Ciudad del Vaticano. - Este domingo 11 de febrero, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes y canonización de la beata Mama Antula, en su alocución previa a la oración mariana del ángelus, el Santo Padre comentando el Evangelio dominical dijo que ante un mundo de relaciones virtuales “el amor necesita concreción, presencia, encuentro, tiempo y espacio donados”.

“El amor necesita concreción, presencia, encuentro, tiempo y espacio donados: no puede reducirse a hermosas palabras, a imágenes en una pantalla, a selfies de un momento o a mensajes apresurados”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del ángelus de este domingo 11 de febrero, ante los miles de files y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro y después de haber celebrado por la mañana la Santa Misa con el rito de canonización de la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa.

El estilo de Jesús: pocas palabras y hechos concretos

Al comentar el Evangelio de este VI Domingo del Tiempo Ordinario, en el cual se narra la sanación de un leproso, el Santo Padre dijo que este pasaje bíblico nos muestra el estilo de Jesús con quien sufre, es decir, pocas palabras y hechos concretos.

“Al enfermo, que lo implora, Jesús le responde: «Quiero: queda limpio». Pronuncia una frase sencillísima, que pone inmediatamente en práctica. De hecho, «la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio»”.

No entretenernos en discursos o interrogatorios

Esta actitud de Jesús, señaló el Papa Francisco, se ve muchas veces en el Evangelio, lo vemos comportarse así con quien sufre: sordomudos, paralíticos y otros tantos necesitados. Siempre hace así: habla poco y a las palabras les siguen enseguida las acciones: se inclina, toma de la mano, cura.

“No se entretiene en discursos o interrogatorios, y mucho menos en pietismos y sentimentalismos. Más bien demuestra el pudor delicado de quien le escucha atentamente y actúa con diligencia, preferiblemente sin llamar la atención”.

Un estilo maravilloso de amar

En este sentido, el Obispo de Roma invitó a pensar en este modo de amor maravilloso cuando nos encontramos a personas que se comportan así: sobrias en las palabras, pero generosas en la acción; reacias a exhibirse, pero dispuestas a ser útiles; eficaces en la ayuda porque están dispuestas a escuchar.

“Amigos y amigas a los que se puede preguntar: ¿Quieres ayudarme?, con la confianza de escuchar una respuesta, casi con las palabras de Jesús: ‘Sí, quiero, estoy aquí para ti’. Esta concreción es tanto más importante en un mundo, como el nuestro, en el que parece que se abre camino, cada vez más, una virtualidad evanescente de las relaciones”.

El amor necesita concreción, presencia, encuentro

Asimismo, el Papa Francisco invitó a estar atentos lo que nos dice la Palabra de Dios: «Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de ustedes les dice: “Vayan en paz, abríguense y sáciense”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2,15-16).

“El amor necesita concreción, presencia, encuentro, tiempo y espacio donados: no puede reducirse a hermosas palabras, a imágenes en una pantalla, a selfies de un momento o a mensajes apresurados. Son instrumentos útiles, pero no bastan en el amor, no pueden sustituir a la presencia concreta”.

Que la Virgen María nos ayude a ser solícitos a los demás

Antes de concluir su alocución, el Santo Padre pidió que la Virgen María, solícita en el cuidado, nos ayude a estar preparados y ser concretos en el amor y para ello es importante que nos preguntemos:

“¿Yo sé escuchar a las personas, estoy disponible a sus buenas peticiones? ¿O pongo escusas, postergo las cosas, me escondo detrás de palabras abstractas e inútiles? Concretamente, ¿cuándo fue la última vez que he ido a visitar a una persona sola o enferma, o que he cambiado mis planes para satisfacer las necesidades de quien me pedía ayuda?”.

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Ciudad del Vaticano. - Un Jesús que sale al encuentro de la humanidad herida, que está en movimiento, que visita nuestras casas, que quiere salvar, liberar, sanar, es el que propone Francisco en Ángelus de este domingo, porque la fe no es un consuelo que nos deja tranquilos, sino un impulso para dar a conocer a un Padre lleno de amor y compasión.

