El Papa Francisco termina hoy su ciclo de catequesis sobre la oración cristiana durante la audiencia general en el patio de San Dámaso y exhorta a tener el valor y la esperanza de sentir la presencia de Cristo en nosotros: que nuestra vida sea "para dar gloria a Dios".

Ciudad del Vaticano. - Después de varios meses en los que el Pontífice ha reflexionado sobre la oración cristiana, Francisco recuerda hoy, en su última catequesis sobre este tema, cómo la oración es una de las características más evidentes de la vida de Jesús: “Jesús rezaba y rezaba tanto - ha dicho el Papa – y durante su misión, Jesús se sumerge en ella, porque el diálogo con el Padre es el núcleo incandescente de toda su existencia”.  

De hecho – continúa el Papa – “los Evangelios testimonian cómo la oración de Jesús se hizo todavía más intensa y frecuente en la hora de su pasión y muerte”, asegurando que estos sucesos culminantes constituyen el núcleo central de la predicación cristiana, el kerygma: “esas últimas horas vividas por Jesús en Jerusalén son el corazón del Evangelio no solo porque a esta narración los evangelistas reservan, en proporción, un espacio mayor, sino también porque el evento de la muerte y resurrección arroja luz sobre todo el resto de la historia de Jesús”.

Jesús no ofrece salvación episódica, sino la salvación total

Francisco después ha explicado que Jesús no fue “un filántropo” que se hizo cargo de los sufrimientos y de las enfermedades humanas: “fue y es mucho más” dice el Papa. “En Él no hay solamente bondad: hay algo más, está la salvación, y no una salvación episódica – la que me salva de una enfermedad o de un momento de desánimo – sino la salvación total”.

La oración de Jesús es intensa, constante y única

Después, el Papa enumera una serie de acontecimientos en los que vemos a Jesús rezando: “Son las horas decisivas de la pasión y de la muerte, en las que vemos una oración intensa, única y que se convierte en el modelo de nuestra oración” asegura el Papa.

“Él reza de forma dramática en el huerto del Getsemaní, asaltado por una angustia mortal. Reza también en la cruz, envuelto en tinieblas por el silencio de Dios. Es la oración más audaz, porque en la cruz Jesús es el intercesor absoluto: reza por los otros, por todos, también por aquellos que lo condenan, sin que nadie, excepto un pobre malhechor, se ponga de su lado. Todos estaban en contra de Él o eran indiferentes. Sólo ese malhechor reconoció el poder. En medio del drama, en el dolor atroz del alma y del cuerpo, Jesús reza con las palabras de los salmos; con los pobres del mundo, especialmente con los olvidados por todos. Sintió el abandono; y rezó”.

Al final, en la cruz “se cumple el don del Padre – dice el Papa – que ofrece el amor, es decir, se cumple nuestra salvación”.

Jesús nunca nos abandona, siempre reza por nosotros

Al final de su reflexión, Francisco recuerda que incluso en el más doloroso de nuestros sufrimientos, “nunca estamos solos” y “la oración de Jesús está con nosotros para que su palabra nos ayude a avanzar”.

“Recordad – dice el Papa – la gracia de que nosotros no solamente rezamos, sino que, por así decir, hemos sido “rezados”, ya somos acogidos en el diálogo de Jesús con el Padre, en la comunión del Espíritu Santo”. Y no olvidemos – prosigue – que “Jesús reza por mí, incluso en los peores momentos”.

La exhortación final del Pontífice es a “tener coraje y esperanza para sentir fuertemente la oración de Jesús y seguir adelante: que nuestra vida sea un dar gloria a Dios sabiendo que Él reza por mí”.

Publicado en RELIGIÓN

Este XI Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre realizó unos llamamientos en favor de la población de la Región de Tigray, en Etiopia, que sufre la carestía y a renovar juntos el esfuerzo para eliminar la explotación del trabajo infantil, la esclavitud de nuestro tiempo.

Ciudad del Vaticano. - “No es posible cerrar los ojos ante la explotación de los niños, privados del derecho a jugar, a estudiar y a soñar”, es el llamamiento del Papa Francisco después de rezar la oración mariana del Ángelus de este domingo, 13 de junio de 2021, al recordar que el día de ayer hemos celebrado el Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Explotación infantil: Una tragedia de nuestro tiempo

El Santo Padre señaló que, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, los niños que hoy son explotados laboralmente son más de 150 millones. El Papa dijo que esto es ¡una tragedia! Y que los menores explotados suman “más o menos como todos los habitantes de España, junto con Francia, y junto con Italia”. El Pontífice reiteró que esto está ocurriendo hoy y que muchos niños sufren esto, son explotados por el trabajo infantil. Por ello, el Papa invitó a todos a renovar juntos el esfuerzo para eliminar esta esclavitud de nuestro tiempo.

Tigray: que se restablezca la armonía social lo antes posible

Asimismo, el Papa Francisco manifestó su cercanía con la población de la región de Tigray, en Etiopia, golpeada por una grave crisis humanitaria que podría exponer a los más pobres a la carestía. “Hoy hay hambruna – afirmó el Papa – hay hambre. Recemos juntos para que la violencia cese inmediatamente, para que se garanticen los alimentos y la asistencia sanitaria para todos, y para que se restablezca la armonía social lo antes posible”. En este sentido, el Pontífice agradeció a todos los que trabajan para aliviar el sufrimiento de la gente y junto con los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro rezaron a la Virgen por estas intenciones.

