Domingo, 04 Junio 2017 14:50

Tenemos que movilizarnos con el alma

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    No hay mejor manera de acrecentar los pilares de la vida que con la unidad de todos. En efecto, la unión es una condición indispensable para la fecundidad  de toda existencia humana. Si los océanos, que conforman los dos tercios de la superficie terrestre, son los que generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, los moradores del planeta han de ser también más cooperadores y colaboradores entre sí. Por desgracia, son muchos los pueblos divididos, con heridas profundas, que aún no han cicatrizado. A lo mejor hay que seguir echando lágrimas para satisfacer el dolor con el llanto. Sea como fuere, hoy más que nunca necesitamos conciliar otros lenguajes más verdaderos para poder aproximarnos. La reconciliación siempre es una batalla pendiente, y lleva consigo la más bella victoria que nadie debemos perdernos. Vale la pena saborear nuestras andanzas con un latido armonizado. Las cosas se ven de otra manera, y lo más importante, se sienten diferente.

    Sin ánimo catastrofista, pero con unas situaciones que no se pueden omitir, toca ¡despertar!. En un mundo, en vías de destruirse, es necesario injertar a las nuevas generaciones una visión auténtica de lo que somos, hablando claro y profundo, pues si las contiendas es un modo de arruinar nuestro propio espíritu constructor, la política también se ha convertido en un vocero del engaño permanente. Sálvese el que pueda. Bajo estas mimbres absurdas de sobreexplotación de todo en todo, resulta imposible continuar con una vida de relaciones. Somos las personas lo que da sentido a esa fraternización humana que, aparte de permitirnos crecer como ciudadanos sin fronteras, de igual forma precisamos alimentarnos de ese espíritu de comunidad, donde nadie sea desecho y todos seamos necesarios.

    Tengo la sensación de que ha llegado el momento de las grandes acciones, de poner en marcha movimientos mundiales ciudadanos, para salir del caos y ser más respetuosos con nuestros análogos. Sin duda, hay que unir a la población en su conjunto entorno al objetivo de la gestión sostenible de los océanos, ya que son una fuente importante de alimentos y medicinas, y una parte esencial de la biosfera, pero también hay que adentrarse en la tierra y ver que nuestra actividad humana son más fuente de presiones que cauces de realización personal. Desde luego, la confirmación del abandono americano del pacto climático es un retroceso sin precedente ante un problema que es de todos, lo que exige otros modelos de vida que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, lo que supone moderar el consumo, reutilizar y reciclar más y mejor, propagar la eficiencia del aprovechamiento, limitando al máximo el uso de los recursos no renovables. Abordar todas estas cuestiones, conlleva más coherencia y más responsabilidad con nuestra modo de actuar. Si en verdad queremos celebrar aquello que nos ensambla y que es nuestra propia presencia de caminantes, hemos de ser más solidarios. Por ello, los que tienen corazón y lo cultivan, se distinguen de los que no lo hacen, por el hecho mismo de vivir. Tengámoslo en cuenta.

    Destruir la belleza que nos circunda es demolernos a nosotros mismos. Hoy sabemos que la salud de la masa de agua que conforma los océanos está en estado crítico y, por ende, también nuestra salud corre peligro. En la actualidad, nos consta que la presión sobre los ecosistemas costeros y marinos sigue creciendo, debido al aumento de las comunidades que viven en las costas, poniendo un mayor estrés en sus recursos. Esta tendencia continuará dado el previsible aumento de población. Lo mismo sucede con la contaminación atmosférica urbana, que aumenta el riesgo de padecer enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas como el cáncer de pulmón y las enfermedades cardiovasculares. La situación no puede ser más preocupante, de ahí esta apuesta por la movilización de las gentes, ante tanta inhumanidad y desvalorización de la vida. La sintonía debe ser distinta, puesto que la realidad radica en la esencia de las cosas. En consecuencia, nuestros ojos han de saber mirar y ver más allá de las apariencias, también los oídos han de estar alerta para escuchar tanto los gritos como los susurros y los silencios. Por consiguiente, estamos llamados a ser personas de nervio y verdad, lo que demanda ser interiorizado un estilo de cohabitar muy diferente al actual, con un talante de apertura, privilegiando a los grupos más débiles y olvidados.