Una fe madura nos pone en camino, nos hace salir como Jesús al encuentro de la humanidad herida y nos manifiesta al Dios que ama y consuela. El movimiento, esa es la palabra clave de la reflexión del Papa, este mediodía, a la hora del Ángelus, en la Plaza de San Pedro. Un Jesús que, como propone el Evangelio de hoy, predica en la sinagoga, cura a los enfermos y endemoniados, se retira en oración y retoma su camino. Un continuo movimiento, que nos interpela:

“Jesús, que sale al encuentro de la humanidad herida, nos manifiesta el Rostro del Padre. Puede que en nuestro interior aún tengamos la idea de un Dios distante, frío, indiferente ante nuestra suerte. El Evangelio, en cambio, nos muestra que Jesús, después de haber enseñado en la sinagoga, sale para que la Palabra que ha predicado pueda alcanzar, tocar y sanar a las personas. De este modo nos revela que Dios no es un amo distante que nos habla desde lo alto; por el contrario, es un Padre lleno de amor que se hace cercano, que visita nuestras casas, que quiere salvar y liberar, sanar todo mal del cuerpo y del espíritu”

"Dios está siempre cerca de nosotros", agregó el Pontífice, y su actitud es de "cercanía, compasión y ternura". No hay que olvidar que Dios que se acerca para acompañarnos, con ternura, y para perdonarnos.

Movimiento y oración que fortalece

En esa jornada en constante movimiento, Jesús también se retira en oración, “para llevar todo y a todos al corazón del Padre”. Es la oración – subraya el Santo Padre – la que le da fuerzas para seguir, para volver de nuevo a los hermanos. Un incesante caminar el de Jesús, que para el Papa, son una invitación a reflexionar sobre nuestra fe y que nos interpela.

“Podemos preguntarnos: ¿hemos descubierto el Rostro de Dios como Padre de la misericordia, o más bien anunciamos y creemos en un Dios frío y distante? ¿La fe nos mueve a ponernos en camino, o es un consuelo intimista que nos deja tranquilos? ¿Rezamos solo para sentirnos en paz, o la Palabra que escuchamos y predicamos nos hace salir también a nosotros, como a Jesús, al encuentro de los demás para difundir el consuelo de Dios?

Portadores de esperanza

Para responder a estas preguntas, el Obispo de Roma invita a mirar el camino de Jesús, a recordar que el primer “trabajo espiritual” que debemos realizar para alcanzar una madurez en la fe es abandonar la idea de un Dios que creemos distante y convertirnos cada día al Padre del amor y la compasión, ponernos en camino como Jesús y pedir a María, Mujer en camino, que nos ayude a salir de nosotros mismos para anunciar y testimoniar al Señor.

“Cuando descubrimos el verdadero Rostro del Padre, nuestra fe madura: ya no nos quedamos como “cristianos de sacristía” o “de salón”, sino que nos sentimos llamados a ser portadores de la esperanza y la sanación de Dios”.

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CIUDAD DEL VATICANO. - Rezar por quien nos ha tratado mal, sin ceder al instinto y al odio, pidiendo a Dios la fuerza de amar, tal como nos lo enseña Jesús, que pone la otra mejilla para apagar el odio y la injusticia, y pide cuentas con gentileza del mal recibido. Fueron algunas de las enseñanzas del Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical, al meditar sobre el Evangelio del día.

“Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande”. En la alocución previa a la oración mariana del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó, como cada domingo, sobre el Evangelio del día, que hoy muestra al Señor Jesús dar “algunas indicaciones fundamentales de vida” a sus discípulos.

