¿En qué sentido la vejez puede salvar el mundo? Esta fue la pregunta al centro de la catequesis del Santo Padre, de este miércoles 16 de marzo, en el cual reflexionó sobre la figura de Noé como ejemplo de la vejez que genera vida, que no se queja ni recrimina, sino que mira al futuro con confianza, respeta la creación y cuida la vida de todos.

Ciudad del Vaticano. - “La vejez está en condiciones de captar el engaño de esta normalización de una vida obsesionada por el disfrute y vacía de interioridad: vida sin pensamiento, sin sacrificio, sin interioridad, sin belleza, sin verdad, sin justicia, sin amor”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles, 16 de marzo, continuando con su ciclo de catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez, meditando en es esta ocasión sobre la ancianidad como un recurso para la eterna juventud.

Noé elegido para salvar al hombre del diluvio

En su catequesis de este miércoles, Santo Padre comentó el capítulo 6 del Libro del Génesis, que no habla de como Noé, que era el más anciano de todos, fue elegido por Dios para salvar al hombre de la corrupción y del diluvio. “Dios estaba tan amargado por la difundida maldad de los hombres, que se había convertido en una forma de vida normal, que pensó que se había equivocado al crearlos y decidió eliminarlos. Una solución radical – precisó el Papa – incluso podría tener un giro paradójico de misericordia. No más humanos, no más historia, no más juicio, no más condena. Y muchas víctimas predestinadas por la corrupción, la violencia, la injusticia se salvarían para siempre”.

Tensiones opuestas: juventud eterna y catástrofe final

En este sentido, el Papa Francisco señaló que, a veces también a nosotros – abrumados por el sentido de impotencia contra el mal o desmoralizados por los “profetas de la fatalidad” – nos sucede lo mismo, pensamos que seria mejor no haber nacido. “De hecho, estamos bajo presión, expuestos a tensiones opuestas que nos confunden. Por un lado, tenemos el optimismo de una juventud eterna, encendido por los progresos extraordinarios de la técnica, que pinta un futuro lleno de máquinas más eficientes y más inteligentes que nosotros, que curarán nuestros males y pensarán por nosotros las mejores soluciones para no morir. Por otro lado, nuestra fantasía parece cada vez más concentrada en la representación de una catástrofe final que nos extinguirá. El ‘día después’ – si aún habrá días y seres humanos – se deberá empezar de cero”.

    “No quiero hacer banal el tema del progreso, naturalmente. Pero parece que el símbolo del diluvio esté ganando terreno en nuestro inconsciente. La pandemia actual, además, hipoteca, de forma no leve, nuestra representación despreocupada de las cosas que importan, para la vida y para su destino”

¿La vejez salvará el mundo?

En el pasaje bíblico, explicó el Santo Padre, cuando se trata de poner a salvo de la corrupción y del diluvio la vida de la tierra, Dios encomienda el trabajo a la fidelidad del más anciano de todos, el “justo” Noé. En este contexto, una palabra de Jesús, que evoca “los días de Noé”, y que lo encontramos en el Evangelio de Lucas (Lc 17,26-27), nos ayuda a profundizar el sentido de la página bíblica que hemos escuchado. “De hecho, comer y beber, tomar mujer o marido, son cosas muy normales y no parecen ejemplos de corrupción”. En realidad, Jesús destaca el hecho de que los seres humanos, cuando se limitan a disfrutar de la vida, pierden incluso la percepción de la corrupción, que mortifica la dignidad y envenena el sentido. Y viven sin preocupación también la corrupción, como si fuera parte de la normalidad del bienestar humano.

    “Los bienes de la vida son consumidos y disfrutados sin preocupación por la calidad espiritual de la vida, sin cuidado por el hábitat de la casa común. Sin preocuparse por la mortificación y del abatimiento que muchos sufren, y tampoco del mal que envenena la comunidad”

La corrupción puede volverse normalidad

Lamentablemente, el Santo Padre indicó que la corrupción puede volverse normalidad. “La corrupción obtiene gran ventaja de esta despreocupación que no es buena:  ablanda nuestras defensas, ofusca la conciencia y nos hace – también involuntariamente – cómplices”. Ante ello, la vejez está en condiciones de captar el engaño de esta normalización de una vida obsesionada por el disfrute y vacía de interioridad: vida sin pensamiento, sin sacrificio, sin interioridad, sin belleza, sin verdad, sin justicia, sin amor. La sensibilidad especial de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones. La bendición de Dios elige la vejez, por este carisma tan humano y humanizador.

Noé es el ejemplo de esta vejez generativa

Noé, precisó el Pontífice, no hace predicaciones, no se lamenta, no recrimina, pero cuida del futuro de la generación que está en peligro. Construye el arca de la acogida y hace entrar hombres y animales. En el cuidado por la vida, en todas sus formas, Noé cumple el mandamiento de Dios repitiendo el gesto tierno y generoso de la creación, que en realidad es el pensamiento mismo que inspira el mandamiento de Dios: una bendición, una nueva creación. La vocación de Noé permanece siempre actual.