Publicado en RELIGIÓN

El Pontífice envía un video mensaje a los participantes del Foro “¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia? Estrategias para la aplicación de la exhortación apostólica del Papa Francisco" organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

Ciudad del Vaticano. - Entre saludos y agradecimientos por la iniciativa al Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el Papa Francisco ha comenzado su video mensaje dirigido a los participantes del Foro “¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia? Estrategias para la aplicación de la exhortación apostólica del Papa Francisco", que pretende estimular un discernimiento eclesial fecundo sobre el estilo y la finalidad de la pastoral familiar en la perspectiva de la nueva evangelización, cinco años después de la promulgación de la exhortación apostólica Amoris laetitia.

La exhortación Amoris laetitia, tal y como dice el Papa en su video mensaje, “es el fruto de una profunda reflexión sinodal sobre el matrimonio y la familia y, como tal, requiere un paciente trabajo de aplicación y una conversión misionera”. Es por ello que este Foro – puntualiza – “está en continuidad con el camino sinodal, que debe concretarse en las Iglesias locales y que requiere cooperación”.

De hecho, dice, dicho Foro “representa un momento esencial de diálogo entre la Santa Sede, las conferencias episcopales, los movimientos y las asociaciones familiares” y expresa su deseo de que “el Espíritu Santo lo convierta en un evento fecundo para la Iglesia, pastores y laicos juntos, para escuchar las necesidades concretas de las familias” y “ayude a emprender los procesos necesarios para renovar el anuncio de la Iglesia”.

La familia es hoy más que nunca un signo de los tiempos

El Papa también aclara que hoy más que nunca “la familia es un signo de los tiempos” y la Iglesia está invitada “a escuchar activamente a las familias” y al mismo tiempo “a involucrarlas como sujetos de la pastoral”, de hecho – dice – “es necesario dejar de lado cualquier idea de que la evangelización está reservada a una élite pastoral” pues como explica el Papa, “cada uno de los bautizados es agente evangelizador".

En este sentido, Francisco asegura que para llevar el amor de Dios a las familias y a los jóvenes necesitamos la ayuda de las propias familias, de su experiencia concreta de vida y de comunión: “Necesitamos cónyuges junto a los pastores, para caminar con otras familias, para ayudar a los más débiles, para anunciar que, también en las dificultades, Cristo se hace presente en el sacramento del matrimonio para dar ternura, paciencia y esperanza a todos, en cualquier situación de la vida”.

El matrimonio tiene una misión en la edificación de la Iglesia

“El matrimonio, al igual que el sacerdocio, tiene una finalidad directa de construcción y dilatación del Pueblo de Dios y confiere a los cónyuges una misión particular en la edificación de la Iglesia”. Para el Papa, la familia es "Iglesia doméstica", es decir, ese lugar donde la presencia sacramental de Cristo actúa entre los esposos y entre los padres y los hijos y la corresponsabilidad en la misión llama, a los cónyuges y a los ministros ordenados, especialmente a los obispos, “a cooperar con fecundidad en el cuidado y la custodia de las Iglesias domésticas”. Dicho esto, el Papa Francisco pide a los pastores llamar a los matrimonios “que muchas veces están ahí, están listos, pero no son llamados”. “Si los llamamos – dice el Papa – a trabajar con nosotros, si les damos espacio, pueden brindar su aporte a la construcción del tejido eclesial”.

Ser conscientes del gran Don que se recibe con el Sacramento del matrimonio

Por último, el Papa pide a los participantes del Foro que es importante “hacer un esfuerzo especial para formar a los laicos, especialmente a los cónyuges y a las familias, para que comprendan mejor la importancia de su compromiso eclesial”. Pues – aclara – “muchas familias no son conscientes del gran don que han recibido en el Sacramento, signo eficaz de la presencia de Cristo que acompaña cada momento de su vida. Cuando una familia descubre plenamente este don, siente el deseo de compartirlo con otras familias, porque la alegría del encuentro con el Señor tiende a difundirse y genera otra comunión; es naturalmente misionera”.

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - “Hoy encontramos la grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de amor y de compartir”. Lo dijo Francisco a la hora del ángelus de este X domingo del tiempo ordinario en el que en Italia y otros países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini. El Señor “sabe que lo necesitamos” – afirmó el Papa – “porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores”

En la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini que se celebra hoy, en Italia y en otros países, tal como explicó el Papa antes de la oración mariana del ángelus dominical, Francisco explicó el Evangelio según San Marcos que nos presenta el relato de la Última Cena (Mc 14, 12-16, 22-26). Y afirmó que “las palabras y los gestos del Señor nos tocan el corazón”.