El discípulo está llamado a no ceder al instinto y al odio

El Señor, explicó Francisco, se refiere “a las situaciones más difíciles, las que constituyen para nosotros el banco de pruebas, las que nos ponen frente a quien es nuestro enemigo y hostil, a quien busca siempre hacernos mal”. En estos casos, tal como enseña Jesús, el discípulo está llamado “a no ceder al instinto y al odio, sino a ir más allá, mucho más allá”.

Jesús dice: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien» (Lc 6,27). Y aún más concreto: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra» (v. 29). El Señor parece pedir lo imposible. Y además ¿por qué amar a los enemigos? Si no se reacciona a los prepotentes, todo abuso tiene vía libre, y esto no es justo. ¿Pero es realmente así? ¿Realmente el Señor nos pide cosas imposibles e injustas?

Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio

El Santo Padre pidió considerar, en primer lugar, el “sentido de injusticia” que advertimos en el “poner la otra mejilla”, y a pensar en la pasión de Jesús que, en su injusto proceso delante del sumo sacerdote, a un cierto punto recibe una bofetada por parte de uno de los guardias.

¿Y Él cómo se comporta? Dice al guardia: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). Pide cuentas del mal recibido. Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio, ceder a la injusticia. Jesús con su pregunta denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira ni violencia, es más, con gentileza.

Una fuerza interior más grande

El Maestro, “no quiere desencadenar una discusión, sino calmar el rencor”, explicó Francisco, que precisó: quiere “apagar juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable”.

Esto es poner la otra mejilla: la mansedumbre de Jesús es una respuesta más fuerte que el golpe que recibió. Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. No lo dicta el cálculo, sino el amor.

Cuando el Señor pide algo, quiere darlo

El amor “gratuito e inmerecido” que recibimos de Jesús “genera en el corazón un modo de hacer semejante al suyo, que rechaza toda venganza”, enseñó el Papa, que planteó a continuación la siguiente objeción: “¿es posible que una persona llegue a amar a los propios enemigos?”

Si dependiera solo de nosotros, sería imposible. Pero recordemos que, cuando el Señor pide algo, quiere darlo. Cuando me dice que ame a los enemigos, quiere darme la capacidad de hacerlo.

Recordando la oración de San Agustín al Señor «da lo que mandas y manda lo que quieras» (Confesiones, X, 29.40), el Obispo de Roma planteó un interrogante: “¿Qué pedirle? ¿Qué está Dios feliz de darnos?” Y respondió:

La fuerza de amar, que no es una cosa, sino que es el Espíritu Santo.

Esto porque “con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien, podemos amar a quien nos hace mal”.

Así hacen los cristianos. ¡Qué triste es cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los otros como enemigos y piensan en hacer guerra!

Rezar por quien nos ha tratado mal

Antes de dirigir su oración a la Madre de Dios, el Santo Padre pidió pensar en una persona “que nos ha hecho mal”, y a preguntarnos si tratamos de vivir las invitaciones de Jesús. Quizá “hay rencor” dentro de nosotros, dijo. Entonces, “a este rencor”, indicó, “acerquemos la imagen de Jesús, manso, durante su proceso”, y luego “pidamos al Espíritu Santo que actúe en nuestro corazón”. Finalmente “recemos por esa persona”:

Rezar por quien nos ha tratado mal (cfr Lc 6,28) es lo primero para transformar el mal en bien.

“Que la Virgen María nos ayude a ser constructores de paz hacia todos, sobre todo hacia quien es hostil con nosotros y no nos gusta”, concluyó. 

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• El Papa Francisco invita a “no ser esclavos de temores y ansiedades” sino a “detener la fuerza destructiva del mal”.

Ciudad del Vaticano.- “Los discípulos de Cristo están llamados a detener la fuerza destructiva del mal”. Es esta la exhortación que nos hace el Papa Francisco hoy, en el penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, al comentar el Evangelio según San Lucas, en el presenta dos imágenes conflictivas: Por un lado, una mirada realista a la historia, “marcada por la calamidad y la violencia”, por otro, la tranquilidad de Jesús, “que nos habla de la actitud que debe tomar el cristiano al vivir esta historia”. Francisco asegura que tener una actitud “de esperanza en Dios” nos permite no dejarnos vencer ante eventos trágicos, de hecho, señala, “son una ocasión para dar testimonio”.