Y nosotros, mujeres y hombres de cierta edad, no olvidemos que tenemos la posibilidad de la sabiduría, de decir a los demás: "Mira, este camino de corrupción no lleva a ninguna parte". Debemos ser como el buen vino -el buen vino- que al final, cuando es viejo, puede dar un buen mensaje y no uno malo. Por ello, el Papa hizo un llamamiento a todos los que tienen "cierta edad", que tienen la responsabilidad de denunciar la corrupción humana en la que vivimos y en la que sigue esta forma de vivir del relativismo, totalmente relativa, como si todo fuera lícito. Sigamos adelante. El mundo necesita, necesita jóvenes fuertes, que avancen, y ancianos sabios. Pidamos al Señor la gracia de la sabiduría. Gracias.

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"Ante la barbarie de la matanza de niños, inocentes y civiles indefensos, no hay razones estratégicas que valgan: lo único que hay que hacer es poner fin a la inaceptable agresión armada, antes de que reduzca las ciudades a cementerios", dijo el Santo Padre tras haber rezado el Ángelus dominical en la plaza de San Pedro.

Ciudad del Vaticano. - El Papa Francisco lanzó un nuevo y contundente llamamiento pidiendo por la paz y el cese de la guerra en Ucrania, este 13 de marzo, segundo domingo de Cuaresma, después de haber rezado la oración del Ángelus junto a los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

"Acabamos de rezar a la Virgen María", dijo el Santo Padre en su alocución, recordando que esta semana la ciudad ucraniana que lleva su nombre, Mariupol, se ha convertido en una ciudad mártir en la desgarradora guerra que asola a este país:

"Ante la barbarie de la matanza de niños, inocentes y civiles indefensos, no hay razones estratégicas que valgan: lo único que hay que hacer es poner fin a la inaceptable agresión armada, antes de que reduzca las ciudades a cementerios", añadió.

El Papa une su voz por el fin de la guerra

En este sentido, expresando el dolor que siente en su corazón, Francisco unió su voz "a la del pueblo común, que implora el fin de la guerra".

"En nombre de Dios, que se escuchen los gritos de los que sufren y que cesen los bombardeos y los ataques. Que haya un enfoque real y decisivo en la negociación, y que los corredores humanitarios sean efectivos y seguros. En nombre de Dios, les pido: ¡detengan esta masacre!", aseveró.

"En los refugiados, Cristo está presente"

Asimismo, el Pontífice renovó una vez más, su llamamiento a la acogida de los numerosos refugiados, "en los que Cristo está presente", y dio gracias por la gran red de solidaridad que se ha formado:

"Pido a todas las comunidades diocesanas y religiosas que aumenten los momentos de oración por la paz. Aumentar los momentos de oración por la paz. Dios es sólo Dios de la paz, no es Dios de la guerra, y los que apoyan la violencia profanan su nombre. Ahora recemos en silencio por los que sufren y para que Dios convierta los corazones en una firme voluntad de paz".

Finalmente, el Papa saludó a todos los romanos y peregrinos llegados de Italia y de diferentes países, en particular, a los fieles de las diócesis de Nápoles, Fuorigrotta, Pianura, Florencia y Carmignano; así como a la delegación del Movimiento No Violento.

Les deseo a todos un buen domingo -concluyó Francisco- y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

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Una vez más el Papa Francisco pidió, a la hora del rezo del Ángelus dominical, que los poderosos detengan las armas y pongan fin a la guerra actualmente en curso en territorio ucraniano tras los ataques de Rusia que iniciaron el pasado 24 de febrero.

Ciudad del Vaticano. - Después de haber rezado la oración mariana del Ángelus este domingo 27 de febrero, junto a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, el Papa renovó una vez más su incansable llamamiento por la paz ante la guerra que se está desarrollando en territorio ucraniano desde los ataques iniciados por Rusia, el pasado el 24 de febrero.

El Papa en el Ángelus: Como Jesús, no busquemos en los demás el mal sino el bien

"En estos días nos hemos conmocionado por algo trágico: la guerra. Una y otra vez hemos rezado para que no se tome este camino. Y no dejamos de hablar; al contrario, rogamos a Dios con más intensidad", dijo Francisco.

2 de marzo: Jornada de oración por la paz en Ucrania

Asimismo, el Papa recordó su invitación para que el 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, todos nos unamos en un día de oración y ayuno por la paz en Ucrania: "Un día para estar cerca del sufrimiento del pueblo ucraniano, para sentir que todos somos hermanos y para implorar a Dios el fin de la guerra", añadió.

Por otra parte, el Santo Padre hizo hincapié en que, quien hace la guerra se olvida de la humanidad:

"No parte del pueblo, no mira la vida concreta de las personas, sino que antepone a todo, los intereses partidistas y el poder. Se confía a la lógica diabólica y perversa de las armas, que es la más alejada de la voluntad de Dios. Y se aleja de la gente común, que quiere la paz; y que en todos los conflictos -la gente común- es la verdadera víctima, que paga en su propia piel las locuras de la guerra".

Dios está con los que hacen la paz

Por ello, Francisco dedicó un pensamiento especial a los ancianos que en este momento buscan refugio y a las madres que huyen con sus hijos:

"Son hermanos y hermanas para los que es urgente abrir corredores humanitarios y que deben ser acogidos", aseveró.

Finalmente, con el corazón roto por lo que está ocurriendo en Ucrania y sin olvidar las guerras en otras partes del mundo, como Yemen, Siria, Etiopía; el Papa pidió nuevamente por la paz:

"¡Que callen las armas! Dios está con los que hacen la paz, no con los que usan la violencia. Porque quienes aman la paz, como dice la Constitución italiana, repudian la guerra como instrumento de agresión contra la libertad de otros pueblos y como medio de solución de las controversias internacionales", concluyó.