    El mundo no nace con nosotros y, por muy importantes que nos creamos, tampoco termina con nosotros. Nuestra identidad humana hemos de reencontrarla en esa capacidad de servicio y donación a los demás, dentro de nuestra historia de caminantes con alma, que es aquello por lo que existimos, concebimos y recapacitamos. A propósito, ya en su tiempo, San Agustín, decía que: "un espíritu desordenado lleva en su culpa la pena". Y ciertamente, así es, el cambio climático es un hecho "innegable" y representa, -como ha dicho recientemente el Secretario General de la ONU-,una de las mayores amenazas actuales y futuras del planeta. Ante estas desconsoladas circunstancias no podemos permanecer pasivos y hay que detener esta bochornosa contaminación que nos deja sin aliento. De seguir así, para el año 2050, se dice que habrá más plástico que peces en los océanos. Realmente, estas previsiones debieran hacernos reflexionar. No podemos continuar ciegos, con espíritu alocado, pues son nuestras mezquinas acciones las que nos están llevando a una atmósfera sin corazón alguno, donde las tensiones son permanentes. En este sentido, nos alegra, que una vez más el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas haya ratificado la decisión por la cual Corea del Norte debe abandonar las armas y programas nucleares actuales “de manera completa, verificable e irreversible” y renunciar a efectuar nuevos lanzamientos que usen tecnología de misiles balísticos o ensayos nucleares entre otras prohibiciones.

    Evidentemente, hay cuestiones que hemos de actuar con contundencia y en conjunción universal, por muy diversos que seamos, para recomponer ese espíritu embellecedor que nos entusiasma por sí mismo a la unidad, renovándonos con el perdón y corrigiéndonos en nuestro diario de vida, corrompido en ocasiones, tanto social como familiarmente. Está visto que, en cada época, el ser humano intenta humanizarse un poco más, desea comprenderse y aspira a expresarse mejor a sí mismo. Ojalá sea así, porque será volver al amor y huir del odio. ¡Qué bueno que se activen los sembradores de vida!. No olvidemos, que nuestro interior es un volcán de entusiasmo igual que el de las olas del mar ante el viento. Esto es lo que nos sostiene cada día, la ilusión de desvivirse por vivir. Quien lo descubre, abandona la indiferencia.

    Y en todo caso, en una sociedad globalizada como la nuestra, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar a toda la familia humana. No han de caber exclusiones. Por cierto, lo expresó bien sereno y templado, el fallecido intelectual español Juan Goytisolo (3 de junio de 2017), al recibir el Premio Cervantes 2014: "Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia". Ciertamente, su llamada bien vale un recordatorio. Abrir el camino a todas las injustas inmoralidades es una esquizofrenia, con tremendos resultados. No cabe el conformismo. Ahora bien, hemos de tener presente, que para juzgar cosas magnas y honrosas, es menester igualmente poseer un espíritu igual de grande y noble. Dicho queda.
   
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Artículo / Algo Más Que Palabras

    Todas las buenas maneras tienen que comenzar siendo poesía. Avivemos el verso y la palabra, el libre movimiento de ideas, hagamos el corazón y recreémonos en la creatividad de lo que nos circunda, y en nuestros modos y maneras de percibir e interpretar aquello que nos armoniza. Ante esta realidad tan plural hay que dejarse conocerse y reconocerse en todos, pues cada existencia es única y la vida es para vivirla en sociedad. Bajo este despertar a la belleza hemos de despojarnos de toda maldad, buscar lo justo, y aprender a amarnos. Quizás tengamos que volver más a nuestro interior, que es donde se encuentra el auténtico verso del alma, la verdad más profunda de nuestro expresar y concebir. Por ello, es primordial comprenderse y entender que todo requiere tesón y valentía, sobre todo para alejarse de la vulgaridad y aprender con humildad a dejarse cautivar de la sencillez de un latido. Ojalá durante este mes, y los venideros, se activara en los medios de comunicación el arte de la poética, la expresión del color, la música y la danza, como óptica y aritmética de nuestros distintivos caminos.

    El mundo no puede decaer, tenemos que volver a entusiasmarnos los unos por los otros. No importan los lenguajes, sino la verdad que es la que nos va a hacer libres, en la medida en que lo hagamos con hondura y amplitud de miras. No cabe duda que cada día tenemos que ser más exigentes en esa indagación por lo auténtico. También durante este mes de marzo, tan bucólico como reivindicativo, se respira por todo el planeta una sensación de recuerdos, de homenaje a la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado en el Salvador sobre estas fechas, en 1980, un hombre de nervio y verbo que dedicó su vida a la defensa  de los derechos humanos y a la promoción de la dignidad humana. En este sentido, nos alegra que Naciones Unidas y otros agentes internacionales apoyen los mecanismos de búsqueda de la verdad, como, por ejemplo, las Comisiones de la Verdad, para promover la justicia, proponer reparaciones y recomendar reformas de instituciones abusivas.