El Señor dirige nuestra existencia con ternura

El Pontífice nos invita hoy a no ser “esclavos de temores y ansiedades” sino a “habitar en la historia” y a “detener la fuerza destructiva del mal”, “con la certeza de que para acompañar su buena acción siempre está la ternura providente y tranquilizadora del Señor”.

El Señor nos llama a ser agentes de paz

En esta reflexión previa al Ángelus, el Papa también ha recordado que el Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, “convirtiéndonos junto con Él en agentes de paz y testimonios de la esperanza en un futuro de salvación y resurrección” y explica que es “la fe” la que nos hace caminar con Jesús por los caminos sinuosos de este mundo “con la certeza de que la fuerza de su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios”.

Los mártires nos regalan su ejemplo

Por último habla de la potencia que tiene el amor, porque – dice – “el amor es superior”, el amor es “omnipotente” y lo es porque “es Dios”. En este sentido, ha citado a los mártires cristianos “nuestros mártires” y también los de nuestro tiempo, aquellos que a pesar de las persecuciones, “son hombres y mujeres de paz”, pero también aquellos que “nos dan un legado para ser preservado e imitado: el Evangelio del amor y la misericordia”. “Este es el tesoro más valioso que se nos ha dado y el testimonio más efectivo que podemos dar a nuestros contemporáneos, – dice – respondiendo al odio con amor y a la ofensa con el perdón”. Por último, exhorta a que lo pongamos en práctica en nuestra vida cotidiana: “Cuando recibimos una ofensa, sentimos dolor, pero perdonamos con el corazón… cuando nos sentimos odiados, recemos con amor por esa persona que nos odia”.

Tras rezar la oración mariana del Ángelus, Francisco ha recordado al nuevo Beato de la Iglesia Católica, Padre Emilio Moscoso, beatificado ayer en Riobamba, Ecuador. “Su ejemplo de humilde religioso, apóstol de oración y educador de la juventud, apoye nuestro viaje de fe y testimonio cristiano”. 

También ha recordado que hoy se celebra la Jornada Mundial de los Pobres, y ha dirigido un pensamiento especial a quienes, en las diócesis y parroquias de todo el mundo, han promovido iniciativas de solidaridad para dar esperanza concreta a los más desfavorecidos. Por último, ha agradecido a los médicos y enfermeras que han servido en el Ambulatorio Provisional que se ha instalado estos días en la Plaza de San Pedro para asistir a los mendigos de la ciudad: “esto debe dar testimonio de la atención que nunca debe faltar hacia nuestros hermanos y hermanas” ha dicho y seguidamente ha pedido oración por ellos y por la indiferencia que sufren.

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El Papa Francisco en la oración del Ángelus nos recuerda que la llegada de Jesús al mundo, coincide con el momento de las decisiones importantes: la opción por el Evangelio no puede posponerse

Ciudad del Vaticano.- El Papa Francisco en la reflexión durante la oración del Ángelus retoma dos elementos presentes en la lectura de Lucas 12: 49-53. El primero: " He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! (v. 49) y el segundo: "¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. "(Lc 12,51).

El Papa explica que, para comprender mejor el llamado, Jesús usa la imagen del fuego que él mismo vino a traer a la tierra: " He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lucas 12:49). Y continúa: “Estas palabras tienen el propósito de ayudar a los discípulos a abandonar toda actitud de pereza, apatía, indiferencia y cerrarse a recibir el fuego del amor de Dios; ese amor que, como nos recuerda San Pablo, "ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo" (Rom 5: 5).