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CIUDAD DEL VATICANO. - Rezar por quien nos ha tratado mal, sin ceder al instinto y al odio, pidiendo a Dios la fuerza de amar, tal como nos lo enseña Jesús, que pone la otra mejilla para apagar el odio y la injusticia, y pide cuentas con gentileza del mal recibido. Fueron algunas de las enseñanzas del Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical, al meditar sobre el Evangelio del día.

“Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande”. En la alocución previa a la oración mariana del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó, como cada domingo, sobre el Evangelio del día, que hoy muestra al Señor Jesús dar “algunas indicaciones fundamentales de vida” a sus discípulos.

El discípulo está llamado a no ceder al instinto y al odio

El Señor, explicó Francisco, se refiere “a las situaciones más difíciles, las que constituyen para nosotros el banco de pruebas, las que nos ponen frente a quien es nuestro enemigo y hostil, a quien busca siempre hacernos mal”. En estos casos, tal como enseña Jesús, el discípulo está llamado “a no ceder al instinto y al odio, sino a ir más allá, mucho más allá”.

Jesús dice: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien» (Lc 6,27). Y aún más concreto: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra» (v. 29). El Señor parece pedir lo imposible. Y además ¿por qué amar a los enemigos? Si no se reacciona a los prepotentes, todo abuso tiene vía libre, y esto no es justo. ¿Pero es realmente así? ¿Realmente el Señor nos pide cosas imposibles e injustas?

Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio

El Santo Padre pidió considerar, en primer lugar, el “sentido de injusticia” que advertimos en el “poner la otra mejilla”, y a pensar en la pasión de Jesús que, en su injusto proceso delante del sumo sacerdote, a un cierto punto recibe una bofetada por parte de uno de los guardias.

¿Y Él cómo se comporta? Dice al guardia: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). Pide cuentas del mal recibido. Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio, ceder a la injusticia. Jesús con su pregunta denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira ni violencia, es más, con gentileza.

Una fuerza interior más grande

El Maestro, “no quiere desencadenar una discusión, sino calmar el rencor”, explicó Francisco, que precisó: quiere “apagar juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable”.

Esto es poner la otra mejilla: la mansedumbre de Jesús es una respuesta más fuerte que el golpe que recibió. Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. No lo dicta el cálculo, sino el amor.

Cuando el Señor pide algo, quiere darlo

El amor “gratuito e inmerecido” que recibimos de Jesús “genera en el corazón un modo de hacer semejante al suyo, que rechaza toda venganza”, enseñó el Papa, que planteó a continuación la siguiente objeción: “¿es posible que una persona llegue a amar a los propios enemigos?”

Si dependiera solo de nosotros, sería imposible. Pero recordemos que, cuando el Señor pide algo, quiere darlo. Cuando me dice que ame a los enemigos, quiere darme la capacidad de hacerlo.

Recordando la oración de San Agustín al Señor «da lo que mandas y manda lo que quieras» (Confesiones, X, 29.40), el Obispo de Roma planteó un interrogante: “¿Qué pedirle? ¿Qué está Dios feliz de darnos?” Y respondió:

La fuerza de amar, que no es una cosa, sino que es el Espíritu Santo.

Esto porque “con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien, podemos amar a quien nos hace mal”.

Así hacen los cristianos. ¡Qué triste es cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los otros como enemigos y piensan en hacer guerra!

Rezar por quien nos ha tratado mal

Antes de dirigir su oración a la Madre de Dios, el Santo Padre pidió pensar en una persona “que nos ha hecho mal”, y a preguntarnos si tratamos de vivir las invitaciones de Jesús. Quizá “hay rencor” dentro de nosotros, dijo. Entonces, “a este rencor”, indicó, “acerquemos la imagen de Jesús, manso, durante su proceso”, y luego “pidamos al Espíritu Santo que actúe en nuestro corazón”. Finalmente “recemos por esa persona”:

Rezar por quien nos ha tratado mal (cfr Lc 6,28) es lo primero para transformar el mal en bien.

“Que la Virgen María nos ayude a ser constructores de paz hacia todos, sobre todo hacia quien es hostil con nosotros y no nos gusta”, concluyó. 

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El Papa en su homilía de la Jornada Mundial de Oración por la Vida Consagrada habló de la reducción del número de vocaciones, el abandono de la vida consagrada, las aspiraciones de poder y de fama como insidias que sólo mirando al Señor como pide el Espíritu Santo, desde la pequeñez y la fragilidad, pueden abrir los corazones para abrazar nuevamente a Jesús.

Ciudad del Vaticano . - Tres preguntas resonaron en la Basílica de San Pedro, cuando el Papa, hoy, en su homilía de la celebración en la Jornada Mundial de Oración por la Vida Consagrada, interpeló a fieles y consagrados: por quién nos dejamos inspirar, por el Espíritu Santo o por el espíritu del mundo; qué amor nos impulsa, el del Espíritu Santo o la pasión del momento; qué ven nuestros ojos y a quién estrechamos en nuestros brazos, al Señor o a nuestras circunstancias y aspiraciones. Respuestas que para el Santo Padre tienen que llevar a la vida consagrada y a todos los creyentes a una renovación del entusiasmo, a la acción, a una visión renovada y, aunque entre dificultades y cansancios, a tomar “en brazos a Jesús”, para colocarlo “de nuevo a Él en el centro” y seguir adelante con alegría.
 