Jesús nos da el mayor sacramento

El Santo Padre afirmó que “con sencillez”, “Jesús nos da el mayor sacramento” con “un gesto humilde de donación, de compartir”. Y puso de manifiesto que “en la culminación de su vida, no reparte pan en abundancia para alimentar a las multitudes, sino que se parte a sí mismo en la cena de la Pascua con los discípulos”. A lo que añadió:

    “De este modo, Jesús nos muestra que el objetivo de la vida es el donarse, que lo más grande es servir”

De manera que – prosiguió el Papa – “hoy encontramos la grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de amor y de compartir”. Y prosiguió:

“Fragilidad es precisamente la palabra que me gustaría subrayar”

    “Jesús se hace frágil como el pan que se rompe y se desmigaja. Pero precisamente ahí radica su fuerza. En la Eucaristía la fragilidad es fuerza: fuerza del amor que se hace pequeño para ser acogido y no temido; fuerza del amor que se parte y se divide para alimentar y dar vida; fuerza del amor que se fragmenta para reunirnos en la unidad”

La fuerza de amar a quien se equivoca

El Santo Padre explicó que “hay otra fuerza que destaca en la fragilidad de la Eucaristía: la fuerza de amar a quien se equivoca”. Al recordar que fue “en la noche en que fue traicionado que Jesús nos da el Pan de Vida”, Francisco dijo que “nos hace el mayor regalo mientras siente en su corazón el abismo más profundo: el discípulo que come con él, que moja su bocado en el mismo plato, lo está traicionando”.

Y la traición es el mayor dolor para los que aman

Ante la pregunta acerca de lo que hace Jesús en esta circunstancia, Francisco dijo que “reacciona ante el mal con un bien mayor”. Porque “al no de Judas responde con el sí de la misericordia”. Además, el Señor “no castiga al pecador, sino que da su vida por él”. Por esta razón explicó que:

    “Cando recibimos la Eucaristía, Jesús hace lo mismo con nosotros: nos conoce, sabe que somos pecadores y que cometemos muchos errores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra”

Jesús sabe que lo necesitamos

En efecto, el Señor “sabe que lo necesitamos” – dijo el Papa – “porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores”. Y “cada vez que recibimos el Pan de Vida, Jesús viene a dar un nuevo sentido a nuestras fragilidades”.

    “Nos recuerda que a sus ojos somos más valiosos de lo que pensamos. Nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias”

El Señor cura con amor nuestras fragilidades

Y, sobre todo – prosiguió el Papa – el Señor “nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos”:

    “La de sentir resentimiento hacia quienes nos han hecho daño; la de distanciarnos de los demás y aislarnos en nuestro interior; la de llorar sobre nosotros mismos y quejarnos sin encontrar la paz”

La Eucaristía es una medicina eficaz

Por esta razón afirmó que “la Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de Vida, de hecho, cura las rigideces y las transforma en docilidad. La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien”. Además, el Santo Padre dijo que la Eucaristía:

    “Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás. Como hace Dios con nosotros”

Hacia el final de su alocución, y antes de rezar a la Madre de Dios con los fieles y peregrinos que, distanciados prudentemente, seguían sus enseñanzas en la Plaza de San Pedro, el Papa se refirió a “la lógica de la Eucaristía”. Que es la que nos permite recibir “a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarles en sus fragilidades”.

    “Que la Santísima Virgen, en quien Dios se hizo carne, nos ayude a acoger con corazón agradecido el don de la Eucaristía y a hacer también de nuestra vida un don”

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - En vista de la celebración de la Solemnidad de Corpus Christi, el Santo Padre invito en la Audiencia General de este miércoles, 2 de junio, a que esta celebración “nos haga más conscientes de la presencia real de Jesús entre nosotros en la Eucaristía”.

“Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo sean para cada uno de ustedes una presencia y un soporte en medio de las dificultades, un consuelo sublime en el sufrimiento de cada día y una prenda de resurrección eterna”, lo dijo el Papa Francisco al final de su catequesis, en la Audiencia General de este miércoles, 2 de junio, al saludar a los fieles de lengua italiana, con ocasión de la celebración de la Solemnidad de Corpus Christi, que en Italia y otros países se traslada al próximo domingo.

Eucaristía, misterio de amor y de gloria

El Santo Padre también invitó a todos los fieles – que participaban en la Audiencia General en el Patio de San Dámaso y a quienes seguían su catequesis a través de los medios de comunicación – a “encontrar en la Eucaristía, misterio de amor y de gloria, esa fuente de gracia y de luz que ilumina los caminos de la vida”. Asimismo, el Pontífice saludando a los fieles de lengua inglesa dijo que, “la inminente celebración de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos haga más conscientes de la presencia real de Jesús entre nosotros en la Eucaristía”.

Junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús

Finalmente, el Papa Francisco saludando a los fieles de lengua española recordó que, “este mes de junio, está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús”, y en vísperas de celebrar la Solemnidad del Corpus Christi invitó a que, “pidamos al Señor que nos conceda tener un corazón orante, lleno de confianza y audacia filial, así también como la gracia de permanecer siempre unidos a Él y también unidos entre nosotros por la participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre”.

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - "Sostenidas en la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y se elevan al cielo": lo aseguró el Santo Padre en la Audiencia General del miércoles 2 de junio, en su catequesis dedicada a la oración. Francisco exhortó a no olvidar que Jesús reza por nosotros al Padre, "aún en el momento de la prueba y en el momento del pecado". Debemos "ser conscientes", pidió el Santo Padre, de que "Jesús reza" por nosotros.