El deseo más ardiente de Jesús

Francisco nos anima a ver lo que Jesús revela a sus amigos: “Su deseo más ardiente: traer a la tierra el fuego del amor del Padre, que ilumina la vida y a través del cual el hombre se salva. Él nos llama a difundir este fuego en el mundo, gracias al cual seremos reconocidos como sus verdaderos discípulos”.

El fuego del amor, encendido por Cristo en el mundo a través del Espíritu Santo, es ilimitado, universal, afirma el Papa, por eso: “El testimonio del evangelio quema toda forma de particularismo y mantiene la caridad abierta a todos, con una sola preferencia: la de los más pobres y los excluidos”. Y añade: “La adhesión al fuego de amor que Jesús trajo a la tierra envuelve toda nuestra existencia y requiere la adoración de Dios y también la voluntad de servir a nuestro prójimo. Adoración a Dios y voluntad de servir al prójimo”.

Adoración a Dios y servicio al prójimo

Él servicio al prójimo es el resultado de la adhesión al fuego del amor que Jesús trajo a la tierra. En este momento, el Papa expresa: “Pienso con admiración en tantas comunidades y grupos de jóvenes que, incluso durante el verano, se dedican a este servicio en favor de los enfermos, los pobres y las personas con discapacidad”. Y añade: “Así, el Evangelio se manifiesta verdaderamente como el fuego que salva, que cambia el mundo a partir del cambio del corazón de cada uno”.

En la segunda afirmación, el Papa afirma: “Él vino a "separar con fuego" lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto”.

No se puede ser cristiano y atentar contra el prójimo

Luego explica: “En este sentido, llegó a "dividir", a poner en "crisis", pero de manera saludable, la vida de sus discípulos, rompiendo las ilusiones fáciles de aquellos que creen que pueden combinar la vida cristiana y compromisos de todo tipo, prácticas y actitudes religiosas contra el prójimo”.

El Papa puso el ejemplo: “¡cuántos, cuántos cristianos autodenominados van al adivino o la adivina para que les lean la mano! Y esto es superstición, no de Dios.  Se trata de no vivir hipócritamente, sino de estar dispuesto a pagar el precio por elecciones consistentes con el Evangelio”.

Para el Papa Francisco, el hecho de llamarnos cristianos tiene unas implicaciones concretas: “Es bueno llamarnos cristianos, pero sobre todo debemos ser cristianos en situaciones concretas, dando testimonio del Evangelio, que es esencialmente amor por Dios y por nuestros hermanos”. Finalizó su alocución pidiendo que María nos ayude a propagar el fuego que trajo Jesús “con nuestra vida, a través de decisiones decisivas y valientes”.

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Durante el Ángelus del VI domingo del tiempo ordinario, el Pontífice reflexiona sobre las Bienaventuranzas de Jesús asegurando que Él nos alienta a no depositar nuestra confianza en las cosas materiales sino a sanar la miopía crónica que el espíritu mundano nos contagia.

Ciudad del Vaticano.- “Las Bienaventuranzas de Jesús nos alientan a no depositar nuestra confianza en las cosas materiales y a no buscar la felicidad siguiendo a los vendedores de humo”. Es la enseñanza que ha expresado el Papa Francisco este domingo 17 de febrero, VI del tiempo ordinario, desde la ventana del Palacio Apostólico a la hora del rezo del Ángelus.

Reflexionando sobre el Evangelio del día según San Lucas, que presenta cuatro bienaventuranzas bajo la expresión “¡ay de ti!”, el Santo Padre asegura que en ellas “Jesús nos abre los ojos, nos hace ver con su mirada, más allá de las apariencias, más allá de la superficie, y nos enseña a discernir las situaciones con fe”.