Con el sugestivo rito de la Bendición de las candelas, tradición antigua de la Iglesia en el día de la Presentación de Jesús en el Templo, Francisco abrió la procesión de entrada en una basílica en penumbras que con el canto del Gloria se iluminó como nuestras vidas con la llegada del Jesús, Padre de la luz y de vida.  También hoy, la Ecclesiastica Communio concedida por el Sumo Pontífice a Su Beatitud Raphaël Bedros XXI, Patriarca de Cilicia de los Armenios expresada en las especies sagradas, juntos compartidas,  y que confirman la comunión con el Papa y la Iglesia de Roma.

Rito de la Bendición de las candelas en la Basílica de San Pedro en el Vaticano

El virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo.

A la luz de los pasos cumplidos por Simeón que junto a Ana llevan al templo a Jesús, el Papa conduce su homilía comenzando por lo que los “mueve” a llegar hasta allí, es decir, el Espíritu Santo que “inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios”. Así actúa el Espíritu Santo, afirmó el Papa, “nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad”.

Como las “mociones espirituales”, advirtió el Papa, que inspiran a los consagrados a discernir si los sentimientos de su alma provienen o no del Espíritu Santo, a veces se corre el riesgo de concebir la propia consagración “en términos de resultados, de metas y de éxito". En lugar de ir hacia la pequeñez como quiere el Espíritu, de preguntarse qué amor los impulsa y qué los mueve, se va en busca de “espacios, de notoriedad, de números”.

    “A veces, aun detrás de la apariencia de buenas obras, puede esconderse el virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo. En otros casos, incluso cuando realizamos tantas actividades, nuestras comunidades religiosas parece que se mueven más por una repetición mecánica —hacer las cosas por costumbre, sólo por hacerlas— que por el entusiasmo de entrar en comunión con el Espíritu Santo.”

Cristo es el milagro de la fe que abre los ojos

Tras invitar a examinar las “motivaciones interiores” y las “mociones espirituales” necesarias para la renovación de la vida consagrada, el Santo Padre se interrogó si somos capaces como Simeón de reconocer con nuestros ojos a Cristo. Ese “gran milagro de la fe: que abre los ojos, trasforma la mirada y cambia la perspectiva”.

    “La fe nace de la mirada compasiva con la que Dios nos mira, rompiendo la dureza de nuestro corazón, curando sus heridas y dándonos una mirada nueva para vernos a nosotros mismos y al mundo. Una mirada nueva hacia nosotros mismos, hacia los demás, hacia todas las

Ecclesiastica Communio concedida por el Sumo Pontífice a Su Beatitud Raphaël Bedros XXI, Patriarca de Cilicia de los Armenios

La escasez de vocaciones exige renovación

Una mirada que no es ingenuidad o huir de la realidad y los problemas, reafirmó Francisco, es saber “ver dentro” y “ver más allá”, que no de “detiene en las apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad". Como la de muchos “consagrados y consagradas mayores que con mirada radiante continúan a sonreír, dando esperanza a los jóvenes”. Una visión renovada es lo que necesita la vida consagrada, dijo el Pontífice en su homilía, no “fingir” ante los signos que el “Señor no deja de darnos” y continuar "como si nada".

    “Abramos los ojos: el Espíritu Santo nos invita a renovar nuestra vida y nuestras comunidades a través de las crisis, de los números que escasean y de las fuerzas que disminuyen”

Abrazar a Jesús es el centro de la fe

Luego de invitar a no desaprovechar el presente mirando al pasado y pedirle al Señor la capacidad de discernir el camino, el Papa recordó cómo Simeón estrechó a Jesús en sus brazos: “Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, es el centro de la fe. Porque a veces, recordó el Pontífice nos “perdernos y dispersarnos en mil cosas”, secundarias, olvidando que el centro de todo es Cristo. Y concluyó:

    “Si acogemos a Cristo con los brazos abiertos, acogeremos también a los demás con confianza y humildad. De este modo, los conflictos no exasperan, las distancias no dividen y desaparece la tentación de intimidar y de herir la dignidad de cualquier hermana o hermano se apaga. Abramos, pues, los brazos a Cristo y a los hermanos”

 Papa Francisco, cuenta con nosotros

Al concluir la celebración, el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, se refirió a las muchas dificultades que atraviesa la vida consagrada, como la del abandono de varios religiosos, que han sido llamados por el Señor, pero que no continuado a seguirlo. En este sentido, consideró que el camino sinodal, la escucha recíproca y de todo el pueblo de Dios, será una bendición y una alegría para caminar con alegría como miembros de una sola familia. Y concluyó:  “Papa Francisco, cuenta con nosotros. Cuenta con la vida consagrada”.

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A la hora del rezo del Ángelus y con motivo de la celebración del Domingo de la Palabra de Dios, el Santo Padre alentó a los sacerdotes y a los fieles, a predicar el Evangelio tocando el alma y la vida de la gente evitando el riesgo de que nuestras enseñanzas "permanezcan genéricas y abstractas". El Pontífice también exhortó a todos a leer cada día un pasaje de la Palabra, que es "el faro que guía el camino sinodal iniciado en la Iglesia".

