Miércoles, 03 Octubre 2018 15:18

Un corazón de mano tendida

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Es muy triste pasar por la vida sin dejar rastro”
  
    Hoy, cuando tanto prolifera la exaltación del yo agresivo, dispuesto a todo con tal de proyectar una cultura competitiva, nada solidaria, que nos empobrece como jamás, pues lo importante es trabajar juntos y hacerlo para lograr un compromiso más humanístico, respetuoso con todas las culturas, nos hace falta pararnos y recapacitar. Por cierto, hemos de repensar sobre aquellas labores que han de estar enfocadas en las cosas que importan, haciéndolas de manera más eficiente. Sirva como ejemplo la actuación enérgica de cambio, propiciada por el primer ministro de la India, Narendra Modi, dispuesto a reducir el uso del plástico y de promover la energía solar, importante tarea distinguida por la ONU recientemente con el premio “Campeones de la Tierra”. Confiemos en que proliferen estas invencibles acciones. Es muy triste pasar por la vida sin dejar rastro.  Desde luego, hay estampas que nos vivifican.

Ciertamente, en ocasiones, nos perdemos en temas sin importancia, y omitimos lo que realmente es fundamental para nuestra supervivencia como especie. Desde luego, si el saneamiento universal y la energía renovable, son vitales para el desarrollo de la humanidad, aminorar los conflictos en el mundo es trascendente. En este sentido, nos alegra que la filosofía de rechazo a la violencia que inspiró al inolvidable Mahatma Gandhi sea uno de los faros que guía la labor de las Naciones Unidas, frente a esta incertidumbre permanente que soportamos, en parte por carencia de diálogo y entendimiento, por la ausencia de compromiso con la verdad y también con el bienestar de sus moradores, habiten donde habiten en la faz de la tierra.

    Por eso, hace falta un corazón de mano tendida, cooperante siempre con la diversidad, de respeto que ha de compartirse entre unos y otros, evitando contiendas inútiles que a todos nos perjudican. Para empezar, a mi juicio hay que acabar con las sanciones relacionadas con necesidades humanitarias. No podemos agravar las situaciones o extender la disputa. Sin duda, es bueno superar la desconfianza, las actitudes defensivas para ir al encuentro más allá del propio entorno, si cabe con una conciencia poética que nos conduzca a estilos de vida más auténticos, al menos para poder practicar el arte del acompañamiento con aquellas gentes abandonadas e incomprendidas. Caminar solo, aparte de ser muy aburrido, es desalentador por propia naturaleza humana. Acompañar, pues, ya sean momentos de alegría o de dolor, nos gratifica y es de agradecer siempre.

    Dicho lo cual, pienso que nos faltan hojas de rutas mancomunadas, pues más pronto que tarde podemos lograr aquello que nos propongamos, a poco que corrijamos actitudes corruptas que socavan el crecimiento inclusivo. En consecuencia, hemos de reflexionar sobre el modo y manera de construir un futuro compartido en un mundo tan fracturado como el presente, en el que abunda la opulencia insostenible de algunos, mientras hay otro orbe circundante cada día más empobrecido. Por tanto, la brújula de la justicia social debe orientarnos hacia otros vínculos más justos, empezando por los modelos económicos que han de respetar una ética de desarrollo integral  basada en principios que pongan en el centro a la ciudadanía, sus derechos y obligaciones, sin obviar que una distribución justa y equitativa de los beneficios contribuye a armonizarnos.

    Precisamente, desde este espíritu de concordia es como se construyen puentes que nos forjan a reencontrarnos hasta consigo mismo. La mano extendida hacia uno y hacia todos es un signo vivo  de hermanamiento, tan necesario como el aire que respiramos. Nuestra respuesta a este mundo dividido tiene un nombre, se llama hacer familia, que es lo que pide la continuidad de nuestro personal linaje como tal. No es cuestión de vencernos en venganzas. Tampoco nos interesan las políticas del ojo por ojo, porque al final acabamos todos enfrentados, y lo fundamental no son las luchas, sino las vidas salvadas del sufrimiento, de nuestras miserias, que lo único que hacen es arruinarnos hasta la dignidad que todos nos merecemos como seres vivos. Dignifiquémonos con nuestra libertad. Que nadie nos la robe.
 
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Artículo | Algo Más Que Palabras

Hubo un tiempo en el que todo era poesía,
a ella hemos de volver.
   
