-Distribuye las raciones alimentarias que corresponden a desayunos calientes y fríos para alumnas y alumnos de escuelas públicas.

 

-El bienestar de las familias es prioridad para el Sistema DIF: Ceci Arellano.

 

PUEBLA, Pue.- Con la finalidad de mantener el bienestar de las y los poblanos, principalmente en la población infantil, el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de las Familias (SEDIF) entregó apoyos del Programa de Desayunos Escolares en sus dos modalidades (calientes y fríos) en beneficio de 536 mil 504 alumnas y alumnos de 5 mil 958 instituciones educativas en las microrregiones del estado.

 

A través de los comités escolares y los ayuntamientos, el Gobierno de Estado de Puebla que encabeza Alejandro Armenta, da certeza a las familias con el apoyo asistencial alimentario, entre la población más vulnerable, así como el derecho a un sano aprendizaje, principalmente de niñas y niños, además del bienestar de las comunidades.

 

En este contexto, la presidenta del Patronato, Ceci Arellano, mantiene su interés legítimo de aplicar los programas federales y estatales a cada zona indígena, rural y urbana de alto y muy alto grado de marginación, como lo indica la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien le preocupa que la población de edad escolar tenga acceso a alimentos inocuos y nutritivos.

 

El SEDIF, atiende esta situación, al enviar a las microrregiones la dotación correspondiente de desayunos en su modalidad de calientes y fríos. En el primer caso, fueron entregados 410 mil 057 para niñas, niños y adolescentes de 3 mil 621 instituciones educativas, mientras que el segundo caso, fueron beneficiados 126 mil 447 alumnas y alumnos de 2 mil 337 escuelas.

 

Cabe mencionar que la seguridad en la elaboración del menú es fundamental para el desarrollo físico y mental de la población infantil, por lo que las entregas de raciones están integradas con base en Criterios de Calidad Nutricia y de producción de alimentos.

 

Publicado en NIÑOS
Miércoles, 12 Octubre 2016 23:39

Loa a la mujer rural

Artículo | Algo Más Que Palabras

    Cada día busco más personas de noble corazón. Entre todas, me quedo con el carisma de la mujer rural. Ellas sí que son el auténtico pulso de la vida, el verdadero desarrollo de un país. Como en su tiempo apuntó el inolvidable poeta nicaragüense, Rubén Darío, yo también refrendo que "sin la mujer, la vida es pura prosa"; sin embargo, hemos hecho muy poco a la hora de valorar su esfuerzo de complementariedad con el hombre. Quizás sean las que más exclusión han padecido. Han sido las grandes sufridoras. Las cifras ahí están. Según un estudio reciente sobre el tiempo y la pobreza hídrica en 25 países del África subsahariana, se estima que las mujeres emplean por lo menos 16 millones de horas diarias recogiendo agua potable; los hombres emplean 6 millones de horas en esa actividad; y las niñas y los niños, 4 millones de horas.

    En otros continentes, igualmente han sido las grandes víctimas. Testimonios nuevos de varios países de África, Asia y Latinoamérica señalan que las mujeres tienen muchas menos probabilidades que los hombres de realizar empleos rurales remunerados (tanto agrícolas como no agrícolas). Jamás tienen horario. Hay que tener en cuenta que el sector agrario es una actividad donde la mano de obra femenina, resulta imprescindible y primordial para el desarrollo. No olvidemos que también, no sólo producen, también procesan y preparan una gran cantidad de los alimentos disponibles, por lo que sobre ellas recae la gran responsabilidad de la seguridad alimentaria.

    Gracias a la población campera, que depende en su mayoría de los recursos naturales y de la agricultura para subsistir, representando un cuarto del conjunto del censo mundial, el mundo ha podido avanzar humanamente y cosechar los mejores frutos, principalmente debido a ese tesón femenino, de liderazgo en la retaguardia, de constancia en definitiva. En este sentido, nos alegra que la agenda 2030, no sólo les reconozca su trabajo en el desarrollo del planeta, sino que también se elimine, de una vez por todas, los obstáculos jurídicos, sociales y económicos que impiden su empoderamiento. Soy de los que pienso que debemos aprovechar cualquier oportunidad para reivindicar su trayectoria, para que no se queden atrás, y más allá de la onomástica del Día Internacional de las Mujeres Rurales (15 de octubre), trabajemos a diario por superar cualquier barrera, promoviendo la concienciación y la capacitación para que conozcan y puedan reclamar sus derechos.

    Aún hoy, estas personas de grandes sentimientos humanos, cuya tarea es decisiva no solo para el progreso de los hogares campestres y las economías locales, sino asimismo para las economías nacionales, a las que contribuyen participando en cadenas de valor agrícolas, se merecen unos sistemas de protección social que merme la discriminación con la que aún cuentan en bastantes países. A los hechos me remito; las mujeres rurales están todavía en peor situación que los hombres rurales, y ya no digamos, con referencia a las mujeres y hombres de las zonas urbanas. Deberíamos invertir estas injustas situaciones, pues hoy por hoy, la pobreza extrema está en las zonas rurales; y, en gran medida, quien más soporta esta bochornosa necesidad sigue siendo la mujer. Actuar con coherencia implica algo más que un recordatorio de aniversario; la familia rural, aparte de ser guardiana de los valores naturales y agente de solidaridad, precisa ser escuchada, cuando menos en su petición sanitaria y de educación básica para sus hijos. Pensemos que un gran fragmento de las personas analfabetas del mundo provienen del ámbito labriego y son hembras.

    A pesar de las muchas contrariedades sociales, de tantos abusos hacia la mujer rural, ellas sí que nos ofrecen grandiosas lecciones de ética y moral al mundo; sobre todo, a esa ciudadanía que todo lo corrompe y devalúa. Los estudios sugieren que manifiestan más preocupación por el medio ambiente, aunque tengan poca participación en los procesos de toma de decisiones. Por ello, pienso que es muy necesario en estos momentos de multitud de pasividades, ante un planeta que nos grita por la sobreabundancia de agentes contaminantes, que la mujer rural coopere y su voz sea mucho más oída dada su profunda sensibilidad. Sin duda, es hora de mirar a nuestro alrededor con ojos más sabios y de repensar que, nosotros mismos, somos parte de esa tierra que en lugar de laborearla la escarnecemos.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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