Ciudad del Vaticano. - El 23 de enero, y tras haber presidido la Misa con ocasión de la celebración del Domingo de la Palabra de Dios; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus a la hora del mediodía romano, asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano.

Ante la presencia de los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice reflexionó sobre la Liturgia del día que nos presenta el momento en el que Jesús que inaugura su predicación captando la atención popular (cfr Lc 4,14-21).

"Se dirige a Nazaret, donde creció, y participa en la oración en la sinagoga. Se levanta a leer y, en el volumen del profeta Isaías, encuentra el pasaje sobre el Mesías, que proclama un mensaje de consolación y liberación para los pobres y los oprimidos (cfr Is 61,1-2)", explicó Francisco, subrayando que, tal como dice el Evangelio de Lucas, terminada la lectura, "todos los ojos estaban fijos en él".

Jesús predica ungido por el Espíritu

En su alocución, el Santo Padre destacó e que la primera palabra de la predicación de Jesús contada en el Evangelio de Lucas es “hoy”, un término "que atraviesa toda época y permanece siempre válido":

Misa del Papa: "La Palabra de Dios nos cambia, mientras que la rigidez nos esconde"

"La profecía de Isaías se remontaba a siglos antes, pero Jesús, por la fuerza del Espíritu (v. 14), la hace actual y, sobre todo, la lleva a cumplimiento", puntualizó.

El segundo punto subrayado por el Obispo de Roma es la admiración con la que los paisanos de Jesús reciben sus palabras:

"Incluso si, nublados por los prejuicios, no le creen -continuó Francisco- se dan cuenta de que su enseñanza es diferente de la de otros maestros: intuyen que en Jesús hay más: la unción del Espíritu Santo.

Homilías que no "duerman el alma"

En este sentido, el Pontífice puso en guardia sobre el riesgo de hacer que nuestras predicaciones y nuestras enseñanzas "permanezcan genéricas y abstractas", sin tocar el alma y la vida de la gente:

    “También muchas homilías – lo digo con respeto pero con dolor – son abstractas, y en vez de despertar el alma la duermen. Cuando los fieles empiezan a mirar el reloj – “¿cuándo terminará esto?” – duermen el alma. La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios, cae en el moralismo o en conceptos abstractos; presenta el Evangelio con desapego, como si estuviera fuera del tiempo, lejos de la realidad. Y este no es el camino.”

Pero... ¿Por qué ocurre esto? Para el Papa la respuesta es sencilla:

«Porque les falta la fuerza de este hoy, ese que Jesús “llena de sentido” con el poder del Espíritu. Se escuchan conferencias impecables, discursos bien construidos, pero que no mueven el corazón, y así todo queda como antes. La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios, cae en el moralismo y en conceptos abstractos; presenta el Evangelio con desapego, como si estuviera fuera del tiempo, lejos de la realidad».

Por esto -añade Francisco-quien predica es el primero que debe experimentar el "hoy de Jesús", para así poderlo comunicar en el hoy de los otros.

Papa: "Gracias a todos los predicadores del Evangelio"

Asimismo, en el marco del Domingo de la Palabra de Dios, el Santo Padre agradeció a todos los predicadores y los anunciadores del Evangelio:

    “Recemos por ellos, para que vivan el hoy de Jesús, la dulce fuerza de su Espíritu que vuelve viva la Escritura. La Palabra de Dios, de hecho, es viva y eficaz (cfr Hb 4,12), nos cambia, entra en nuestros asuntos, ilumina nuestra vida cotidiana, consuela y pone orden. Recordemos: la Palabra transforma una jornada cualquiera en el hoy en el que Dios nos habla”

En este contexto, Francisco invitó a los fieles a tomar el Evangelio en la mano y leer o releer con calma, cada día un pequeño pasaje:

    “Con el tiempo descubriremos que esas palabras están hechas a propósito para nosotros, para nuestra vida. Nos ayudarán a acoger cada día con una mirada mejor, más serena, porque, cuando el Evangelio entra en el hoy, lo llena de Dios”

Finalmente, el Papa propuso leer cada día el Evangelio de Lucas, el "Evangelio de la misericordia", que en este año litúrgico es proclamado durante los domingos: "Familiaricémonos con el Evangelio, ¡nos traerá la novedad y la alegría de Dios!", añadió.

El faro que guía el recorrido sinodal

El Sucesor de Pedro, concluyó haciendo hincapié en que la Palabra de Dios es también "el faro que guía el recorrido sinodal" iniciado en toda la Iglesia.

"Mientras nos comprometemos a escucharnos unos a otros, con atención y discernimiento, escuchemos juntos la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. La Virgen nos conceda la constancia para nutrirnos cada día con el Evangelio", aseveró.

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A la hora del Ángelus dominical el Papa Francisco, comentó el conocido episodio de las bodas de Caná, en que Jesús realizó el primer signo con el “manifestó su gloria” para que creyeran en él, y recordó que Dios “nos quiere felices”

Al comentar el Evangelio propuesto por la liturgia de este domingo – que narra el episodio de las bodas de Caná – el Papa Francisco, antes de rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos que se dieron cita en una soleada Plaza de San Pedro, explicó que Jesús, con aquel primer signo, “manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.