Nunca dejar de confiar en Jesús, porque Él reza por nosotros ante el Padre: lo aseguró el Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 2 de junio, presidida en el Patio de San Dámaso del Vaticano. En su catequesis dedicada a la oración, precedida por la Lectura del Evangelio de San Lucas, (22,28-29) se refirió a la importancia de la oración en la vida de Jesús y en su relación con los discípulos.

Jesús siempre dispuesto a esperar la conversión del discípulo

Haciendo presente que eligió a sus discípulos tras una noche de oración y diálogo con el Padre, a pesar de los errores y las caídas que ellos mostrarían en el futuro, el Santo Padre puso en evidencia cómo Él esperó "con paciencia" su conversión rogando a Dios por ellos, para que permanezcan a su lado en las pruebas y no pierdan la fe. Esto porque el Maestro,  incluso en sus errores y caídas, “así como los recibió del Padre tras Su oración, así los lleva en Su corazón”.

Es impresionante saber que, en el momento del desfallecimiento, el amor de Jesús no cesa. “Pero Padre, si estoy en pecado mortal, ¿el amor de Jesús sigue ahí? – Sí - ¿Y Jesús sigue rezando por mí? - Sí - Pero si he hecho cosas feas y cometido muchos pecados... ¿Jesús sigue amándome? – Sí”. El amor de Jesús, la oración de Jesús por cada uno de nosotros, no cesa, no se detiene, al contrario, se hace más intensa y nosotros estamos en el centro de su oración. Esto debemos tenerlo siempre presente: Jesús está rezando por mí, está rezando ahora ante el Padre y le está mostrando las heridas que lleva consigo, para hacer ver al Padre el precio de nuestra salvación. Es el amor que nutre por nosotros.

Rezar intensamente, Jesús no nos abandona

Como escribimos, Jesús espera “con paciencia” la conversión de los discípulos y “ruega” por ellos al Padre, “para que permanezcan a su lado en las pruebas y no pierdan la fe”. Lo hace, recordó el Papa, “en un momento crucial de su camino”, es decir, en la verificación de su fe, cuando les dice: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Haciendo presente cómo “las grandes decisiones" de la misión de Jesús están siempre precedidas por la oración "intensa y prolongada”, y no por una oración pasajera, afirmó que Él es el "modelo perfecto de la persona que ora", pero que además "quiere que aprendamos a orar como Él", enseñándonos "con sus palabras y su ejemplo".

Siguiendo con el repaso del Evangelio, el Santo Padre señaló que, aunque "la verificación de la fe" de los discípulos parecía ser una meta, fue “un punto de partida renovado” para ellos porque, a partir de entonces, fue como si Jesús "subiera de un tono en su misión", hablándoles abiertamente de su pasión, muerte y resurrección. Y en esta perspectiva de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo, “que suscita instintivamente repulsión, tanto en los discípulos como en nosotros que leemos el Evangelio”, es cuando la oración “es la única fuente de luz y fuerza”. De ahí que, según el Sumo Pontífice, sea necesario "rezar más intensamente, cada vez que el camino se hace cuesta arriba”.

Jesús nos asegura que, aún cuando sintamos que nuestras oraciones parezcan vanas o ineficaces, Él no nos abandona, está siempre a nuestro lado. Reza en nosotros y con nosotros. Intercede a nuestro favor, nos alienta a que perseveremos en la oración, sobre todo en los momentos más difíciles de nuestro camino, porque Su oración es la que hace que nuestras humildes peticiones sean eficaces y lleguen al cielo.   

En la manifestación anticipada ante Pedro, Santiago y Juan de la gloria del Señor, que tuvo lugar en la oración (cfr. Lc 9,28-31) surge una “Palabra clara” para los discípulos, a saber, la voz del Padre que les dice: "Este es mi Hijo amado; escúchenlo". Por eso Francisco recalcó: "de la oración surge la invitación a escuchar a Jesús", "siempre desde la oración".

Seamos conscientes, Jesús reza al Padre por nosotros

El Obispo de Roma finalizó su catequesis pidiendo hacer un ejercicio de memoria: recordar que “Jesús reza” por nosotros.                                                                                                                 

Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros intentos de oración fuesen completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí.

No olvidemos que lo que nos sostiene a cada uno en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, mostrándole las llagas que son el precio de nuestra salvación.

“Aunque nuestras oraciones fueran sólo balbuceos, si estuvieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él: yo no sé cómo rezar, pero Él reza por mí.”

En el saludar a los fieles de lengua española, invitó a pedir al Señor en este mes de junio dedicado al Corazón de Jesús, y también en vísperas celebrar la Solemnidad del Corpus Christi, que nos conceda tener un corazón orante, lleno de confianza y audacia filial, así también como la gracia de permanecer siempre unidos a Él y también unidos entre nosotros por la participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - A la hora del rezo del Ángelus en el marco del domingo de la Santísima Trinidad, el Santo Padre subrayó que la fiesta de hoy, "nos hace contemplar este maravilloso misterio de amor y luz del que procedemos y hacia el cual se orienta nuestro camino terrenal". Además, Francisco señaló que la "unidad es esencial para el cristiano" por lo tanto en el anuncio del Evangelio y en toda forma de misión cristiana "no se puede prescindir de esta unidad invocada por Jesús" ya que la belleza del Evangelio "requiere ser vivida y testimoniada en la concordia entre nosotros, que somos tan diferentes".