    Tenemos que aprender a crear imágenes esperanzadoras a nuestro alrededor. El mundo necesita embellecerse y retornar a lo auténtico, que es donde en verdad radica la bondad. Hay muchos parlanchines, demasiados diría yo, dispuestos a dejarnos sin corazón, a imbuirnos por los sufrimientos, puesto que cada vez se recolectan más necedades en procesos democráticos. Deberíamos, pues, retornar más a nuestro interior para poder discernir lo engañoso de lo verdaderamente verídico. Los sueños de muchas vidas humanas no se los llevan las bombas, sino el pulso del alma, siempre dispuesto a renacer aunque sea de las cenizas del odio sembradas. Por desgracia, nos falta amor para no dejarnos absorber por esta espiral de violencias y de abuso sistemático de los derechos humanos. Es hora, por tanto, de repensar ante los ojos del mundo, sobre la necesidad de levantar cabeza y no caer en el vértigo de una globalización ciega, adoctrinada por los poderosos, a los que les importa nada este mundo crecido de injusticias y desigualdades. De hecho, en vez de derribar muros y distancias, lo que se activa es un espíritu de egoísmo sin precedentes, que impide compartir nada. A veces, hemos de reconocer que somos la más pura contradicción en camino, siempre poniéndonos barreras unos contra otros.

    Ante este panorama desolador, muchos desfallecen en el camino. Es una lástima. Ojalá aprendamos a sintonizar con las diversas cuerdas del corazón, que realmente son las que nos armonizan la vida. Por eso, es fundamental activar nuevas vías de expresión que permitan, aparte de reafirmar identidades, transmitir valores con originales lenguajes verdaderamente ciertos. La persistente contaminación a través de un lenguaje engañoso nos está dejando sin tiempo para pensar, y esto es grave, máxime en este momento en que vamos de falsedad en falsedad, que es justo lo que desean los que codician insaciables el poder, a través de la tenencia del dinero, para poder robarnos hasta la libertad de ser uno mismo. Dostoyevski, precisamente, dejo escrito algo memorable al respecto, que no me resisto a transcribir: “Quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás. Luego, como ya no estima a nadie, deja también de amar, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos; y por culpa de sus vicios, se hace como una bestia. Y todo esto deriva del continuo mentir a los demás y a sí mismo”. Esto nos exige, sin duda, volver a nuestras habitaciones interiores para dejarnos alentar por el propio pulso, que todos llevamos consigo, puesto que somos ese purificador verso interminable, desde el momento mismo de nacer. 

Es cuestión de dejarnos interpelar por esa voz íntima, que nos insta a vernos a la luz de las níveas metáforas, sumando miradas en la misma dirección, y viéndose uno mismo entre ellas. ¿Qué es el camino, sino una manera de sentirse? Sin los sentimientos nada sería lo que es, hasta el punto de que –como dijo el escritor español Francisco de Quevedo (1580-1645), “los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”. Y así es, el manantial existencial nuestro no es otro más que nuestro específico pulso de vida. Cada cual tiene la edad de sus emociones. De ahí la importancia de cuidar nuestros entornos. No vayamos a perder la capacidad de asombro ante tanta pérdida de masa forestal, o el propio sentido humano, ante la avalancha de crueldades que nos circundan. Sea como fuere, es tiempo de mejores gobernanzas,  pero también de escucharnos mar adentro. A un gran corazón nada se le resiste, ninguna ingratitud lo cansa, nadie lo detiene. Tratemos de ver con el frenesí de nuestras propias entretelas. Seguramente, entonces, nos atreveremos a compartir el sufrimiento de nuestros análogos, reconociendo de este modo que con nuestra contribución es como el mundo puede cambiar. Sinceramente, todos podemos aportar algo en ese cambio, concertando y conviniendo, que la realidad no puede estar sumisa a don dinero, sino al celeste verso y al verbo humano para recuperar su innata armonía, a la que hemos de regresar por siempre.
 
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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• En México, la diabetes es la primera causa de muerte en población femenina.

Ciudad de México a 17 de noviembre de 2017 –  En la actualidad, hay más de 199 millones de mujeres en el mundo que viven con diabetes mellitus tipo 2 (DM2) y se calcula que esta cifra llegará a los 313 millones para 2040 si desde hoy no se toman las medidas necesarias para frenar su impacto, el cual se traduce en un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud incapacitantes y potencialmente mortales .

De hecho, las mujeres tienen dos veces más riesgo de sufrir enfermedad de las arterias coronarias en comparación con los hombres, por lo que necesitan un control más riguroso de la DM2 para disminuir la posibilidad de un ataque al corazón o un infarto cerebral (embolia) . 

Por tanto, atender la diabetes en la población femenina es una prioridad, ya que las mujeres juegan un papel fundamental en el ámbito económico y social: son hijas, madres, esposas y profesionistas. Tan sólo en México hay 40.6 millones de mujeres en edad productiva, de las cuales 20.8 millones mayores de 15 años forman parte de la población económicamente activa en el país .