¿Qué es un “signo” según el Evangelio?

El Santo Padre puso de manifiesto que el evangelista “no habla de milagro”, o sea “de un hecho potente y extraordinario que genera maravilla”. En efecto, Francisco dijo que Juan relata que en Caná “tuvo lugar un signo, un signo que suscita la fe de los discípulos”. De manera que podemos preguntarnos: ¿qué es un “signo” según el Evangelio? Y la respuesta del Papa fue:

    “Es un indicio que revela el amor de Dios, que no reclama atención sobre la potencia del gesto, sino sobre el amor que lo ha provocado. Nos enseña algo del amor de Dios, que es siempre cercano, tierno y compasivo”

Un gesto que sale al encuentro de una necesidad concreta

Lo que ocurrió en las bodas de Caná "no fue una curación extraordinaria o un prodigio en el templo de Jerusalén – precisó el Santo Padre – sino un gesto que respondió a una necesidad sencilla y concreta de la gente común, un gesto doméstico, digamos, un milagro en punta de pie, discreto, silencioso".

    “Él está dispuesto a ayudarnos, a levantarnos. Y entonces, si estamos atentos a estos ‘signos’, somos conquistados por su amor y nos convertimos en sus discípulos”

En Jesús no hay espacio para segundos fines

Francisco afirmó asimismo que el Señor “No se pone límites y no nos pide intereses”.

    “En el signo de Jesús no hay espacio para segundos fines, para pretensiones con respecto a los esposos. No, la alegría que Jesús deja en el corazón es alegría plena, alegría desinteresada. ¡No es una alegría aguada! ¡No! Alegría”

Sugerencia del Papa

En su diálogo ideal con las numerosas personas deseosas de escuchar sus palabras, rezar por sus intenciones de pastor de la Iglesia universal y recibir su bendición apostólica, el Santo Padre les propuso “un ejercicio” que puede hacer “mucho bien”:

    “Probemos hoy a buscar entre los recuerdos en busca de los signos que el Señor ha realizado en mi vida – cada uno diga: ¿en mi vida, qué signos ha realizado el Señor? ¿Qué signo de su presencia? Signos que ha hecho, para mostrarnos que nos ama. Pensemos en aquel momento difícil en el que Dios me hizo experimentar su amor…”

Buscar los signos de ternura experimentados en nuestra vida

“Y preguntémonos – prosiguió Francisco – ¿con qué signos, discretos y premurosos, me ha hecho sentir su ternura? ¿Cuándo sentí más cerca al Señor, cuánto sentí más su ternura, su compasión?

Cada uno de nosotros en la historia tiene ests momentos. Vayamos a buscar esos signos, hagamos memoria. ¿Cómo he descubierto su cercanía? ¿Cómo en mí ha quedado en el corazón una gran alegría? Revivamos los momentos en los que hemos experimentado su presencia y la intercesión de María”.

Mientras antes de rezar a la Madre de Dios, manifestó su intención de que ella, “que como en Caná está siempre atenta, nos ayude a atesorar los signos de Dios en nuestra vida”.

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Domingo, 26 Diciembre 2021 06:27

Papa Francisco celebra la Sagrada Familia

Preocupación del Santo Padre por el invierno demográfico en Italia

CIUDAD DEL VATICANO. - Al saludar a los fieles y peregrinos que rezaron el Ángelus en la fiesta de la Sagrada Familia, el Papa Francisco se dirigió a los matrimonios de todo el mundo, para decirles que mediante la carta que escribió pensando en ellos ha querido regalarles en esta Navidad una señal de cercanía y una oportunidad para meditar, en espera del Encuentro Mundial de las Familias

Tras rezar a la Madre de Dios en la fiesta de la Sagrada Familia, el Papa Francisco se dirigió a los matrimonios de todo el mundo, para decirles que en esta ocasión se publica la carta que escribió pensando en ellos.

    “Quiere ser mi regalo de Navidad para ustedes, los esposos: un estímulo, una señal de cercanía y también una oportunidad para meditar”

Invitación del Papa a las familias

El Santo Padre destacó la importancia de “reflexionar y experimentar la bondad y la ternura de Dios, que con mano paternal guía los pasos de los matrimonios por el camino del bien”.

Además, el Papa Francisco formuló votos para “que el Señor dé a todos los matrimonios la fuerza y la alegría de continuar el camino que han emprendido”.

"También quiero recordarles que se acerca el Encuentro Mundial de las Familias: los invito a preparar este acontecimiento, especialmente con la oración, y a vivirlo en sus diócesis, junto con otras familias".

Invierno demográfico

Y hablando de la familia, el Pontífice recordó su preocupación, “una verdadera preocupación – dijo – al menos aquí en Italia: el invierno demográfico”. “Parece que muchos han perdido la aspiración de seguir adelante con los hijos – añadió – y muchas parejas prefieren quedarse sin, o con un solo hijo”.

    “Piénsenlo, es una tragedia. Hace unos minutos he visto en el programa ‘A tu imagen’ en que hablaban de este grave problema, el invierno demográfico. Hagamos todos lo que podamos para recuperar nuestra conciencia, para superar este invierno demográfico, que va contra nuestras familias, contra nuestra patria, incluso contra nuestro futuro”

Saludos del Obispo de Roma

Al saludar a todos los peregrinos procedentes no sólo de Italia, sino también de diferentes países, entre los cuales dijo que veía a los polacos, a los brasileños, y también a los colombianos, además de familias, grupos parroquiales y diversas asociaciones, el Santo Padre renovó su deseo de que “la contemplación del Niño Jesús, corazón y centro de las fiestas de Navidad, suscite actitudes de fraternidad y de compartir en las familias y en las comunidades”.

