El “pan de muerto” recuerda los sacrificios humanos prehispánicos

Miércoles, 19 Octubre 2016 00:00 Escrito por Jerónimo Morales Hernández
Principal componente de las ofrendas tradicionales es el pan de muerto. Principal componente de las ofrendas tradicionales es el pan de muerto. Fotografía: ddp

Es uno de los componentes más importante de las ofrendas dedicadas a los difuntos

Junto con la flor de cempasúchil,  el “pan de muerto” es uno de los componentes más importantes de las ofrendas dedicadas a los Fieles Difuntos, en los días 1 y 2 de noviembre.

El origen de este alimento se remonta, en México, a la época de la Conquista, inspirado por rituales prehispánicos, con los sacrificios humanos, opinan diversos historiadores.

En comunidades especialmente del centro y sur del país, se conserva un gusto particular  por ese pan de fiesta o pan dedicado a los difuntos que, de acuerdo a creencias ancestrales que no se han perdido, regresan a  encontrarse con sus familias el 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, en los “Dias de muertos”.

La historia  del pan de muerto, según unos cronistas, es una leyenda de azúcar y sangre al recordar los sacrificios humanos que se practicaban desde  1519, a la llegada de los españoles a la entonces Nueva España, ahora México.

La tradición oral cuenta que un ritual entre los mexicas hasta antes de la conquista, era que una princesa fuera  ofrecida a los dioses. Su corazón aun  latiendo se introducía en una olla con amaranto y después quien encabezaba el rito mordía el corazón en señal de agradecimiento a un dios.

Los conquistadores rechazaron ese tipo de sacrificios y elaboraban un pan de trigo en forma de corazón bañado en azúcar pintada de rojo, para simular la sangre de la doncella.

Otros historiadores revelan que el nacimiento de ese pan de muerto se basa en un rito que hacían los primeros pobladores de Mesoamérica, a los muertos  que enterraban con sus pertenencias.

El libro titulado "De Nuestras Tradiciones"  narra la elaboración de un pan compuesto por semillas de amaranto molidas y tostadas, mezclado con la sangre de los sacrificios que se ofrecían en honor a Izcoxauhqui, Cuetzaltzin o Huehuetéotl.

También hacían un ídolo de Huitzilopochtli de "alegría", al que después encajaban un pico y, a manera de sacrificio, le sacaban el corazón en forma simbólica , pues el pan de amaranto era el corazón del  ídolo. Luego se repartían entre el pueblo algunos pedazos del pan para compartir la divinidad.

En la actualidad se cree que de allí surgió el pan de muerto, el cual se fue modificando de diversas maneras hasta llamarle ahora hojaldra. Y un significado más que tiene, es  el círculo que se encuentra en la parte superior del mismo, que  es el cráneo, las canillas son los huesos y el sabor a azahar es por el recuerdo a los ya fallecidos.

De esta forma la celebración de los difuntos se convierte  en un banquete mortuorio dominado por alimentos y flores de color amarillo, el color de la muerte para las culturas prehispánicas, como el cempasúchil, los clemoles, las naranjas, las guayabas, los plátanos, la calabaza y el pan característico de la ocasión.

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