Sin embargo, a pesar de los avances en materia de género, este sector sigue siendo vulnerable. Por esa razón, la campaña del Día Mundial de la Diabetes de este año se centró este año en promover el acceso equitativo, a un diagnóstico oportuno, a medicamentos y tecnologías innovadoras, a una atención costo-efectiva, así como a una educación de calidad para prevenir y evitar la aparición de sus complicaciones, siendo las enfermedades cardiovasculares (ECV) la principal causa de muerte en personas con DM2 .

La Dra. Esperanza Martínez Abundis, médico internista y profesora-investigadora de tiempo completo en el Instituto de Terapéutica Experimental y Clínica de la Universidad de Guadalajara (UdeG), señaló que las enfermedades cardiovasculares  pueden conllevar a más mortalidad en ellas que en el hombre debido, principalmente, a las diferencias hormonales. De esta manera, son más susceptibles a infartos cardiacos o cerebrales a edades más tempranas, tienen más probabilidades de fallecer después de un primer evento cardiovascular y son más vulnerables a sufrir depresión relacionada con el diagnóstico y la adherencia al tratamiento .

“Los estudios observacionales2 sugieren que las mujeres con diabetes tipo 2 pueden beneficiarse más que los hombres para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares mediante cambios en el estilo de vida, los cuales incluyen dieta, ejercicio y control intensivo, bajo supervisión médica constante, tanto de los niveles de glucosa en sangre como de presión arterial, colesterol y triglicéridos”, comentó.

En ese sentido, dijo que para ayudar a las pacientes que viven con esa condición de salud y presentan ECV establecida, como enfermedad de las arterias periféricas, infarto agudo de miocardio o un evento vascular cerebral, recientemente se cuenta con terapias de última generación como los inhibidores del co-transportador sodio-glucosa tipo 2 (ISGLT2) que, añadidos a los tratamientos habituales con metformina, sulfonilurea o insulina, no sólo han demostrado mejorar el control glucémico, sino también reducir el riesgo de muerte por alguna de estas causas .

Y es que este medicamento, desarrollado por la alianza Boehringer Ingelheim-Eli Lilly, e indicado bajo la estricta prescripción médica, facilita la eliminación de más glucosa a través de la orina, además de reducir la presión arterial , lo que significa un gran avance en el tratamiento de la DM2, pues 9 de cada 10 casos presentan sobrepeso u obesidad y otras comorbilidades como hipertensión arterial y colesterol elevado , . “El beneficio de la protección del corazón no había sido descrito en un antidiabético oral, lo que sin duda abre una nueva era en el manejo de la diabetes”.

Destacó que el 9.4% de los adultos mexicanos tiene diabetes y, aunque el 87.8% reportó recibir tratamiento médico para controlar su enfermedad, la prevención de complicaciones está aún lejos de alcanzarse , ya que el 75% de los pacientes no alcanzan sus objetivos glucémicos con las terapias actuales . Esto ha originado que en México este padecimiento tenga costos superiores a los 7 mil millones de dólares anuales .

De modo que contar con un fármaco que mejore el control de la glucosa y proteja el corazón es una esperanza para aquellos que viven con DM2, pero sobre todo para las mujeres, quienes presentan una prevalencia mayor que los hombres (10.3% vs 8.4%) y cuyas complicaciones cardiovasculares pueden ser más graves . Además, una mujer con DM2 es casi diez veces más propensa a padecer una enfermedad del corazón en comparación con quienes no tienen diabetes .

Finalmente, resaltó que las mujeres en general son agentes clave para mejorar la salud y el bienestar de las futuras generaciones, por lo que la consigna mundial es instar a todos los actores clave: gobierno, industria, organizaciones civiles y comunidad médica a que juntos sumen esfuerzos en pro de mejorar su atención con conocimientos y recursos que les permitan prevenir y/o retrasar la aparición de la diabetes y sus complicaciones, particularmente en momentos como la infancia, durante el embarazo y la edad adulta.

“Lo más importante es que las pacientes siempre acudan al médico para que éste les recete el tratamiento que se ajuste a sus necesidades”, concluyó la especialista en diabetes.

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Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    En nuestros días, el ser humano vive en permanente crisis, muchas veces resignado a una insoportable mundanidad, donde aquello que no es poder apenas interesa. Deberíamos reorganizarnos, reforzar los vínculos hacia nuestros análogos, retornar a la experiencia del amor, reanudar otros caminos de mejor realización humana, pues cada día es más complicado ocultar nuestro deterioro afectivo. Hay una falta de escucha y de comunicación sin precedentes. La desunión de las familias es un claro testimonio del aislamiento social que vivimos. Hemos llegado al cenit del absurdo. De ahí, la necesidad de prestar más oído al corazón, cuando menos para no tomar decisiones apresuradas; pongamos, por caso, la moda del divorcio. A veces nos asustan los problemas y pensamos que la experiencia matrimonial no vale la pena proseguirla y rápidamente buscamos huir de nosotros mismos, sin dejarnos acompañar por nadie, sin sentir por nadie. Ante esta situación, observo que hay una necesidad de agentes reconciliadores o de mediación. Ciertamente, los recursos para reorientarnos son muchos, pero más allá de los modismos que nos disgregan y de las situaciones complejas que se nos puedan presentar, hemos de repensar mucho más sobre la manera de crecer en ese amor  hacia nuestros análogos. No desgastemos energías en egoísmos que no valen la pena y pongamos por costumbre ocuparnos y preocuparnos por aquellos que piden nuestro auxilio en cada momento.