    “Y para celebrar un poco la Navidad, será bueno visitar el belén aquí en la plaza y los 100 belenes bajo la columnata, que también nos ayudarán”

Francisco también dijo que durante estos días recibió muchos mensajes de buenos deseos, desde Roma y desde otras partes del mundo. “Lamentablemente – explicó – no me es posible responder a todos, pero rezo por cada uno y agradezco especialmente las oraciones que tantos de ustedes han prometido hacer”. Y de despidió pidiendo que, por favor, no se olviden de rezar por él, a la vez que les deseó un feliz día de la Sagrada Familia.

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Miércoles, 15 Diciembre 2021 05:34

El silencio de José como escuela: Papa Francisco

CIUDAD DEL VATICANO. - En la cuarta catequesis dedicada al padre terrenal de Jesús, Francisco invitó a aprender de San José a unir el silencio con la acción. Es la invitación del Papa en su catequesis de la audiencia general de esta mañana, la cuarta dedicada a la figura del padre terrenal de Jesús

Aprendamos de José, que en los Evangelios nunca habla, aunque lo hace de otra manera, es decir, cultivando el silencio, para dejar espacio a la Palabra de Dios. De este modo, permite que el Espíritu Santo regenere y sane nuestra lengua, para no herir más a nuestros hermanos. “Aprendamos de él a unir el silencio con la acción”. Esta fue la invitación que el Santo Padre dirigió esta mañana durante la catequesis de la audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, la cuarta dedicada a la figura del padre terrenal de Jesús.

San José, hombre del silencio

En un escenario festivo por estar en camino hacia la Navidad, junto al belén montado por los jóvenes de la localidad italiana de Gallio, el Obispo de Roma prosiguió sus meditaciones sobre San José, en esta ocasión en su calidad de "hombre del silencio". Tras ilustrar el entorno en el que vivió, su papel en la historia de la salvación y su condición de justo y de esposo de María, el Santo Padre recordó que "los Evangelios no recogen ninguna palabra de José de Nazaret", no porque fuera taciturno, sino para "dejar espacio a la Presencia del Verbo hecho carne, a Jesús", tal como también lo señala San Agustín.

Un silencio lleno de escucha

Francisco afirmó que "el silencio de José no es un mutismo; es un silencio lleno de escucha, un silencio laborioso, un silencio que pone de manifiesto su gran interioridad". Mientras Jesús, en la casa del carpintero de Nazaret, creció en esta "escuela", buscando siempre "espacios de silencio en sus días", invitando a sus discípulos a hacer la misma experiencia.

    “Qué bonito sería si cada uno de nosotros, en el ejemplo de San José, lograra recuperar esta dimensión contemplativa de la vida abierta de par en par precisamente por el silencio. Pero todos nosotros sabemos por experiencia que no es fácil: el silencio nos asusta un poco, porque nos pide entrar dentro de nosotros mismos y encontrar la parte más verdadera de nosotros”

“Queridos hermanos y hermanas – dijo el Pontífice – aprendamos de San José a cultivar espacios de silencio, en el que pueda emerger otra Palabra: la del Espíritu Santo que habita en nosotros”.

    “No es fácil reconocer esta Voz, que muy a menudo se confunde junto a los miles de voces de preocupaciones, tentaciones, deseos, esperanzas que habitan en nosotros; pero sin este entrenamiento que viene precisamente de la práctica del silencio, puede enfermarse también nuestra habla”

Y esto, añadió Francisco, “en lugar de hacer que brille la verdad, se puede convertir en un arma peligrosa. De hecho, nuestras palabras se pueden convertir en adulación, vanagloria, mentira, maledicencia, calumnia. Es un dato de experiencia que, como nos recuerda el Libro del Eclesiástico, ‘muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua’”.

    “Jesús lo dijo claramente: quien habla mal del hermano y de la hermana, quien calumnia al prójimo, es homicida”

Mientras el Apóstol Santiago en su Carta, prosiguió explicando el Papa, “desarrolla este antiguo tema del poder, positivo y negativo, de la palabra con ejemplos deslumbrantes: ‘Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. […] también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. […] Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hecho a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición’”.

El Papa agregó que “este es el motivo por el cual debemos aprender de José a cultivar el silencio: ese espacio de interioridad en nuestras jornadas en las que damos la posibilidad al Espíritu de regenerarnos, de consolarnos, de corregirnos”. Y dijo que “el beneficio del corazón que tendremos sanará también nuestra lengua, nuestras palabras y sobre todo nuestras elecciones”. De hecho”

    “José ha unido la acción al silencio. Él no ha hablado, pero ha hecho, y nos ha mostrado así lo que un día Jesús dijo a sus discípulos: ‘No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial’”

Por último, el Santo Padre concluyó esta catequesis con una oración:

    San José, hombre de silencio,
    tú que en el Evangelio no has pronunciado ninguna palabra,
    enséñanos a ayunar de las palabras vanas,
    a redescubrir el valor de las palabras que edifican, animan, consuelan, sostienen.
    Hazte cercano a aquellos que sufren a causa de las palabras que hieren,
    como las calumnias y las maledicencias,
    y ayúdanos a unir siempre los hechos a las palabras. Amén.

