Mujeres de mi pueblo

Miércoles, 08 Marzo 2017 08:28 Escrito por Silvestre Hernando Alconedo*
Mujeres de mi pueblo Fotografía: ddp

A lucia Hernando Méndez, en el umbral de los cien años

La situación que hoy día vive la mujer, pareciera que dista de la que tuvieron las mujeres del siglo pasado. Mujeres de un México con altos índices de analfabetismo y un catolicismo muy arraigado, ese fue su escenario. Fueron ellas las que engendraron a los adultos de hoy; nos brindaron especiales cuidados en nuestra infancia. No sé si me equivoque en mi apreciación, pero existe una total distancia con las mujeres de este siglo XXI –espero estar equivocado-, no obstante a todos los adelantos que hoy tienen a su alcance. Sin embargo, su condición de mujer se encuentra bastante degradada. Sea por el machismo que pervive al igual que el siglo pasado.

Sirva una semblanza de las mujeres que conocí en mi barrio durante mi niñez en Chiautla de Tapia. Recuerdo con mucho cariño a Doña Martina Hernández, Tuvieron su casa en la 8 poniente. Una mujer que procreo doce hijos – y otros que buscaron cobijo en su hogar-. Su esposo fue Régulo Miranda, hombre de recio carácter, de oficio maestro albañil y cuyos trabajos hablan del cariño que le tuvo a la construcción. Esta calle en los años cuarenta y cincuenta estuvo inundada de niños, crecieron en calle de tierra suelta y carente de servicios; niñez feliz, llena de juegos y de sueños. Nuestra porción de calle está limitada por dos barrancas, la que viene de las laderas del cerro de Titilinchí y que la conocemos como la del tecomazuchitl, por el oriente, y por el poniente la calle desemboca en la  barranca de los conejos, rodeada de huertos de mango y árboles de anona, zapote negro, guayabos y limas, sus frutos desprendían aromas que habitaban la poza de agua la conchita, de donde nos surtíamos de agua.

En ese tramo de calle se asentaron familias que no solo las distinguía su parentesco, fueron los primeros habitantes del barrio de los zapotes. Mis padres llegaron a principios del año mil novecientos cincuenta y cinco. Mi madre Gabina Alconedo gano pronto amistad con las demás esposas; con el tiempo esa calle parecía más bien por una sola familia, la amistad que se sembró rebasó los límites de vecindad.

No es reclamo por supuesto, pero quiero decir que los maridos de las mujeres de esa época, vivieron en un ambiente de mucho rigor de parte de los esposos, si bien ellos aportaban los recursos monetarios para el hogar, son las mujeres las que asumieron muchas responsabilidades; fueron matrimonios con muchos hijos, lo que implicaba que aparte de atender al esposo, preparaban los alimentos, el aseo de la casa, de la ropa y la atención de sus críos, todo ello una labor permanente. El recuerdo que tengo de ellas es  precisamente el de mantenerse realizando lo que ellas decían, sus quehaceres de la casa.

Doña Martina es de esas mujeres, y no comparto la idea de obediencia y sumisión al esposo. Lo que las distingue más bien es su brillante papel asumido en su responsabilidad maternal y el cuidado de ofrecer un bienestar para su familia. Todo ello llevado como quien cumple un mandamiento. Fueron mujeres que creyeron cumplir cabalmente su naturaleza, en su condición de mujer y, ante sus semejantes, su compromiso de esposa y que llegado su momento, decidieron dejar volar a sus hijos, seguras de que llegarían a buen puerto.

La calle en la que crecí, los esposos se dedicaban a la agricultura, la panadería y a la construcción, principalmente. En cuanto a las familias que vivían en el centro de Chiautla de Tapia, las esposas de los dueños de los negocios, que a mediados de siglo XX vivieron sus mejores tiempos. La compra-venta de los productos del campo y el surgimiento de las tiendas de abarrote también florecieron, los dueños contaron con la presencia de destacadas mujeres que no solo atendieron el hogar, también se incorporaron al comercio con excelentes resultados, mujeres como Lupita Enríquez, María Cañongo, Pema Amigón, Graciela García, las que recuerdo. Mujeres todas ellas amistades de mi madre Gabina Alconedo, que ofreció durante mucho tiempo el pan que elaboraba su esposo Victorino Hernando. Sirva este tributo para recordar a mujeres de la mixteca poblana. ¡Salud pisanos!.

*Miembro fundador de Alianza Ciudadana Mixteca de Chiautla de Tapia,  A.C.

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