    Por momentos, podemos ser el instante preciso para salvar una existencia; y, por consiguiente, el instante precioso además. Sea como fuere, hay que hacer más el corazón y menos encender contiendas inútiles. En las últimas jornadas, hemos oído decir a la Comunidad Internacional que hay que alentar a los gobiernos a invertir más en esas personas que necesitan ayuda, y desde luego que sí, pero también hemos de activar otra conciencia más solidaria, que sepa acompañar y fortalecer vidas. Ningún ser humano debe sentirse abandonado a su suerte. Todos necesitamos de todos, porque hasta la misma dignidad humana nos exige que cada uno viva desde dentro, pero sin actitudes deshumanizantes y antisociales. A mi juicio, estamos llamados a socorrernos, máxime en un tiempo de tantas incertidumbres y flagelos. En 2013, la Asamblea General de Naciones Unidas, sostuvo una reunión para evaluar el Plan de Acción Mundial. Los Estados miembros adoptaron la resolución A/RES/68/192 y designaron el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata. En dicha norma, se señala que el día es necesario para “concienciar sobre la situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos”. Yo diría más, pues a poco que miremos a nuestro alrededor, veremos que estamos en presencia de tantos abusos, que cada amanecer son más los que deciden escapar de los conflictos armados, la pobreza, la inseguridad alimentaria, la persecución, el terrorismo o las violaciones y abusos de los derechos humanos.

    Quizás tengamos que oírnos más las entretelas del corazón para no sentirnos unos extraños en este planeta en el que todavía hemos de combatir la trata de personas y el contrabando de migrantes. Pensemos en la cantidad de víctimas potenciales de tráfico sexual que llegar por mar a Italia, que según las últimas estadísticas, aumentó un seiscientos por ciento en los pasados tres años, tal y como ratifica un nuevo estudio de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). No podemos continuar con este crimen trasnacional que devasta las vidas de miles de personas y causa un sufrimiento indescriptible. Hemos de salir a dar amor. Tal vez tengamos que saltar de la burbuja de endiosamiento en la que vivimos para despertar la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de dolerse por su sufrimiento cuando se le ha tratado peor que a un animal. Está visto que nos falta cariño y nos sobra agresividad. Se requiere, por tanto, volver a ese mundo interior herido, que ni siente ni padece por ninguno, de manera que podamos reactivarnos humanamente, y así poder reconciliarnos, primero con nosotros mismos, luego con nuestros semejante, y al fin con la sociedad en su conjunto. Lo que sucede es que caminamos adoctrinados para no divisar nada, y nos quedamos presos por la indiferencia, por lo que aparte de requerir de la ayuda de los demás, también necesitamos un camino moral que nos renazca y nos reeduque en un pensamiento libre y responsable. Esta es la cuestión, disgregada la familia, se pierde también la primera y prioritaria escuela de los valores humanos.

    Por desgracia, nos hemos hecho a la calle, al hoy de las redes sociales y a la ventana de la televisión, sin criterio alguno, lo que ha debilitado enormemente los estéticos principios recibidos, en otro tiempo, en la vida familiar. Y así, ahora, tenemos lo que tenemos, una humanidad deshumanizada, inhumana a más no poder, que despide odio y venganza por todos los puntos cardinales del camino por los que transita. Desde luego, se echa en falta esa hospitalidad, esa espiritualidad de familia que acoge, haciendo más familia en  definitiva, como misión que la gente con corazón propicia. Tampoco desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a ser más activos humanamente, o sea, más generosos, sabiendo que la verdadera generosidad para con el futuro, como decía el inolvidable escritor francés, Albert Camus (1913-1960),  “consiste en entregarlo todo al presente”. En consecuencia, si fundamental es aliviar la pobreza, reducir la desigualdad y proteger el medio ambiente; no menos substancial es  dejarse transformar por ese amor, que si es auténtico, jamás se agota, porque perennemente nace del corazón de cada persona y pasa a través del alma de cada uno de nosotros, que es verdaderamente aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos.