    La antorcha de lo verídico siempre resplandece al final. Deberíamos saberlo para no eclipsarla con una falsedad emocionante. No obstante, también hemos consagrado de manera expresa el derecho a la verdad, concretamente en la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, que entró en vigor en diciembre de 2010. También reconocen ese derecho otros instrumentos internacionales, así como leyes nacionales, la jurisprudencia y las resoluciones de órganos intergubernamentales. Desde luego, lo menos que se puede ofrecer a las víctimas y a sus familiares es la exactitud de unos hechos a una existencia única, cuando menos para poner un punto final, recuperar la dignidad y aliviar en cierta manera el dolor por las pérdidas sufridas. Sin duda, toda la especie pensante, debería reconocer la indispensable función de la verdad en la defensa de los derechos humanos. No olvidemos que el mismo orden poético es de naturaleza espiritual. Con razón el mejor poema es aquel que aglutina autenticidad, belleza e ingenio.

    Volviendo a nuestra existencia única, lo que nos exige disfrutar en convivencia del justo placer de la belleza en todas sus manifestaciones; y, por ende, ha de ajustarse a una igualdad cada día más lírica e inspirada, que es lo que verdaderamente nos sacia y satisface. Indudablemente, soy de los que pienso que no existe mejor prueba de avance de una civilización que la del progreso de la colaboración- cooperación como concepto general de acción recíproca. Ya en su tiempo lo decía el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset (1883-1995), de que todo era resultado de un esfuerzo. Una vez más hay que subrayar en esto el referente de la Unión Europea, empeñada ahora de que 2017 sea un año decisivo para la asociación entre Europa y África, empeñados sus dirigentes de la Unión Africana en reforzar un trabajo en común sobre los retos globales, desde la paz y la estabilidad a la inversión en la juventud y la cooperación en materia de migración.

    En consecuencia, hoy más que nunca hacen falta Quijotes en medio de tantos molinos que todo lo trituran como desecho, incluida la propia vida humana. Naturalmente nuestro proceder sin energía es una vida mediocre, que nada aporta y poco dice. Ahí está la labor callada del agua, poderosa siempre y continuamente cristalina, atravesando los desiertos del globo, infundiendo el principio de las cosas, impulsando la fortaleza de la vida, propagando poemas interminables, o célebres frases como la pronunciada por Miguel de Cervantes Saavedra, máxima figura de la literatura universal:"La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua". Cuánta sabiduría en ello y cuánta inspiración generada, fruto de un entorno tan variado como semejante. Sea como fuere, el acceso al agua potable y al saneamiento es esencial para los derechos humanos, la dignidad y la supervivencia del linaje, en especial los más desfavorecidos. Del mismo modo, es decisivo para avanzar en la consecución de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en su conjunto, puesto que el agua es un hilo conductor, como no podía ser de otra manera, de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas interrelacionadas.

    En vista de lo acontecido, sabemos que este contexto, aunque complejo, es generador de existencias únicas e irrepetibles, lo que requiere de esta incolora, inodora e insípida fuente, para la supervivencia de todas las formas conocidas de vida. Lo cruel de esto es que la mayoría de las actividades humanas producen aguas residuales, y que  más del 80% de estas aguas se vierten en el medio ambiente sin tratamiento alguno. Esta situación no puede continuar, como apunta el último Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los Recursos Hídricos. Un reciente mensaje de la Directora General de la Unesco, con motivo del  Día Mundial del Agua (22 de marzo), indica que las aguas residuales pueden constituir una alternativa fiable como fuente de abastecimiento de agua; para ello es preciso cambiar el paradigma de la gestión de las aguas residuales, pasando de “tratar y desechar” a “reducir, reutilizar, reciclar y recuperar”. Al fin y al cabo, se trata de concurrir toda la humanidad en un empeño, en logar un equilibrio entre el desarrollo y la protección y el uso sostenible de los recursos naturales.

    Como quiera que a la placidez se llega por los caminos de lo genuino, ella (la poética) es a mi juicio la que ilumina toda nuestra existencia. Porque una luz tan profunda, con una corriente de agua tan necesaria, ha de venir de lo alto, del encuentro de todos con todos, de esa transcendencia de amor rociada que nos abre la mirada al futuro. Cierto. El porvenir es nuestro. Para ello, hemos de volver a la bondad del verso, aquel que nace porque sí, y se eterniza en nosotros con la fecunda inspiración de un silencio naciente en latidos, que lleva a su plenitud el modo humano de versar internamente. Definitivamente, no nos dejemos robar los valores humanos, la esperanza de vida, no permitamos que nos comercien y fragmenten. Retornemos a la poesía de la que todos hablan (por hablar), y pocos la escuchan y reflexionan. Hagámosla diario en nuestro ser y saber estar. No se nota, pero se siente; es la estrella que nos permite divisar y ver, para no estrellarnos en nuestra individual e innata coexistencia de familia humana.
 
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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