El domingo 30 de mayo, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la plaza de San Pedro en el marco de la fiesta de la Santísima Trinidad, el misterio del único Dios en tres Personas: Padre e Hijo y Espíritu Santo.

Un misterio inmenso que supera nuestra mente

Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano junto a los fieles que acudieron a la cita dominical, el Santo Padre explicó que estamos ante un misterio inmenso que no es fácil de entender.

“Es un misterio que nos ha revelado Jesucristo: la Santísima Trinidad. Hoy nos detenemos a celebrar este misterio, porque las Personas no son adjetivos de Dios: no. Son personas, reales, diferentes; no son -como decía aquel filósofo- "emanaciones de Dios": ¡no, no! Son Personas. Está el Padre, al que rezo con el Padre Nuestro, que me ha dado la redención, la justificación; está el Espíritu Santo que habita en nosotros y habita en la Iglesia. Y esto nos habla al corazón, porque lo encontramos, este misterio, encerrado en esa expresión de San Juan que resume toda la revelación: «Dios es amor». El Padre es amor, el Hijo es amor, el Espíritu Santo es amor”

En este sentido, Francisco hizo hincapié en que al ser puro amor "Dios, aunque es uno y único, no es soledad sino comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo".

"Porque el amor -afirmó el Papa- es esencialmente donación, y en su realidad original e infinita es el Padre quien se da a sí mismo generando al Hijo, que a su vez se da al Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo, vínculo de su unidad. No es fácil de entender este misterio, pero todos nosotros podemos vivirlo tanto".

No prescindir de esta unidad invocada por Jesús

El Obispo de Roma también subrayó que la fiesta de hoy, "nos hace contemplar este maravilloso misterio de amor y luz del que procedemos y hacia el cual se orienta nuestro camino terrenal".

Por tanto, en el anuncio del Evangelio y en toda forma de misión cristiana -dijo el Pontífice- no se puede prescindir de esta unidad invocada por Jesús; la belleza del Evangelio requiere ser vivida y testimoniada en la concordia entre nosotros, que somos tan diferentes.

María sostenga nuestra fe y nos haga "adoradores de Dios"

 "Y esta unidad -añadió el Santo Padre- es esencial para el cristiano: no es una actitud, una forma de decir... ¡No! Es esencial, porque la unidad nace del amor, de la misericordia de Dios, de la justificación de Jesucristo y de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones".

"María Santísima, en su sencillez y humildad, refleja la Belleza de Dios Uno y Trino, porque recibió plenamente a Jesús en su vida. Que ella sostenga nuestra fe; que nos haga adoradores de Dios y servidores de nuestros hermanos", concluyó Francisco.

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - En la audiencia general de esta mañana, celebrada ante un número reducido de fieles en el Patio de San Dámaso, el Santo Padre prosiguió con su catequesis sobre la oración que centró en “la certeza de ser escuchados”. Al referirse a “la lección del Padrenuestro”, el Papa dijo que lo contrario “sería una suerte de magia que busca satisfacer los propios deseos e intereses sin verificar si son o no conformes al proyecto de Dios”

El Papa Francisco reanudó esta mañana la tradicional audiencia general de los miércoles, también en esta ocasión en el Patio de San Dámaso de la Ciudad del Vaticano, donde se congregó un número reducido de fieles y peregrinos de diversas nacionalidades para escuchar sus enseñanzas. En su 35ª catequesis sobre la oración, centrada en “la certeza de ser escuchados” el Santo Padre explicó que “Jesús nos llama a crecer en la fe, de modo que sea esta virtud la que guíe nuestra oración y todos nuestros deseos tengan como fin la mayor gloria de Dios”.

La audiencia comenzó con la lectura del Evangelio según San Marcos (Mc 5, 22-24.35-36), que relata la intervención del Señor en favor del jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, quien suplicó la curación de su hija que, sin embargo, había fallecido y a la que Jesús despertó del sueño de la muerte, tras haberle dicho que no temiera, sino que tuviera fe. Este pasaje evangélico le dio la oportunidad al Papa de reflexionar sobre una dificultad que supone para muchos una verdadera piedra de tropiezo en su vida espiritual:

    “¿Es verdad que Dios me escucha? Y si lo hace, ¿por qué no obtengo lo que pido?”

Nuestra mirada sobre las cosas es limitada

“Dos respuestas – dijo Francisco – se pueden dar a esta cuestión, la primera y más obvia es que nuestra mirada sobre las cosas es limitada y en la oración deberíamos intentar escuchar su voz y conformarnos a su designio de amor”. Y explicó que ésta es “la lección del Padrenuestro que en sus tres primeras peticiones nos llama a ponernos de parte de Dios: para que se haga su voluntad, venga su reino y sea santificado su nombre”.