Sólo Dios puede dar a nuestra existencia la plenitud deseada

El ser humano siempre ha estado en la búsqueda constante de la felicidad y desde siempre, en el mundo, el tener más riquezas y un mayor poder, ha supuesto tener mayor bienestar. En contraste a este concepto, el Papa Francisco explica que la página del Evangelio de hoy “nos invita a reflexionar sobre el sentido profundo de tener fe”, que consiste – ha puntualizado – “en confiar totalmente en el Señor”: “Se trata de romper los ídolos mundanos para abrir nuestros corazones al Dios vivo y verdadero; sólo Él puede dar a nuestra existencia la plenitud tan deseada, pero difícil de alcanzar”. Además, Francisco ha advertido que incluso en nuestros días, “hay muchos que se proponen como dispensadores de felicidad: prometen éxito a corto plazo, grandes beneficios a la mano y soluciones mágicas a todos los problemas”; un peligro que puede llevarnos a caer en el pecado del primer mandamiento: “la idolatría, substituyendo a Dios por un ídolo” ha dicho el Santo Padre.

Jesús abre nuestros ojos a la realidad

Desde el Balcón del Palacio Apostólico el Papa también ha explicado que la razón de estas paradójicas bienaventuranzas está en el hecho de que “Dios está cerca de los que sufren e interviene para liberarlos de su esclavitud; Jesús ve esto, ve la bienaventuranza más allá de la realidad negativa”. Y del mismo modo – continúa el Papa – “el "ay de ti", dirigido a los que hoy están bien, sirve para "despertarlos" del peligroso engaño del egoísmo y abrirlos a la lógica del amor, mientras están a tiempo”.

Somos felices cuando nos ponemos del lado de Dios

Por último, el Pontífice ha subrayado que estamos llamados a la felicidad, pero sólo somos felices cuando nos ponemos del lado de Dios, de Su Reino y de lo que no es efímero sino que dura para la vida eterna: “Somos felices si nos reconocemos necesitados ante Dios y si, como Él y con Él, estamos cerca de los pobres, de los afligidos y de los hambrientos”. Ante esto, el Papa recuerda que las Bienaventuranzas de Jesús son un “mensaje decisivo”, que nos alienta a no depositar nuestra confianza en las cosas materiales y pasajeras, a no buscar la felicidad siguiendo a los vendedores de humo, a los profesionales de la ilusión, sino que es El Señor quien nos ayuda “a abrir los ojos, a adquirir una mirada más penetrante de la realidad, a sanar de la miopía crónica que el espíritu mundano nos contagia”.

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En el Adviento emprender un camino de conversión, pero también reencender la esperanza los corazones de quienes nos rodean, para hacer comprender que, a pesar de todo, el reino de Dios sigue siendo construido día a día con el poder del Espíritu Santo. Fue, en síntesis, el mensaje central del Papa en su alocución previa al rezo mariano del Ángelus en el segundo domingo de Adviento.

Ciudad del Vaticano.- También este domingo, el segundo del Adviento, como en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para rezar con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro la oración mariana del Ángelus. La plaza, este año embellecida por el pesebre de arena realizado por un grupo de cuatro escultores de Estados Unidos, Rusia, Holanda y República Checa, contó con la presencia de numerosos peregrinos provenientes de diversas partes del mundo: 45 mil fieles según informó la Gendarmería Vaticana.

En el Adviento, emprender un camino de conversión

El Romano Pontífice meditó sobre el Evangelio del día, que en este segundo domingo de Adviento nos indica “cómo dar sustancia” - dijo - a la espera del nacimiento del Señor: 

«El domingo pasado la liturgia nos invitaba a vivir el tiempo de Adviento y de espera del Señor con actitud de vigilancia y también de oración: vigilen y recen. Hoy, segundo domingo de Adviento, se nos indica cómo dar sustancia a esta espera: emprendiendo un camino de conversión, cómo hacer concreta esta espera. Como guía en este camino, el Evangelio nos presenta la figura de Juan el Bautista, que ‘recorrió toda la región del río Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados' (Lc 3,3). Para describir la misión del Bautista, el evangelista Lucas recoge la antigua profecía de Isaías que dice así: ‘Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas’ (vv. 4-5).»