Saludos del Papa

Al saludar a los fieles y peregrinos de nuestro idioma, el Papa dijo:

    “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor Jesús, por intercesión de san José, que nos libre de los pecados de la lengua, el odio, la calumnia, la difamación, y nos conceda la gracia de que nuestras obras coincidan con nuestro hablar, y que seamos ante los demás testigos alegres y creíbles del amor misericordioso de Dios por toda la humanidad. Que Dios los bendiga”

Antes de rezar el Padrenuestro en latín, y de impartir su bendición apostólica, el Santo Padre, al saludar en italiano dirigió, como es costumbre, un pensamiento especial para los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados presentes en esta audiencia.

    “Queridos ancianos y enfermos, gracias por su ejemplo. Rezo para que lleven su cruz con la paciencia mansa y dócil de San José. Queridos jóvenes, los invito a mirar a San José como guía para los sueños de su juventud. Queridos esposos, que encuentren en la Sagrada Familia de Nazaret las virtudes y la serenidad para su camino en la vida. A todos mi bendición”

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En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, celebrada el 8 de diciembre, el Papa rezó la oración mariana del Ángelus. Reflexionado sobre la Liturgia del día, que relata el anuncio del ángel a la joven de Nazaret, Francisco recordó que, para hacer maravillas, "el Señor no necesita grandes medios ni nuestras sublimes habilidades, sino nuestra humildad, nuestra mirada abierta a Él y a los demás".

Ciudad del Vaticano. - El miércoles 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus, asomado desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico del Vaticano.

El anuncio del ángel en el hogar de Nazaret

Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, que recuerda el anuncio del ángel a María mientras ella estaba en su casa (cf. Lc 1,26-38), el Santo Padre observó que una persona se revela mejor en su hogar que en otras partes, y precisamente, "en esa intimidad doméstica el Evangelio nos da un detalle que revela la belleza del corazón de María".

Profundizando sobre las palabras del anuncio, Francisco indicó que el ángel la llama «llena de gracia», lo cual significa que la Virgen está vacía de maldad, es sin pecado, Inmaculada. Ante este saludo María -dice el texto- «se conturbó» (Lc 1,29), es decir, "no solo está sorprendida, sino también turbada".

En este sentido, el Papa explicó que recibir grandes elogios, honores y cumplidos a veces tiene el riesgo de despertar el orgullo y la presunción:

“Recordemos que Jesús no es tierno con los que van en busca del saludo en las plazas, de la adulación, de la visibilidad (cf. Lc 20, 46). María, en cambio, no se enaltece, sino que se turba; en lugar de sentirse halagada, siente asombro. El saludo del ángel le parece más grande que ella. ¿Por qué? Porque se siente pequeña por dentro, y esta pequeñez, esta humildad atrae la mirada de Dios”

La humildad, un rasgo maravilloso de María

De esta manera, el Santo Padre hizo hincapié en que "entre las paredes de la casa de Nazaret" vemos un rasgo maravilloso del corazón de María, la humildad:

"Tras recibir el más alto de los cumplidos, se turba porque siente dirigido a ella lo que no se atribuía a sí misma. De hecho, María no se atribuye prerrogativas, no reclama nada, no atribuye nada a su mérito. No siente autocomplacencia, no se exalta. Porque en su humildad sabe que todo lo recibe de Dios. Por tanto, está libre de sí misma, completamente orientada a Dios y a los demás".

María Inmaculada no tiene ojos para sí misma -dijo el Papa- destacando que aquí está la verdadera humildad: "No tener ojos para uno mismo, sino para Dios y para los demás".

Al respecto, Francisco puntualizó que esta perfección de María, "la llena de gracia", la declara el ángel dentro de las paredes de su casa: no en la plaza principal de Nazaret, sino allí, en el ocultamiento, en la mayor humildad.

    “Con ese anuncio, dentro de las pobre paredes de una pequeña casa, Dios cambió la historia. También hoy quiere hacer grandes cosas con nosotros en la vida de todos los días: en la familia, en el trabajo, en los ambientes cotidianos. Ahí, más que en los grandes acontecimientos de la historia, ama obrar la gracia de Dios”

María, enciéndenos el entusiasmo de la santidad

Asimismo, el Papa invitó a todos los fieles a preguntarse si verdaderamente creemos en estas palabras... "¿O más bien pensamos que la santidad es una utopía, algo para los expertos, una ilusión piadosa incompatible con la vida ordinaria?".

Antes de finalizar su alocución, Francisco invitó a pedir a la Virgen una gracia especial: "Que nos libre de la idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida; que nos encienda de entusiasmo por el ideal de santidad, que no es una cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría, libres de nosotros mismos, con la mirada puesta en Dios y en el prójimo que encontramos".

No nos desanimemos -concluyó el Pontífice- ¡el Señor nos ha dado a todos un buen paño para tejer la santidad en la vida diaria! Y cuando nos asalte la duda de no lograrlo, la tristeza de ser inadecuados, dejémonos mirar por los "ojos misericordiosos" de la Virgen, ¡porque nadie que ha pedido su ayuda ha sido abandonado jamás!

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