    “Mientras lo contrario `sería una suerte de magia que busca satisfacer los propios deseos e intereses sin verificar si son o no conformes al proyecto de Dios'”

Dios no siempre responde como esperamos

En cuanto a la segunda respuesta, el Papa dijo que es la más delicada, puesto que muchas personas rezan de forma humilde y piden cosas buenas, pero “Dios no siempre responde en la forma que esperamos”. Por esta razón conviene fijarnos en la lección que nos da el Evangelio:

    “Jesús recibe muchas peticiones de multitud de fieles que se acercan a Él, a veces la respuesta es inmediata”

El Señor nos llama a la perseverancia

Sin embargo, en otras ocasiones – afirmó el Papa – “el Señor nos llama a la perseverancia, como a la mujer cananea que pedía por su hija, o a embarcarnos en un viaje de fe”. Y en el caso de Jairo, el jefe de la sinagoga, “primero siente que Jesús se detiene para atender otra petición, después recibe la noticia de que ya no hay esperanza”. De ahí que Francisco haya recordado que: “En todas estas situaciones Jesús nos llama a crecer en la fe, de modo que sea esta virtud la que guíe nuestra oración y todos nuestros deseos tengan como fin la mayor gloria de Dios”.

Saludos del Papa

Como es costumbre, después de saludar a los fieles en diversas lenguas y antes de rezar el Padrenuestro en latín, el Santo Padre impartió a todos su bendición apostólica, bendijo los rosarios que los peregrinos llevaban consigo y se detuvo unos minutos con todos ellos con muestras de cariño antes de regresar a sus actividades.

    “Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a dejarse guiar por el Espíritu que clama en nuestro interior ‘Abba, Padre’. Pidamos crecer en la fe, la esperanza y la caridad, para en todo y por todo buscar la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias”

Al saludar a los fieles de lengua portuguesa el Santo Padre los animó a vivir siempre bajo la mirada de nuestra Madre del Cielo. “Ella – les dijo – consuela a todos los que están en la prueba y mantiene abierto el horizonte de la esperanza”. A los peregrinos francófonos Francisco les sugirió que, tras haber celebrado la fiesta de Pentecostés, deben dejar que el Espíritu Santo actúe y suscite la oración que conviene dirigir al Padre para “entrar generosamente en su voluntad”.

Al dar su cordial bienvenida a los peregrinos de habla alemana, el Papa les recordó que María, Madre de la Iglesia, “es el ejemplo luminoso de la oración perseverante que el Espíritu Santo inspira a los fieles”, por lo que manifestó su deseo de que Ella les obtenga “la gracia de no cesar nunca en la oración y en la acción de gracias”.

El Padre siempre noa escucha

A los fieles de lengua árabe el Papa también les recordó la celebración del domingo pasado de la fiesta de Pentecostés en la que Jesús envió el Espíritu Santo sobre nosotros, el Paráclito que fortalece nuestra fe y sostiene nuestra oración. Y los invitó a repetir la oración que el Señor nos enseñó: "Hágase tu voluntad" y no la nuestra.

Mientras a los fieles de habla inglesa el Santo Padre les dijo: “en este mes de mayo, unidos a la Virgen, crezcamos en la certeza de que nuestro Padre Celestial siempre nos escucha en nuestras oraciones”.   

Memoria de San Felipe Neri

Al saludar cordialmente a los peregrinos italianos Francisco recordó que Hoy se celebra la memoria litúrgica de San Felipe Neri, comúnmente llamado el "santo de la alegría". Por eso les deseó que “la alegría tranquilizadora, don del Señor, los acompañe y enriquezca el camino de cada uno de ellos.

Por último, el pensamiento del Santo Padre se dirigió a los ancianos, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, a quienes exhortó “a cultivar la oración, porque es el único modo de alimentar la fe, en cuya luz todo puede ser comprendido y acogido”.

Publicado en RELIGIÓN

Antes de recitar el Regina Caeli, el Papa, desde la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro, recuerda que el Espíritu Santo "nos hace nuevas criaturas", como hizo en Pentecostés con los Apóstoles, y "pone en comunicación a personas diferentes, realizando así la unidad y la universalidad de la Iglesia".

Ciudad del Vaticano. - El Espíritu Santo "nos hace nuevas criaturas", como hizo en Pentecostés con los Apóstoles, "derrota todas nuestras vacilaciones", y "pone en comunicación a personas diferentes", logrando así "la unidad y universalidad de la Iglesia". En la solemnidad de Pentecostés, las palabras del Papa Francisco antes del rezo del Regina Caeli son todas para el Espíritu Santo, el "viento fuerte y libre" que "cambia el corazón", "derriba nuestras defensas" y "desmantela nuestras falsas certezas."

El Espíritu "no se deja enmarcar en nuestros esquemas"

El Papa recordó lo que ocurrió en Jerusalén "cincuenta días después de la Pascua de Jesús", tal como se narra en los Hechos de los Apóstoles. Los discípulos estaban en el Cenáculo, con la Virgen María, porque el Señor resucitado "les había dicho que se quedaran en la ciudad hasta que recibieran de lo alto el don del Espíritu ". El cual se manifestó con un repentino "rugido" que vino del cielo, como un "viento impetuoso" que llenó la casa en la que se encontraban. "Una experiencia real, -comentó Francisco- pero también simbólica”.

