene en discursos o interrogatorios, y mucho menos en pietismos y sentimentalismos. Más bien demuestra el pudor delicado de quien le escucha atentamente y actúa con diligencia, preferiblemente sin llamar la atención”.

Un estilo maravilloso de amar

En este sentido, el Obispo de Roma invitó a pensar en este modo de amor maravilloso cuando nos encontramos a personas que se comportan así: sobrias en las palabras, pero generosas en la acción; reacias a exhibirse, pero dispuestas a ser útiles; eficaces en la ayuda porque están dispuestas a escuchar.

“Amigos y amigas a los que se puede preguntar: ¿Quieres ayudarme?, con la confianza de escuchar una respuesta, casi con las palabras de Jesús: ‘Sí, quiero, estoy aquí para ti’. Esta concreción es tanto más importante en un mundo, como el nuestro, en el que parece que se abre camino, cada vez más, una virtualidad evanescente de las relaciones”.

El amor necesita concreción, presencia, encuentro

Asimismo, el Papa Francisco invitó a estar atentos lo que nos dice la Palabra de Dios: «Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de ustedes les dice: “Vayan en paz, abríguense y sáciense”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2,15-16).

“El amor necesita concreción, presencia, encuentro, tiempo y espacio donados: no puede reducirse a hermosas palabras, a imágenes en una pantalla, a selfies de un momento o a mensajes apresurados. Son instrumentos útiles, pero no bastan en el amor, no pueden sustituir a la presencia concreta”.

Que la Virgen María nos ayude a ser solícitos a los demás

Antes de concluir su alocución, el Santo Padre pidió que la Virgen María, solícita en el cuidado, nos ayude a estar preparados y ser concretos en el amor y para ello es importante que nos preguntemos:

“¿Yo sé escuchar a las personas, estoy disponible a sus buenas peticiones? ¿O pongo escusas, postergo las cosas, me escondo detrás de palabras abstractas e inútiles? Concretamente, ¿cuándo fue la última vez que he ido a visitar a una persona sola o enferma, o que he cambiado mis planes para satisfacer las necesidades de quien me pedía ayuda?”.

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