Preparar el camino para la venida del Señor

Pero, ¿cómo preparar el camino para el Señor que viene? Francisco utilizó la profecía de Isaías para describir el trabajo que debemos realizar en nuestro corazón y en nuestras vidas:

«Para preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las exigencias de conversión a las que invita el Bautista. ¿Cuáles son estas exigencias de conversión? Ante todo, estamos llamados a llenar los vacíos producidos por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que se hace cargo de las necesidades del prójimo.  Es decir, rellenar los vacíos producidos por la frialdad: no se puede tener una relación de amor, de fraternidad, de caridad con el prójimo si hay agujeros, así como no se puede ir por un camino con muchos agujeros, ¿no? Y todo esto, hay que hacerlo también con una atención especial por los más necesitados. Luego necesitamos allanar tantas asperezas causadas por el orgullo y la soberbia. Cuánta gente sin darse cuenta tal vez, es soberbia, dura, no tiene una relación de cordialidad. Hay que superar esto cumpliendo gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, de pedidos de perdón por nuestras culpas. No es fácil reconciliarse, siempre se piensa: ¿quién da el primer paso? Pero el Señor nos ayuda en esto si tenemos buena voluntad. La conversión, de hecho, es completa si lleva a reconocer humildemente nuestros errores, nuestras infidelidades, incumplimientos».

El creyente abre caminos en el desierto

El Santo Padre afirmó que también en los desiertos, es decir, en los contextos existenciales difíciles, el creyente “abre caminos”. E indicó que no podemos rendirnos ante las situaciones negativas, porque Jesús, y su palabra de luz, amor y consuelo, es el centro de nuestra vida:

«El creyente es aquel que, a través de su hacerse cercano al hermano, como Juan el Bautista, abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en aquellos contextos existenciales difíciles, marcados por el fracaso y la derrota. No podemos rendirnos ante las situaciones negativas de cerrazón y rechazo; no debemos dejarnos subyugar por la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo, ¡es Él!».

Discípulos de Jesús llamados a reencender la esperanza

A seguir, el Pontífice recordó el testimonio de vida del Bautista, quien "con la pureza y la valentía de su anuncio", logró despertar en la gente las expectativas por el Mesías que en ese tiempo estaban adormecidas:

«El Bautista invitaba a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza, con vigor, con severidad. Sin embargo, sabía escuchar, sabía cumplir gestos de ternura, gestos de perdón hacia la multitud de hombres y mujeres que acudían a él para confesar sus pecados y ser bautizados con el bautismo de la penitencia. El testimonio de Juan el Bautista, nos ayuda a ir adelante en nuestro testimonio de vida. La pureza de su anuncio, su valentía en el anuncio de la verdad lograron despertar las expectativas y esperanzas del Mesías que desde hace tiempo estaban adormecidas. Aún hoy, los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reencender la esperanza, para hacer comprender que, a pesar de todo, el reino de Dios sigue siendo construido día a día con el poder del Espíritu Santo. Pensemos, cada uno de nosotros: ¿cómo puedo cambiar algo de mi actitud, para preparar el camino al Señor?».

Sembrar paz, justicia y fraternidad

En la conclusión de su alocución antes del Ángelus, el Obispo de Roma pidió que «la Virgen María nos ayude a preparar día a día el camino del Señor, comenzando por nosotros mismos; y a sembrar a nuestro alrededor, con tenacidad y paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad». Y antes de retirarse saludó con afecto a los peregrinos de Roma, de Italia y de diversas partes del mundo. En particular, Francisco saludó a los jóvenes de la diócesis de Orvieto-Todi, deseándoles un buen camino de Adviento. También saludó a los fieles de Trapani, Caltagirone y Bronte, y a los confirmandos de Almè (Bergamo). Y con el augurio de un feliz domingo para todos, pidió que por favor, no nos olvidemos de rezar por él. “¡Buen almuerzo y hasta pronto!”, finalizó.

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