Esta experiencia “Revela que el Espíritu Santo es como un viento fuerte y libre. No se puede controlar, detener ni medir; y ni siquiera predecir su dirección. No se deja enmarcar en nuestras exigencias humanas, en nuestros esquemas y en nuestros prejuicios”

Rompe "nuestras defensas, nuestra falsa seguridad"

El Espíritu "procede de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo" e irrumpe en la Iglesia, y por tanto en cada uno de nosotros, "dando vida a nuestras mentes y a nuestros corazones". Porque, como recitamos en el Credo, Él es "Señor y dador de vida". Aquel día en Jerusalén, recuerda el Pontífice, "los discípulos de Jesús todavía estaban desconcertados y asustados. Aún no tenían el valor de salir a la luz".

Nosotros también, a veces, preferimos permanecer dentro de las paredes protectoras de nuestro entorno. Pero el Señor sabe cómo llegar hasta nosotros y abrir las puertas de nuestro corazón. Él envía al Espíritu Santo sobre nosotros que nos envuelve y derrota todas nuestras vacilaciones, derriba nuestras defensas, desmantela nuestras falsas certezas. El Espíritu nos hace nuevas criaturas, como lo hizo ese día con los Apóstoles.

Pone en comunicación a diferentes personas, logrando la unidad

De hecho, después de recibir el Espíritu Santo, los Apóstoles "ya no volvieron a ser como antes", sino que salieron y empezaron a predicar que Jesús había resucitado, "de tal manera que cada uno los entendía en su propia lengua." Porque, subraya el Papa Francisco, "el Espíritu cambia el corazón, ensancha la mirada de los discípulos" y "los hace capaces de comunicar a todos las grandes obras de Dios", superando "los confines culturales y religiosos en los que estaban acostumbrados a pensar y vivir."

Los capacita para llegar a los demás respetando sus posibilidades de escucha y comprensión, en la cultura y el idioma de cada uno (vv. 5-11). En otras palabras, el Espíritu Santo pone en comunicación personas diferentes, realizando la unidad y universalidad de la Iglesia. Y hoy esta realidad del Espíritu Santo nos dice mucho, cuando en la Iglesia hay grupitos que siempre buscan la división, separarse de los demás. Esto no es el Espíritu de Dios: el Espíritu de Dios es armonía, es unidad, une las diferencias.

Y nos hace ver que "la Iglesia es para todos"

Aquí el Papa recuerda las palabras de "un buen cardenal" que "fue arzobispo de Génova" (Giovanni Canestri, fallecido en 2015 a los 96 años, ed.): "Decía que la Iglesia es como un río, lo importante es estar dentro, que si estás un poco en esa parte y un poco en aquella no interesa, el Espíritu Santo hace la unidad". Lo importante, aclara Francisco, "es estar dentro en la unidad del Espíritu y no mirar las pequeñas cosas de que estás un poco de esta parte y de aquella otra, que tú rezas de este modo y el otro... esto no es de Dios". La Iglesia "es para todos, como mostró el Espíritu Santo el día de Pentecostés".

Que el Espíritu "llene los corazones", encienda "el fuego de su amor"

La última oración propuesta por el Pontífice para la Virgen María, es que " interceda para que el Espíritu Santo descienda en abundancia y llene los corazones de los fieles y encienda en todos el fuego de su amor".

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - En su 34ª catequesis dedicada a la oración, el Sumo Pontífice reflexionó sobre algunas de las dificultades que encontramos cuando oramos. En particular, siguiendo la pauta del Catecismo de la Iglesia Católica, se centró en la distracción, la sequedad y la acedia. Y recordó que “protestar ante Dios” es también “una forma de rezar”, pues es una manera del hijo de relacionarse con su padre.

El Papa Francisco presidió la Audiencia General de este miércoles 19 de mayo en el Patio de San Dámaso del Vaticano, y reflexionó sobre las distracciones, la sequedad y la acedia en la oración, siguiendo la pauta del Catecismo de la Iglesia Católica.

La distracción y la vigilancia en la oración

Rezar no es fácil, comenzó diciendo el Papa, pues “hay muchas dificultades que surgen en la oración” y debemos conocerlas, individuarlas y superarlas. El primer problema que se le presenta a quien reza - señaló - es la distracción:

Empiezas a rezar y entonces tu mente da vueltas, da vueltas por todo el mundo; tu corazón está ahí, la mente está allí... la distracción de la oración. La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este constante torbellino de imágenes e ilusiones en continuo movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno seguir esta inclinación desordenada.

Hablando en italiano el Sumo Pontífice indicó que la lucha por conseguir y mantener la concentración no se limita a la oración, pues “si no se alcanza un grado de concentración suficiente, no se puede estudiar con provecho, ni se puede trabajar bien”. Y así puso el ejemplo de los deportistas, que “saben que las competiciones se ganan no sólo con el entrenamiento físico, sino también con la disciplina mental”, es decir, “sobre todo, con la capacidad de mantener la concentración y la atención”. Así, es necesario combatir las distracciones, y por ello en el patrimonio de nuestra fe hay una virtud “que a menudo se olvida”, y que se llama “vigilancia”:

El Catecismo lo menciona explícitamente en su instrucción sobre la oración (cf. nº 2730). Jesús llama a menudo a los discípulos al deber de una vida sobria, guiados por el pensamiento de que tarde o temprano Él volverá, como un novio de una boda o un señor de un viaje. Sin embargo, al no conocer el día y la hora de Su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no deben desperdiciarse en distracciones. En un instante que desconocemos, resonará la voz de nuestro Señor: en ese día, bienaventurados los siervos que Él encuentre laboriosos, todavía centrados en lo que realmente importa.