    Cuántas personas se sienten extrañas a sí mismas y no se reconocen en este desorden en el que habitan. Demandan volver a reencontrarse en otros espacios más justos, lejos de políticas interesadas o de intereses de grupos financieros. Considero que es una vergüenza los comportamientos de algunas gentes sin escrúpulo alguno. La peor corrupción es ese espíritu de inhumanidad que nos gobierna subterráneamente, intentando separarnos siempre. Por ello, una vez más digo, que es el momento de la acción, de la participación, de no resignarse. Ahora tenemos la ocasión de proveer otro clima más armónico, de prosperidad y dignidad para todos en un planeta sano y no podemos fracasar. La labor es ardua, pero nada es imposible cuando trabajamos juntos en alianza, ya que esta diversidad globalizada nos enriquece como jamás y contribuye a la cohesión social. Por eso, cuesta entender esa demonización solapada hacia los refugiados o migrantes, que aparte de atentar gravemente contra los valores de dignidad e igualdad de todos los seres humanos, agita la violencia racial.

Igualmente, llevamos años prometiendo que nadie se quede rezagado, pero no pasamos de los buenos deseos a la realidad. De hecho, la ayuda destinada a la educación ha disminuido durante seis años consecutivos y en 2016 alcanzó sólo 12.000 millones de dólares, un 4% menos que en 2010, según revela un estudio reciente de la UNESCO. No olvidemos que el factor educativo es un motor de cambio imprescindible. Dicho lo cual, es necesario revisar continentes y contenidos, pero con otros lenguajes más éticos, admitiendo que el camino del diálogo ofrece fundadas ilusiones en un mundo de cultura pluralista, pero que no puede distanciarse de ese fondo anímico, o si quieren, contemplativo. Quizás nos convenga, pues, no para que no se pierda un solo talento por falta de oportunidades, sino para saber algo tan básico como convivir y tener conciencia de la honestidad, con lo que ello significa de avance social, al menos para templarnos ante las dificultades de la vida.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Tales reacciones acumulan grasa en las arterias, dicen expertos

Enojones e iracundos, sean mujeres u hombres, son personas que hacen mucho daño a su corazón, y cuando padecen ataques de cólera pueden ocasionarse un ataque cardiaco, sin importar si son jóvenes o adultos.

Estudiosos del Johns Hopkins School of Medicine, al  evaluar a 1,337 hombres alumnos de medicina, hallaron que quienes eran propensos al enojo presentaban tres veces más probabilidades de sufrir un ataque al corazón siendo jóvenes, o al menos  estaban más propensos a desarrollar problemas cardíacos a lo largo de su vida.

Por tanto describen que quienes tienen un temperamento irritable y se enojan con facilidad, deben respirar profundo, no sólo porque el enojo por lo general causa reacciones destructivas, sino porque además le hacen daño a su corazón.

Aseguran que cualquiera que sea el motivo de un enojo, provoca que el pulso se  acelere, la sangre se  suba a la cabeza y se sienta un fuerte impulso por hacer algo violento como gritar, romper algo, golpear la mesa con los puños, entre otras acciones violentas.

Es aceptable que aun cuando el enojo es una emoción normal y hasta sana, en exceso no es bueno para la salud.

Estos científicos siguen investigando sobre el tema, por lo cual se sabe que el enojo y otras emociones fuertes, afectan directamente al corazón y a las arterias.

Cuando alguien se enoja,  tiene ira o cólera, su cuerpo activa un mecanismo de combate o pelea, lo pone alerta y es cuando se liberan hormonas como la adrenalina y el cortisol, se aceleran los latidos del corazón, su respiración se hace más agitada y siente una descarga de energía.

Los vasos sanguíneos se contraen y su presión arterial sube. Si  esta reacción ocurre con demasiada frecuencia, su sistema cardiovascular se sobrecarga y se gasta.

Mediante el estudio señalado se han logrado evidencias de que estas reacciones pueden causar acumulación de placas de grasa en las arterias y, por lo tanto, se dañan, ya que  se debilita el sistema cardiovascular y hace que estén, el enojón o el iracundo, a las puertas de sufrir un infarto, aunque sea joven.

Recomiendan expertos que cuando algo cause enojo a alguien, debe éste respirar profundo, contar hasta diez, hacer una pausa, poner las cosas en una balanza y no reaccionar con violencia.

El practicar técnicas de relajación puede ayudar a controlar estos ataques y también a evitar que el corazón sea el más afectado.

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Miércoles, 24 Mayo 2017 16:01

Seamos más corazón que cuerpo

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Tratemos de mirar con el corazón y de ver más con el alma. Multitud de niños mueren cada día privados de necesidades básicas. Otro pelotón de chavales son verdaderamente infelices, y eso, en un mundo que presume de avanzado. Los ataques cobardes contra gente suelen tener como objetivo premeditado a jóvenes inocentes. Toda esta atmósfera de crueldades, nos exige que tenemos que amarnos mucho más unos a otros. Ojalá encontrásemos menos muros y más puertas abiertas, para poder hablar sobre aquellos latidos comunes, que nos hacen más compasivos, que es lo que realmente nos forja un nuevo pensamiento más interior, más de avanzar hacia delante.

    Hay que volver al corazón para desnudarse y reconocerse en el otro como parte de sí. Esto es tan prioritario como el alimento de cada día, pues la paz se alienta en cada momento, con voz clara, pero profunda, para poder ir juntos a ese horizonte celeste, al que todos deseamos abrazar, más pronto que tarde. La vida no debe observarse como de vencedores o derrotados, sino por su estela dejada, y los críos son la esperanza del mundo. Lo decía el inolvidable dramaturgo y novelista irlandés Oscar Wilde (1854-1900), que "los niños eran siempre el símbolo del eterno matrimonio entre el amor y el deseo". Un afecto que nos torna más sociables y, por ende, más condescendientes con toda la humanidad.

    Por otra parte, está visto que la fuente de nuestra biografía naciente es más espíritu que cuerpo; y allí, donde se armonizan los acuerdos para trabajar unidos, el corazón se abre a las sorpresas del gozo, al transitar por los caminos de la verdad y de la justicia. Para empezar, todo es más llevadero, y esto ayuda  mucho a entenderse y comprenderse. La actitud justa es, precisamente, la de no retroceder, la de llevar un buen ánimo para poder convivir y caminar, con esa sabiduría que nos fraterniza, en la medida que cultivemos el sentimiento de la bondad, que es lo que nos enternece como personas, más allá de otros bríos que nos pueden entretener en un principio, pero que pronto nos cansan, por su desvelo de interés y poco más. Debiéramos saber, de una vez por todas, que nada somos sin los demás. Nuestro andar, mal que nos pese, está supeditado a los colectivos andares vivientes. La colectividad es la que nos pone en movimiento y la que nos proporciona fortaleza para poder subsistir.

    Subsiguientemente, tenemos que salir de este estado de confusión y alienarnos a una sabiduría menos chismosa y más poética, más de reencontrarse en medio de todos y con todos. Pero eso sí, con un diálogo auténtico, basado en sólidas leyes morales, para descubrirse ante toda existencia humana. Desde luego, si trabajamos más con el corazón, lo que nos exige valor y sensatez, podremos nutrirnos mejor y esparcir mejorado aquello que nos embellece, que no es otra cosa, que nuestra justa conciencia, la que nos insta a discernir, pues muchas veces nos damos a nosotros mismos, por hacer lo que me conviene y apetece, posadas envenenadas y provisiones contagiadas por la maldad.

    En todo caso, si en verdad queremos salvaguardar la paz y la seguridad de todo ser humano, junto a su entorno, tenemos que donarnos mucho más, como lo vienen haciendo gentes diversas, como los cascos azules de la ONU, desplegados en los escenarios más difíciles tanto física como políticamente, algunos sacrificando la vida, como lo evidencian los miles de fallecidos al servicio de lo armónico, u otras gentes en misión, que han salido de sí mismas para vociferar el amor como pulso conciliador y reconciliador. Por ello, no permitamos que nuestras preocupaciones cotidianas nos endurezcan por dentro, la cuestión es salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las zonas que necesitan una palabra de respiro, un mensaje de luz, un empuje de humanidad, para sentirse más que grande, satisfecho, de hallarse arropado y querido por sus análogos. Esto es lo que verdaderamente nos da savia.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Miércoles, 17 Mayo 2017 21:10

Toca ensanchar el corazón

Artículo | Algo Más Que Palabras
 
    El mundo necesita unirse y reunirse para solucionar los muchos trances que nos acorralan. Todo ello, hemos de hacerlo de manera conjunta y dialogada. Ciertamente, acortadas las distancias entre nosotros, nos falta fusionar culturas hasta hermanarse; porque, si en verdad queremos prevenir inútiles contiendas y preservar lo armónico, hay que reorganizarse, rehacerse y renacerse como humanidad reconciliada. Sea como fuere, debemos pasar página y reforzar la confianza entre nosotros. En consecuencia, alistamos una necesidad de que la ciudadanía se halle así misma y todo se ponga a su servicio, mediante el activo de una cultura inclusiva y de justicia, igualitaria, que dignifique a todo ser humano, cualquiera que sea su creencia, raza, sexo, posición económica u otra condición. Ya está bien de tantos desprecios discriminatorios hacia nuestros análogos. Ha llegado el momento de cobijar y auxiliarse, de enfundar las espadas de los unos contra los otros,  de establecer el lenguaje del respeto ante todo y sobre todo y en todas partes, de recuperar la gratuidad como abecedario de una globalizada civilización del encuentro, y no del encontronazo, ni de la venganza. Sin duda, toca ensanchar el corazón para poder vivir una vida más profunda; y, de este modo, reencontrarse con el vínculo de la amistad y la apertura hacia nuestros semejantes, desde la más genuina libertad y en un ambiente seguro de su persona.

    También se requiere de otro mundo más activo con la vida de todo ser humano. Ninguna energía puede eclipsarse a nuestros ojos. Aquí también nos falta agrandar el alma, pues corrompida la civilización humana, nada tiene sentido, ni armoniza. Desde luego, tenemos que entender la vida de otro modo más condescendiente, incluidas nuestras propias relaciones, pues han de tener otro espíritu más generoso. La guerra de los poderosos contra los débiles es algo absurdo y arcaico. Debemos de superarlo de una vez por todas. Somos una generación pensante. Pues humanicemos ese pensamiento. Por desgracia, si la eliminación de la vida naciente o terminal suele enmascararse de falsedades y egoísmos, los que viven en pleno desarrollo de sus potencialidades, tampoco lo tienen fácil bajo esta degradante atmósfera, de tenebrosa ceguera moral. Hace falta, como el comer, el injerto de una ética que ponga en valor la vida en todas sus etapas. Me niego a que la cultura de la muerte nos gobierne. Somos un ser viviente en movimiento, de ascendientes y descendientes, con el convencimiento de que nadie es un despojo. Aún hay muchos países que desconocen las causas de enfermedad y muerte de su población. Indudablemente, esto constituye un problema a la hora de evaluar el impacto de las políticas sanitarias y de asistencia. 

    Los moradores de este mundo, y más sus líderes, no pueden cruzarse de brazos y permanecer indiferentes ante situaciones verdaderamente bochornosas para una civilización que nos decimos humana, ofreciendo estampas verdaderamente salvajes. A los datos me remito. Más de un millón de adolescentes mueren cada año por causas que se podrían paralizar. La Organización Mundial de la Salud, acaba de vociferarlo: "que podrían evitarse a través de mayores inversiones en servicios de salud, educación y apoyo social". A este calvario de muertes hay que sumarle el número de abortos o de prácticas de suicidio asistido, cuestión verdaderamente escandalizadora. Al fin y al cabo, todos deseamos vivir, y las peticiones abortistas o de muerte, suelen suceder por falta de humanidad, de apoyo psicológico y afectivo. En demasiadas ocasiones, olvidamos que son las asistencias a los que sufren, lo que nos humaniza y nos hace ser mejores personas. Ahí tenemos este clima de deshumanización, viciándonos como jamás, en parte debido a nuestra pasividad. Con otro corazón  más fraterno, se disipa y vence cualquier ambiente de soledad, o la tentación de desesperación que cualquiera de nosotros podemos sufrir mañana mismo. A veces, nos falta esa mirada de amor y nos sobra esa otra visión de altanería, que nos ciega e impide formar parte de una existencia realmente asistencial y coexistida, estimando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que todo ser humano, por ínfimo que nos parezca, no se vea constreñido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Estudio médico advierte: hasta jóvenes furiosos están propensos a problemas cardiacos

Ira y  enojo, sentimientos que tienen en muchos momentos mujeres y hombres en cualquiera etapa de la vida, no sólo causan reacciones destructivas en el organismo, sino el mayor daño lo hacen al corazón y pueden provocar un ataque cardíaco.

Cualquiera que sea el motivo de un enojo, origina que el pulso se acelere, la sangre se suba a la cabeza y haga sentir fuerte impulso por hacer algo violento como gritar, romper algo, golpear la mesa con los puños, y aunque es una emoción normal y hasta sana, en exceso no es bueno para la salud.

Un estudio realizado por el Johns Hopkins School of Medicine, evaluó a 1,337 hombres estudiantes de medicina y encontró que aquellos propensos al enojo presentaron tres veces más probabilidades de sufrir un ataque al corazón siendo jóvenes, o al menos, más propensos a desarrollar problemas cardíacos a lo largo de su vida.

Y un ataque de rabia puede hacerle mucho daño al corazón. Aunque los científicos aún siguen investigando más a fondo el tema, se sabe que el enojo y otras emociones fuertes afectan directamente al corazón y a las arterias.

Cuando alguien se enoja, tiene ira o cólera, su cuerpo activa un mecanismo de combate o pelea, le pone alerta y es entonces cuando se liberan hormonas como la adrenalina y el cortisol; se aceleran sus latidos del corazón, su respiración se hace más agitada y siente una descarga de energía. Los vasos sanguíneos se contraen y su presión arterial sube. Cuando esta reacción ocurre con demasiada frecuencia, el sistema cardiovascular se sobrecarga y se gasta.

Agrega el estudio señalado que existen evidencias de que estas reacciones pueden causar acumulación de placas de grasa en las arterias y por lo tanto, se dañan.

Esto debilita el sistema cardiovascular y hace que el enojado o enojada estén a las puertas de sufrir un infarto, aunque sean jóvenes.

Por eso, cuando algo nos cause enojo, ¡respiremos profundo! Contemos hasta diez, hagamos una pausa, pongamos  las cosas en una balanza y no reaccionemos con violencia, recomiendan médicos generales y especialistas.

El practicar técnicas de relajación puede ayudar a controlar estos ataques y a evitar que el corazón sea el más afectado.

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Sábado, 04 Febrero 2017 19:11

El lenguaje del corazón en la mirada

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

Me gustan las miradas penetrantes,
aquellas que por sí mismas,
son un abecedario de plácidas sensaciones.

Uno ve lo que ve, y cada persona ve distinto.
Bajo el azul, me sorprenden
aquellos que duermen y no despiertan.

Necesitamos confluir interiormente.
Alzar la vista, y acariciarse
dentro de uno mismo para alentar el ánimo.

Nada somos sin Dios, hemos de sentirlo.
Ojalá descubramos sus ojos
en nuestra visión del alma más nívea.

Tenemos necesidad de sentirnos
más espíritu que cuerpo
en este trajín diario en el que nos movemos.

Observémonos para vislumbrar
caminos de encuentro,
pues hemos de reparar las desuniones.

Dejémonos mirar por la belleza
que nos acompaña, por lo armónico
de un amor que está ahí, esperándonos.

Aprendamos de las flores,
que nada piden y lo dan todo,
en un abrazo que nos injerta ternura.

Una ternura que nos da valor y valía.
Valor para amar sin condiciones.
Valía para indagar en los sentimientos.

Pues para conciliarse hay que quererse.
Explorémonos hasta que las lágrimas
nos cicatricen e interroguen sobre la vida.

Que una existencia desorientada
necesita buscar la gracia
de la reconciliación para eternizarse.

Pensemos que nunca es tarde para ojear
rutas vividas en relación con los otros,
que la vida es sentirse y perdonarse.

Vivamos los días sin cerrar los sentidos,
abriéndonos al pulso del corazón,
para en conjunto ser poesía, latido, ¡el verso!.
 
Víctor Corcoba Herrero
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Publicado en COLUMNAS

Al cerrar los ojos “nos desconectamos temporalmente de este mundo”: científicos

Dormir bien, uno de los muchos placeres de la vida, es clave para evitar enfermedades mentales o deterioro cognitivo; es indispensable para vivir, repone las energías y da oportunidad al cuerpo de sanarse.

Científicos del Centro Médico  de Rochester en Estados Unidos, aseguran lo descrito y confirman que el sueño es importante para la memoria, para controlar el estrés, para la salud del corazón, para el control de la diabetes y para controlar además el peso y belleza de la piel.

El sueño, que siempre ha despertado la curiosidad de todos porque en gran parte es misterioso, sigue siendo analizado por científicos, quienes comentan que al cerrar los ojos “nos desconectamos temporalmente de este mundo”.

Detallan que durante el sueño aumenta el espacio que hay entre las células cerebrales, lo que permite al cerebro eliminar las toxinas que se acumulan mientras mujeres y hombres de toda edad permanecen despiertos o en horas de vigilia.

Al dormir se activa una especie de sistema hidráulico denominado glinfático, el cual controla el flujo del líquido cerebroespinal  que rodea al cerebro y a la médula espinal.

Este sistema, según lo observado en un experimento con ratas, se abre durante el sueño para dejar que el líquido circule rápidamente en el cerebro.

Los autores del estudio se sorprendieron al ver la diferencia en la circulación del colorante durante la vigilia y durante el sueño.
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Estudios previos han sugerido que las moléculas tóxicas que juegan un papel determinante en el desarrollo de trastornos degenerativos del cerebro, se acumulan en el espacio que hay entre las células cerebrales.

Interesados en conocer cuál es el rol del sistema glinfático en este proceso, los investigadores inyectaron a ratas una proteína relacionada con la enfermedad de Alzheimer, para medir cuánto duraba en el cerebro mientras estaban dormidos y despiertos. Observaron que la proteína desapareció rápidamente en los ratones cuando estaban dormidos, lo cual sugiere que el sueño limpia las toxinas del cerebro mientras descansa.

Estos resultados abren la puerta para encontrar claves importantes acerca del desarrollo de los trastornos neurológicos. Las células que regulan el sistema glinfático podrían ser el centro de atención a la hora de tratar una gran variedad de enfermedades mentales.

Además, este interesante estudio confirma una vez más la importancia del sueño y su efecto reparador. Literalmente, dormir bien, aclara la mente. Así que ¡A descansar!

Publicado en SALUD
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