En la oración, - dijo el Santo Padre en su resumen en español - cuando caemos en la cuenta de nuestras distracciones, lo que nos ayuda a combatirlas es ofrecer con humildad el corazón al Señor para que lo purifique y lo vuelva a centrar en Él.

La sequedad y el corazón abierto al Señor

Otra dificultad es la sequedad, que puede depender de nosotros mismos, o también de Dios, que permite ciertas situaciones exteriores o interiores. Incluso “un dolor de cabeza o una dolencia hepática" impide entrar en la oración, y a menudo "no sabemos realmente la razón". Pero la sequedad “nos hace pensar en el Viernes Santo, en la noche y en el Sábado Santo", cuando "Jesús no está, está en el sepulcro; Jesús está muerto", y "estamos solos”: este es “el tiempo de la desolación y de la fe más pura, - afirmó Francisco -porque se mantiene firme junto a Jesús”.

Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como una continua alternancia de tiempos de consuelo y de desolación; tiempos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces, cuando encontramos un amigo, decimos: "¿Cómo estás?" - "Hoy estoy de bajón". Muchas veces estamos "decaídos", es decir, no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no podemos más. Son esos días grises... ¡y hay tantos en la vida! Pero el peligro es "tener" un corazón gris: cuando este "estar decaído" llega al corazón y lo enferma... y hay personas que viven con el corazón gris. Esto es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir consuelo con el corazón gris!

Para que entre la luz del Señor, “el corazón debe estar abierto y luminoso”, indicó entonces el Santo Padre, animando a esperar esa luz “con esperanza” y sin “encerrarla en lo gris”.

La acedia y la humilde perseverancia

La acedia es la tercera dificultad que encontramos en la oración: es un “defecto”, dijo el Santo Padre, “otro vicio”, y constituye “una verdadera tentación” contra la oración y contra la vida cristiana.  Se trata, tal como enseña el Catecismo, de “una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón”. Es uno de los siete “vicios capitales” porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma, aseguró el Papa Francisco.

Entonces, ¿qué debemos hacer en esta sucesión de entusiasmos y desalientos? Hay que aprender a caminar siempre. El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en ser capaces de perseverar en los tiempos difíciles: camina, camina, camina... Y si estás cansado, detente un rato y vuelve a caminar. Pero con perseverancia.

Recordemos la parábola de San Francisco sobre la perfecta alegría: no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la capacidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocidos, incluso cuando se es maltratados, incluso cuando todo ha perdido el sabor de sus comienzos. (…) Debemos aprender a decir: "Aunque Tú, mi Dios, parezcas hacer todo lo posible para que deje de creer en Ti, yo sigo rezándote". ¡Los creyentes nunca apagan la oración!

El valor del “¿por qué?”

Aunque nuestra oración a veces "pueda parecerse a la de Job, que no acepta que Dios le trate injustamente, protesta y le llama a juicio”, el Papa puntualizó que, sin embargo, “muchas veces, protestar ante Dios es también una forma de rezar”: esto porque “porque muchas veces el hijo se enfada con su padre”, pues es “una manera de relacionarse con su padre”:

Sabemos que al final, al término de este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al cielo gritos mudos y muchos "¿por qué?", Dios nos responderá. No olvidar la oración del "¿por qué?": es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no comprender las cosas, y los psicólogos la llaman "la edad del por qué", porque el niño pregunta a su padre: "Papá, ¿por qué...? Papá, ¿por qué...? Papá, ¿por qué...?". Pero estemos atentos: él no escucha la respuesta del papá. El papá comienza a responder y él sale con otro por qué. Sólo quiere atraer la mirada de su padre hacia él; y cuando nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir los "por qué", estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida.

De ahí que el Pontífice concluyese su catequesis animando a tener el valor de decirle a Dios: “pero, ¿por qué?”. Porque – afirmó él – a veces, enfadarse un poco es bueno, porque nos hace despertar esa relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que debemos tener con Dios.

    “Incluso nuestras expresiones más duras y amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración. Gracias.”

Durante sus saludos a los fieles, el Papa Francisco dirigió un pensamiento particular a los de lengua francófona: "A la espera de Pentecostés, como los Apóstoles reunidos en el Cenáculo con la Virgen María pidamos fervientemente al Señor el Espíritu de consuelo y de paz para los pueblos martirizados", dijo. Y saludando a los fieles de lengua española, animó a que en estos días de preparación a la Solemnidad de Pentecostés, pidamos al Señor "que nos envíe los dones del Espíritu Santo para poder perseverar en nuestra vida de oración con humildad y alegría, superando las dificultades con sabiduría y constancia".

Publicado en RELIGIÓN

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos